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La entropía de los sistemas político-económicos

Kim Jong-un visita un submarino del Ejército (foto: Reuters)

ESTADOS UNIDOS.- Entropía, la segunda Ley de la Termodinámica, no es tema promisorio para una columna periodística. Sin embargo, su efecto en los sistemas político-económicos es sentido común. En esencia, entropía es una medida del desorden que existe en un sistema, y aquí amplío la Ley de Entropía a los desórdenes que ocurren en sistemas político-económicos.

La entropía puede enunciarse de diferentes maneras. La Segunda Ley de la Termodinámica plantea que en un sistema aislado donde ni materia ni energía pueden entrar o salir la entropía nunca decrece. Para nuestros propósitos, podemos decir simplemente que en sistemas político-económicos cerrados las cosas se desbaratan. Los dos sistemas político-económicos que quiero considerar son capitalismo y comunismo.

Hablando generalmente, el comunismo es un sistema política y económicamente cerrado; mientras el capitalismo con su énfasis en el mercado es un sistema abierto. En la era soviética los líderes deseaban aislar a los países comunistas políticamente, pero también económicamente, buscando autarquía dentro del bloque soviético. El objetivo económico de los países del bloque soviético era ser autosuficientes, no dependientes de bienes importados del mundo capitalista.

Similar autarquía económica buscaba el mundo en desarrollo bajo el concepto de Industrialización Sustituyendo Importaciones, también llamada Política de Sustitución de Importaciones (ISI). Basado en trabajos de economistas estructurales, como Raúl Prebish, ISI ganó prominencia en Latinoamérica y el Caribe comenzando en los 1950s. Prebish devino influyente como director ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina, y posteriormente secretario general de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo.

Fundamental para la Industrialización Sustituyendo Importaciones era la creencia en la planeación central dirigida por el Estado y la teoría político-económica socialista. El énfasis en la Industrialización Sustituyendo Importaciones era desestimular inversiones extranjeras y desarrollar mercados internos de bienes y servicios. Como tal, ISI buscaba crear un sistema económico cerrado. O sea, un sistema sujeto a desórdenes entrópicos.

En el siglo 20 murieron 70 millones de personas en grandes hambrunas. De esos, 80% fueron víctimas de la planificación centralizada y colectivización forzosa de regímenes comunistas. Actualmente el ejemplo más dramático de país que ha practicado el aislacionismo y políticas de autarquía económica es Corea del Norte comunista.

Diferentes clases de sistemas político-económicos aislacionistas pueden encontrarse también en algunos países latinoamericanos, particularmente Cuba desde 1959 y más recientemente la Venezuela de Chávez-Maduro. Todos son ejemplos de cómo en sistemas político-económicos cerrados las cosas se desmoronan. Cuando más, los sistemas cerrados manejan un equilibro de mediocre disfuncionalidad de la cual no pueden escapar.

Hay, por supuesto, muchas razones operacionales por las que fracasan esos sistemas cerrados; irrespeto al Estado de derecho, desdén a los derechos de propiedad, excesivos controles gubernamentales, y más. Y, por cierto, cuando los sistemas capitalistas muestran menosprecio por el Estado de derecho, irrespeto a los derechos de propiedad, o privan de derechos a sectores de la población, ellos también activan la Segunda Ley de la Termodinámica y las cosas se desmoronan.

La ley de la Entropía gobierna los sistemas político-económicos de naciones aisladas. Inevitablemente las cosas se desmoronan. El mejor antídoto es reponer la energía provista por un flujo abierto de información sociopolítica y económica. La receta para detener el proceso entrópico de las naciones es adoptar y mantener sistemas político-económicos abiertos.

Los sistemas cerrados están destinados a fracasar. Pero los abiertos también deben vigilar y resistir la entropía. Sistemas democráticos de libre mercado pueden caer en varias formas de reglas elitistas que entorpezcan la participación de la ciudadanía. Esos sistemas democráticos serían entonces sistemas tendientes a cerrarse.

Los sistemas político-económicos cerrados frecuentemente surgen con algún tipo de colectivismo favoreciendo a una clase, religión, raza, grupo étnico, o nación. Esos sistemas cerrados buscan mejorar el bienestar colectivo de, digamos, el proletariado, como plantean los marxistas, sin atender demasiado los derechos naturales de las personas que componen esa clase. El mismo caso del nacionalismo basado en etnicidad, raza o religión, donde los sistemas se cierran a todos menos a los rectos.

Los científicos reconocen la Segunda Ley de la Termodinámica como esencial para entender cuestiones científicas. Similarmente, necesitamos entender la entropía inherente a sistemas político-económicos cerrados. Tales sistemas se desmoronan y no pueden contribuir a la felicidad en los asuntos humanos.

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