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La mala fe en la prensa de ayer

Uno de los marines que subió a la estatua de Martí en el Parque Central (CC)

Uno de los marines que subió a la estatua de Martí en el Parque Central (CC)

LA HABANA, Cuba.- La mala fe de determinados periodistas en la prensa de nuestra vida republicana, hoy ya se conoce bien. Producto de las broncas políticas, del afán protagónico de ciertos personajillos jóvenes y hasta del exceso de libertad de la que gozaban aquellos medios de prensa, nuestra nación, que al parecer no sabía cómo gobernarse a sí misma, sufrió en carne propia.

Los que más sobresalieron y que más daño ocasionaron, a juicio de historiadores que investigan sobre esto, fueron Ramón Vasconcelos (1890-1965), del periódico Alerta, Enrique de la Osa (1909-1997), de Bohemia, y algunos otros.

De Vasconcelos se puede decir lo peor. De él nos ocuparemos en esta crónica y dejemos para otro día a Enriquito de la Osa, “el mentiroso”, como lo llamó Miguel A. Quevedo, director de Bohemia.

Fue Vasconcelos quien escribió en 1916 que Antonio Maceo y su hermano José habían sido asesinados por los mismos compañeros que luchaban con ellos, “quienes vivían como príncipes”, según él. El Coronel Manuel Piedra, ayudante del Titán de Bronca, lo desmintió airadamente.

En 1922, en la Revista Bohemia, manifestó sus simpatías con los regímenes autoritarios. Atacaba a líderes políticos para colaborar luego con ellos, ya en el poder. Se mostró enemigo del estudiantado universitario y poco después lo defendió, cambió de partido como de casaca: fue liberal, auténtico, ortodoxo, batistiano y por último, fidelista.

En 1949 el periódico Alerta fue comprado por la familia de Vasconcelos, con el propósito de “darle vida al panorama nacional”. Vasconcelos, quien asumió la dirección, puso en práctica la idea de apelar al sensacionalismo, con el fin de incrementar el número de lectores y no dudó, a través de truculentos reportajes de José Quílez Vicente, de apelar al morbo del pueblo, hasta provocar situaciones peligrosas.

Uno de sus primeros reportajes, donde su mano diabólica se ve a simple vista, sobre todo por su amplia cobertura, fue ante el suceso del 11 de marzo de 1949, cuando a media noche, tres marines norteamericanos subieron a la estatua de José Martí, en el Parque Central habanero.

Convertido por Vasconcelos en un gran show antinorteamericano, los llamó profanadores de lo más sagrado de Cuba y pidió hasta el fusilamiento por parte del pueblo.

Días después, en otros diarios habaneros, se decía que todo pudo haber sido preparado de antemano por el propio Vasconcelos, ansioso de convertir a su periódico en el más popular del país.

Se trata de un episodio que nunca se investigó, aunque hoy se sabe que un fotógrafo no profesional, Fernando Chaviano, fue quien tomó “por casualidad” las fotos de los marineros, justamente cuando subían a la estatua. Era, nada menos, que colaborador de la Sección “En Cuba”, dirigida por Enriquito de la Osa, quien llamó a Vasconcelos “la pluma de oro del periodismo cubano” y le tenía fijado un salario demasiado privilegiado para la época.

La sección “En Cuba”, de la Revista Bohemia, contó con un periodismo anónimo de triste recordación. Fue donde se anunciaron por primera vez los 20 mil muertos que costó la guerra entre Fidel y Batista y donde se apoyaron y exageraron los actos terroristas llevados a cabo por el Movimiento 26 de Julio.

Resulta interesante saber que tres meses antes del golpe de Estado de Batista, el periódico Alerta llegó a convertirse en tribuna de Fidel Castro para sus acusaciones contra Carlos Prío Socarras, graves acusaciones de robo de dinero que nunca se pudieron probar. En sus páginas se reproducían incluso las actas de denuncias enviadas al Tribunal de Cuentas.

En enero de 1959, Vasconcelos se fue de Cuba como asilado. Regresó al año siguiente con permiso de Fidel Castro, sin que le rindieran cuentas y murió en Santa María del Mar, el 11 de agosto de 1965. Según el periodista Luis Báez, Vasconcelos tuvo permiso para morir en la Patria de Fidel, agradecido este por  valiosos servicios.