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La intolerancia y los “principios” del castrismo

(Foto Radio Reloj)

LA HABANA, Cuba. – Pese a que la propaganda oficialista quiere hacer ver que el proceso de elaboración de la nueva Constitución de Cuba ha transitado por cauces de democracia y ha contado con elevada participación popular, muchos cubanos saben que sus propuestas no fueron consideradas a la hora de la redacción final de ese documento.

Hay que recordar que cuando informó acerca de la aceptación o no de dichas propuestas durante la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular en diciembre pasado, el señor Homero Acosta, secretario del Consejo de Estado, afirmó que algunas de ellas no fueron aceptadas “por ser incompatibles con nuestros principios” (“Un texto enriquecido con el aporte del pueblo”, periódico Granma, edición del 22 de diciembre).

No se precisa de mucha imaginación para que acudan a nuestra mente algunos de esos “principios” que la intolerancia de los gobernantes cubanos mantiene celosamente: el partido único, la irreversibilidad del sistema político imperante, la planificación centralizada como baluarte de la economía, y la no elección directa del presidente de la nación, entre otros.

Y como parece que eso de “defender los principios” está de moda, semejante cliché no podía faltar en la actual versión de la Feria Internacional del Libro. En declaraciones formuladas al periódico Granma (“Títulos denigrantes son inadmisibles en la Feria”, edición del 14 de febrero), el comisario cultural Juan Rodríguez Cabrera, presidente del Instituto Cubano del Libro, se refirió a la censura por parte de las autoridades de la Feria del libro “100 razones para ser machistas y no avergonzarse de ello”, de la editorial peruana Arca de Papel Editores y la distribuidora española Galaxia.

Pero el funcionario no se limitó a ofrecer esa noticia, sino que dio a conocer cuáles son las reglas de juego para que un libro pueda comercializarse en dicho evento.

Una vez que el comité organizador realiza la convocatoria para la Feria se informan las normas que regirán el evento. En ellas se aclara cuál es el tipo de libro que se admitirá. Entonces, aquel título que no responda al requerimiento de los organizadores se elimina antes de llegar a la Feria. Y si, de todas maneras, algún libro no permitido logra evadir ese operativo, se le retira inmediatamente de los estantes al ser detectado.

Y concluyó el señor Rodríguez Cabrera: “El que quiera llevar un libro superfluo, que no aporte nada, o que esté en contra de nuestros principios, que lo venda en otro lugar”.

¿Y cuáles serían en este caso los “principios” que esgrime el Presidente del Instituto Cubano del Libro? Pues, entre ellos, no ha de faltar el que ofrece una visión única de la Historia -por supuesto, la que le conviene a la clase que detenta el poder-, o el permanente rechazo de aquellos autores que no comulgan con el comunismo cubano.

Las personas que visitaron la fortaleza Morro-Cabaña durante estos días pudieron constatar los efectos de la censura, y también de la autocensura, que opacaron la calidad de la Feria. Hubo una merma apreciable en la cantidad de editoriales extranjeras y las que concurrieron se cuidaron de exponer algún título que rozara, ni con el pétalo de una flor, los intereses del castrismo o de sus secuaces de la extrema izquierda.