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La eterna vigilia por el cerdo Cubanet

SANTA CLARA, Cuba.- Treinta pesos se ha “escondido de sí misma” Adela Martínez cada mes desde septiembre para despedir el 2017 saboreando “un pedacito de carne”. Su chequera de 240 pesos en moneda nacional no le permite darse demasiados gustos. La necesidad la hizo despertarse a las cinco de la mañana uno de los últimos días de diciembre para conseguir el lugar número cuatro de la cola en el mercado La Lechuga, de Santa Clara.

A las diez de la mañana y el protagonista no hacía su entrada. “Aquí tienes que llegar cuando ni ha amanecido y pasarte de pie varias horas, porque solo traen cinco o seis puerquitos y se acaban en menos de media hora”, relató como quien se resigna a la situación.

A Juan Carlos Morales, el dos en la fila, nadie puede hacerle un “cuento chino”. Cada vez que quiere comprar un muslo sabe que tiene que convertirse en custodio. “La única guardia que hago es por comida”, dijo, y sus ojos llenos de cansancio no mentían. Ha permutado el sueño por unas libras de carne, pero aseguraba no arrepentirse. “Si no es así no cojo ni el culpable”, bromeaba. “¡Me desperté sobre las cuatro y vine bien abrigado y ya había una persona en la cola!”

Historias como estas se multiplicaron en la geografía villaclareña cuando faltaban pocos días para que el año muriese, y el denominado “mamífero nacional” continuaba ausente de los mercados de este central territorio, donde se comercializa a un precio razonable. El cubanísimo cerdo asado es invitado permanente en cada celebración que se respete.

Unas libritas de mentiras

Irónicamente, Villa Clara encabeza los territorios cubanos con mayores volúmenes productivos de cerdo y los dirigentes se cuelgan las medallas en la radio local. El delegado provincial de la agricultura, Héctor Luis Torna Martínez, se jactó al garantizar la presencia del lechón para estas fechas, pues la Empresa Porcina “sobrecumplió” sus compromisos de entrega a la industria en noviembre.

¿Cómo justificar entonces tantos desabastecimientos? ¿En dónde se pierden los cerdos? ¿Por qué tantas y tantas colas en las placitas si hay una “súper producción”? ¿Acaso no resulta una prioridad alimentar al pueblo, que tantas penurias vive?

Los directivos de Acopio, en declaraciones al programa Alta Tensión, de la emisora provincial CHMW, se escudan de los anémicos suministros en que la producción tiene que llenar las barrigas del turismo; en que los coterráneos de La Habana también tienen derecho; en que, si hay que suministrar a Comercio y Gastronomía, y que una parte se destina además al “consumo social”.

Incluso, Julio Lima Corzo, el secretario del Partido en la provincia, declaró que hubo “un problema muy serio con la producción porcina, pero ya se solucionó”. Al parecer, la problemática tuvo remedio solo en su cabeza.

La oferta es lánguida dondequiera que se presente, pues en ninguno de los trece municipios se cumple con la entrega de carne. Por solo poner un ejemplo, en Ranchuelo se distribuyen solamente 10 cerdos diarios en tres mercados estatales, de 20 que deben entregar, igualmente insuficientes.

Según sus pobladores, no hay lechón en ningún sitio y en otra localidad, Encrucijada, son los particulares quienes comercializan el alimento a 30 pesos la libra. “Con esos precios no hay quien pueda y, aun así, eso no duró nada. El cubano no se la deja arrancar. El poquito de dinero que tiene lo tira, porque siempre estamos acostumbrados a celebrar el 24 y el 31 con cerdo”, opinó una residente en Encrucijada.

Sin embargo los funcionarios, en ataques de optimismo, hablaban de una “estabilización” en la distribución a partir del 27 de diciembre, cuando las hambrientas tarimas de los mercados debieron recibir unos 350 cerdos diarios, que concentrarían en el nuevo recinto ferial de Santa Clara Los Pilongos, el mercado Buen Viaje y el reparto José Martí. Solo desde el 30 de diciembre la oferta ascendería a 450 por día.

En sencillos cálculos, y tomando las cifras ofrecidas como fidedignas, llegarían a los establecimientos 1800 piezas de carne, entre muslos y paletas que, multiplicados por los cinco días de feria, ascenderían a 9000. Siendo conservadores, y asumiendo que esos 9000 cortes de carne alimentarían a familias de ocho miembros, solo 72 000 santaclareños se verían beneficiados con esta oferta.

