Inicio Cuba La Habana y el hambre de sus 500 años

La Habana y el hambre de sus 500 años

Cola para comprar muslos de pollo en el centro comercial Plaza Carlos III, en La Habana (Foto de archivo)

LA HABANA, Cuba. – En Cuba hay un viejo chiste que por estos días se escucha con renovada frecuencia: cuando alguien comenta sobre la escasez generalizada o pregunta dónde encontrar medicinas, alimentos o cualquier otro artículo de primera necesidad, la respuesta inmediata es: “Ve a la televisión, que allí hay de todo y barato”. De esta manera sencilla la población reconoce y critica las mentiras que reproducen los medios de difusión.

Y es que en estos meses de crisis y escaseces de todo tipo, la prensa oficialista, con gran insensibilidad, oculta la realidad y sólo presenta reportajes sobre las visitas realizadas por el Grupo de Trabajo Gubernamental encabezado por Díaz-Canel para evaluar la marcha de los programas sociales y económicos. La primera visita se efectuó en mayo de 2018, la segunda, a partir del 21 de marzo de este año, pero la economía sigue cuesta abajo, porque no basta que Díaz-Canel y su comitiva, con su pose hipócrita de benefactores del pueblo, repitan una y otra vez el gastado “garantizar una rápida respuesta a las demandas más urgentes de la población en cuanto a suministros de alimentos”, cuando el sector de la industria alimenticia ha sido uno de los que más ha sufrido el abandono gubernamental.

Me dice un conocido que “ellos no tienen problemas porque tienen comida y no les cuesta”, y cuando lo miro con gesto de extrañeza, me responde: “Yo trabajé en eso y lo sé bien”.

En el balance anual del Ministerio de la Industria Alimenticia (21 de marzo de 2019) se analizaron los incumplimientos de 2018 y cómo incrementar las ofertas a la población. En esto último se señaló que de cara al desarrollo de la industria alimenticia las inversiones estuvieron dirigidas a la adquisición de nuevas líneas y resultaron beneficiadas, entre otras, las ramas láctea, cárnica, conservas de frutas y vegetales, confitería, molinería, panadería y bebidas y refrescos. Sin embargo, una de las cuestiones que no se menciona es que la inmensa mayoría de esas inversiones se realiza con la finalidad de incrementar las exportaciones, además de vender esas producciones –nacionales– en las Tiendas Recaudadoras de Divisas a las que una parte considerable de la población tiene poco o ningún acceso.

En el encuentro se resaltaron los aspectos necesarios para “rescatar” los sectores asociados a la alimentación: las inversiones oportunas para un proceso de renovación, recuperación y modernización de las industrias, el puntual mantenimiento a maquinarias e instalaciones y la eficiencia en la planificación. Otra de las cuestiones analizadas fue el incumplimiento en las entregas de materia prima e insumos nacionales así como la falta de liquidez oportuna y el elevado nivel de endeudamiento externo con proveedores, además de las deficiencias en los órganos de dirección, y en los sistemas de trabajo.

Hoy, la dictadura comunista apuesta por la inversión extranjera para rescatar la industria alimenticia. Iniciarán un programa de autoabastecimiento municipal, la siembra sin límites de cultivos de ciclo corto, además de la generalización en el empleo de plantas proteicas, y un movimiento popular de siembra en patios y parcelas, y como colofón, el presidente invitó a Sergio Rodríguez, director del Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales (INIVIT) para anunciar la necesidad de potenciar la producción de yuca. Afirmó este señor que 800 millones de africanos obtienen más del 60 % de su ingesta calórica de dicho cultivo.

“A mucha velocidad estamos retrocediendo cuando nos comparan con África y nos ponen a comer yuca por cantidades”, me comenta un vecino que ha estado siguiendo el tema. “Por lo menos durante la esclavitud los africanos comían yuca con tasajo. Vamos a ver estos amos con qué se la van a dar a sus esclavos”, dice.

“Yo sembré yuca y boniato en mi casa”, me dice otra vecina, “pero fue para tratar de parar el golpe, no para seguirle el juego al gobierno. A ellos no les importa si pasamos hambre o dificultades. Mientras en sus casas se coma bien, les da igual sacrificarnos para nada. Al fin y al cabo, después de la desecación de la ciénaga de Zapata, del cordón de La Habana, de los planes citrícolas de Matanzas e Isla de Pinos, la cuenca lechera, y tantos otros experimentos fallidos, ¿qué importa un fracaso más?”.