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La mala y bien merecida fama del castrismo Cubanet

Fidel y Raúl Castro, año 1977 (haciendapub.com)

LA HABANA, Cuba.- La fama bien merecida del régimen castrista en cuanto a sus historias malévolas son muchas. Como ha dicho en días pasados Donald Trump, “en Cuba han pasado cosas muy malas”. Contarlas todas sería imposible en este espacio.

A juicio mío, la peor de todas ha sido la creación y mantenimiento de la organización estatal Comités de Defensa de la Revolución (CDR), un sistema de vigilancia perteneciente a los servicios de inteligencia y dirigido a la población, para que los vecinos se vigilen entre sí y el Gobierno pueda conocer e imponer lealtad a las masas. Un evangelio de la vieja biblia reescrita por Fidel Castro para que cientos de agentes del MININT, mal pagados y comprometidos bajo juramento, recojan informes contra ciudadanos, en muchos casos inocentes, víctimas de chismes o acusaciones infundadas, algo que ha ocasionado prisión y exilio a lo largo de más de más de medio siglo.

Las raíces de este mal vienen de diciembre de 1956, cuando ya los servicios de seguridad se encontraban presentes en los primeros grupos guerrilleros de la Sierra Maestra. Un poco después, el 22 de agosto de 1958, el propio Raúl firmó un decreto ordenando la creación del Servicio Secreto del Segundo Frente Oriental, bajo el mando de Augusto Martínez Sánchez y por último, en 1959, recayó la jefatura de la Seguridad del Estado en Ramiro Valdés, no sólo como estrategia maquiavélica para mantener al régimen político, sino además para luchar contra Estados Unidos, como había planeado Fidel Castro desde su bohío en la sierra.

Lo bien aprendido de la Stasi

Aprendido de La Stasi, abreviatura de Staatsscherheit, de la ex Alemania comunista, disfraces y bigotes para los agentes encubiertos, técnicas, estrategias, tortura y muerte, Cuba ha podido introducir agentes en organismos vitales para Estados Unidos, con vistas a obtener información, lograr posiciones políticas de líderes afines a su ideología en América Latina, etc.

La Stasi, así como la Seguridad Cubana, tienen historias tenebrosas. Caído el Muro de Berlín, en 1989, se abrieron al público los archivos de ese servicio alemán. Se conocieron 986 muertes documentadas en sus celdas y ciento doce millas de expedientes, muchas de ellas pertenecientes al pueblo.

También se sabe que La Stasi reconstruyó el sistema telefónico del MININT de Cuba para facilitar el espionaje en embajadas, oficinas comerciales y simples ciudadanos, instalación de cámaras y hasta espionaje electrónico en la Base Naval de Guantánamo. Incluso la confección de pasaportes falsos para la subversión y entrenamientos de guerrilleros, con el propósito de subvertir a otros gobiernos, desde América Central hasta África, con aquella idea fracasada de crear “dos, tres, muchos Vietnam” contra Estados Unidos.

Otras historias malas

En muchas ocasiones, embajadas latinoamericanas han expulsado a diplomáticos cubanos a través de sus organismos de Seguridad, acusándolos de realizar tareas de espionaje. Recordemos la de enero de 2004, cuando el embajador Jorge Bolaños y muchos de sus subalternos violaron la Constitución mexicana al cometer actos injerencistas y terminaron como personas no gratas.

Está la reciente la historia de un barco norcoreano detenido en 2013 en el canal de Panamá, donde se descubrieron armas en un contenedor, escondidas debajo de 250 mil toneladas de azúcar, todo cargado en Cuba; una acción encubierta ordenada por Raúl Castro, a pesar de que la ONU prohibía a Corea del Norte exportar e importar armamento. Por último, descubierto el hecho, el Gobierno aceptó su responsabilidad.

Raúl quiso cambiar espías por disidentes

En 2008, cuando se pensaba que Fidel podía morir de un momento a otro, al gobernante Raúl Castro se apuró para proponer un cambio: espías por disidentes, y así procurar complacer a su hermano, quien había jurado que volverían. No era la primera vez que el régimen hablaba de un canje entre los cinco espías y opositores pacíficos y periodistas independientes, condenados a prisión.

Numerosas personalidades de la Oposición Pacífica, como Laura Pollán, Oscar Espinosa Chepe, Elizardo Sánchez, Martha B. Roque, Héctor Palacios y Vladimiro Roca, fueron los primeros en rechazar dichas ideas, alegando que no había comparación entre unos y otros.

Así, la opción de Raúl quedaba en el fracaso. Regresaron mucho después como lo que eran: espías.

Lo que dijeron Carmichael y Simmons

En 2007 Scott Carmichael, miembro de la CIA y autor del libro True Believer, que trata sobre Ana Belén Montes ―actualmente en prisión por espiar a favor del castrismo―, consideraba importante que el espionaje cubano sea mucho más analizado. “La inteligencia cubana es de las más peligrosas del mundo”, dijo. “El daño que causa el Gobierno cubano es grave, puesto que su servicio de inteligencia es compartido con Irán, Siria y Venezuela. Nosotros representamos una amenaza a su propia existencia, por lo que continuarán reclutando agentes para su beneficio”.

En 2009, Chris Simmons, excoronel de la contrainteligencia norteamericana, dijo más. Señaló que son decenas los espías al servicio de la dictadura cubana dentro del Gobierno de Estados Unidos y en las universidades del país. Puso de ejemplo a Walter K. Myers y su esposa Gwendolyn quienes, simpatizantes de la dictadura comunista cubana, espiaron durante trece años para los Castro como funcionarios del Departamento de Estado, y cuya información secreta, hace tres décadas, pudo ser de interés para la URSS e Irán.

Por último, también en 2009, El Nuevo Herald, informó que el Gobierno raulista había enviado hasta veinte espías a embajadas después de los atentados del 11 de septiembre del 2001, con el propósito de conducir a la inteligencia de Estados Unidos a misiones inútiles, desinformando a través de informes falsos.

Pero la realidad es obvia: la dictadura castrista carece de satélites espaciales. Jamás ha podido ir más allá de sus maldades, por último descubiertas siempre.