Sin contar la población flotante, la capital provincial está habitada por unas 230 000 personas, lo que significa que solo el 31% de la población tendrá cerdos en sus mesas.

“Yo no sé dónde están los puercos que dicen por la radio”, comenta Francisco Mederos sentado a la sombra de un árbol en las afueras del mercado El Ñame, en las entrañas del barrio La Vigía. Desde hace dos días está “cazándole la pelea” al “animalito”. Junto a él, alrededor de seis personas más hacen votos de paciencia ante la inasistencia de esta proteína.

Dentro del mercado El Ñame, el puesto de los cárnicos está tan despejado como una pista de aterrizaje y la oferta del día solo incluye algunos granos y tomates verdes que de primera calidad solo tienen el nombre. “La carne no ha venido más, ahora todo va para las ferias que serán en el Sandino”, apuntó a CubaNet la dependienta.

Mucha feria, poco cerdo

Con los 600 000 pesos invertidos en la construcción de Los Pilongos, el recinto para el regreso post-Irma de las ferias agropecuarias en Santa Clara, bien se podrían haber construido cinco casas para los damnificados del tormentoso huracán, que dejó en aguda crisis al fondo habitacional y a los campos cubanos.

Es una gran jaula de hierro y concreto de 5000 metros cuadrados, abierto desde las siete de la mañana. Los santaclareños acuden ansiosos a llenar jabas y estómagos. “Para entrar, yo creía que la gente se iba a matar. Empujaban y hasta querían brincar la reja. Imagínate que son los policías los que abren la puerta”, indicó un dependiente mientras pesaba un muslo.

En el primer día, de los 80 puestos construidos, poco más de 30 estaban completamente vacíos. Solo 14 mostradores vendían al desaparecido “mamífero nacional”, y una cola sin fin para lechugas concentraba la atención de todo el que entraba. Y ya que no todos alcanzarán cerdo, afuera un camión de Pescavilla calmaba la decepción con tres latas de sardinas por persona, luego de 30 minutos de espera bajo el sol.

“Yo llegué a las nueve y solo quedaban costillas. Yo trabajo y no puedo estar aquí toda una mañana”, refirió un cliente, mientras otro alegó que tuvo que marcar en varios lugares para aumentar sus posibilidades de “captura” y, aun así, se llevó a casa un solomo.

“Menos mal que alcancé esta paleta porque no pienso regresar a la feria. Son molotes para comprar cualquier cosa y la carne se acaba rapidísimo y no vuelven a poner más, comentó una santaclareña”.

La venta de cerdos al segundo día fue aún más efímera. A solo una hora de abierto, ya varios cubículos mostraban sus ganchos desnudos y las personas permutaban de cola cuando veían morir sus posibilidades de compra. A solo unos metros, en el mercado agropecuario Buen Viaje, el panorama era tristemente idéntico. En el área de los cárnicos ya las pesas estaban en descanso y un rollizo dependiente contaba un rollizo mazo de billetes.

“Para mí que al Estado le gusta ver a la gente en agonía, matándose por un pedazo de puerco. ¿Por qué no hacen las ferias con más tiempo, y si no hay comida por el ciclón, qué sentido tienen tantos días de feria?”, se lamenta una señora que de lejos observa la cola en los cárnicos.

En la feria hay gente, mucha gente. Las personas, como hormigas laboriosas que colectan lo que encuentran, van de cola en cola al ritmo de Cándido Fabré, chapaleteando el fango que produce una llovizna intermitente.

“Aquí se pasa trabajo hasta para comerse un pedazo de carne”, rumia en voz baja un hombre de unos cincuenta y tantos años. “Y con los particulares no puedes ir porque te dan una puñalada más grande que la del cerdo. A 40 pesos vende la libra el porquero de mi cuadra, y el estado lo permite porque es a oferta y demanda”.

Saliendo del mercado, Josefina González, una sudorosa mulata que empujaba un carrito con viandas no sabía si reír o lamentarse. “Bueno mijo ya conseguí la carnita del fin de año, con trabajo, pero bueno…” Hace una pausa y suspira: “Ya veremos cómo llega el 2018”.