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La infecundidad en Cuba: un dilema con muchas aristas

Infecundidad en Cuba: “¡Aquí no hay futuro!” es la frase que más suelen repetir las jóvenes al preguntarles sobre el tema. Foto 14yMedio

LA HABANA, Cuba.- Por estos días vuelven los medios a ponderar los beneficios de las cicateras medidas que adoptó el gobierno cubano en el 2017 para incentivar la fecundidad, proteger a la madre trabajadora y lograr la incorporación al trabajo de las mujeres con dos o más hijos, para lo cual puso en vigor la Resolución No. 1/2017 del Ministerio de Finanzas y Precios (MFP) y de Educación, que dispone un nuevo método de pago en círculos infantiles y seminternados: a las madres con dos niños se les reduce el 50 % de la tarifa vigente, y a partir del tercero, el servicio es gratis. Asimismo, las madres con partos múltiples de más de dos niños quedan exoneradas del pago.

“Las trabajadoras con un solo hijo no resultamos favorecidas”, se lamenta una joven, “ni siquiera tenemos facilidades para resolver el círculo infantil, que está bastante difícil”. No hay dudas de que esta burlesca medida en nada contribuirá a detener el acelerado decrecimiento de la población cubana, que data del año 1978, cuando por primera vez llegó al nivel más bajo y cayó por debajo de los niveles de reemplazo, al no dejar cada mujer una hija en su rol reproductivo. Precisamente fue en esa época cuando el miedo y la zozobra se apoderaron de los hogares cubanos a raíz de la imposición de enviar a los hombres jóvenes a pelear a África, pretextando la falacia del internacionalismo proletario.

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Las más recientes Proyecciones de la población cubana 2015-2050 del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE) de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) afirman que para el 2050 habremos perdido un 3,6 % de la población actual, y el 33,2 % serán ancianos, con lo cual seremos “el noveno país con la mayor población per cápita de ancianos del mundo”.

Los expertos en demografía alegan que la disminución de la natalidad es multicausal, y destacan como uno de los factores determinantes los cambios en la condición de la mujer, promovidos por las “políticas de empoderamiento” desarrolladas por la Revolución. Sin embargo, en las opiniones que al respecto tienen nuestras jóvenes se incluyen otros factores importantes como el deseo de emigrar, la escasez de viviendas, la precaria situación económica o la falta de confianza en la asistencia médica.

Una investigación realizada por el Centro de Estudios de Migraciones Internacionales de la Universidad de La Habana dio como resultado que un 55 % de las mujeres en edad fértil abandonan el país (Bohemia, 23 de junio de 2017). Y es que nuestras jóvenes, en su mayoría, desean tener hijos, pero no en Cuba. Algunas, como Nataly, a pesar de la propaganda, están convencidas de que aquí no hay condiciones para una maternidad plena. “No estoy dispuesta a que los comunistas me adoctrinen a mis hijos”, me confesó una vez. Hace algún tiempo se fue para Estados Unidos, donde tuvo dos niños, y piensa seguir “buscando la niña”.

Grisell, una joven filóloga con un buen trabajo, me confesó con pesar que durante el “período especial” quedó embarazada. Aunque le atemorizaba la perspectiva, decidió acudir al aborto. Hoy, con 40 años, aún le da miedo la idea de tener hijos, porque ella y su pareja tienen limitaciones económicas y de vivienda. Por otra parte, él está preparando condiciones para emigrar a Canadá.

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La hija de unos amigos que espera a su bebita para finales de febrero es una trabajadora de 38 años. Alega que antes, ella y su esposo no tenían una buena economía, además, vivían con sus padres en un apartamento de un cuarto. Luego, ellos se fueron y les mejoró la situación: le mandaron la canastilla y los ayudan. De todos modos, anuncia, “pensamos irnos, porque aquí no hay futuro”.

En efecto, “¡Aquí no hay futuro!” es la frase que más suelen repetir las jóvenes al preguntarles sobre el tema. Con esta expresión, una gran mayoría de cubanos sintetizan sus frustraciones, que van desde la falta de vivienda hasta los salarios indecorosos, pasando por carencias de todo tipo y la incertidumbre de un futuro cada vez más inestable, así como el hastío que les provoca el sistema comunista –algo que, por supuesto, no mencionan los especialistas–.