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La mentirita de la autonomía empresarial

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Empresas estatales cubanas. La termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes, en la provincia de Cienfuegos. Foto periódico Trabajadores

LA HABANA, Cuba.- Ahora se chequean los gastos, las producciones y los precios de las empresas estatales para que no sean “tan rentables”.

Cualquiera podría pensar que las tareas que ocupan por estos días al Ministerio de Finanzas y Precios (MFP) se circunscriben a la tramitación de los subsidios a los afectados por el tornado que devastó varios barrios habaneros, así como a la ejecución del Presupuesto 2019.

Sin embargo, un reciente trabajo periodístico aparecido en el periódico Granma, titulado Las máscaras de la utilidad, nos da cuenta de que los directivos del MFP se hallan enfrascados en otra peliaguda faena: el chequeo de aquellas empresas estatales que reportan grandes márgenes de utilidades. O sea que, y aunque parezca contradictorio, les molestan tanto las pérdidas como las ganancias que consideran excesivas.

Según los datos suministrados por el MFP, alrededor del 40% de las empresas que reportaron sus estados financieros al cierre de 2018  ̶ se admite entonces la existencia de entidades que cometieron la indisciplina de no reportar esos estados ̶  presentaron sobrecumplimientos del plan de utilidades por encima del 120%.

Los directivos del MFP argumentan que semejantes márgenes de ganancias se deben a varios factores, como la inejecución de gastos planificados, cambios en la estructura de las producciones, incremento de los surtidos secundarios, y a la venta de productos y servicios a precios por acuerdo con el cliente.

Es decir, que las entidades deben ejecutar, ni más ni menos, los gastos que les vienen asignados “de arriba”; no se ve bien que logren diversificar sus producciones más allá del encargo estatal; y sobre todo no deben aceptar que un cliente les pague un precio que los jerarcas de la economía estimen excesivo.

En ese sentido, la directora general de Atención Institucional del MFP, Lourdes Rodríguez Ruiz, apuntó que “La determinación de precios por parte de las empresas no puede desarrollarse en un ambiente donde se generen excesivas utilidades, solo por ese motivo, porque entonces nos alejamos del ambiente en el cual pretendemos fomentar el desarrollo de la empresa estatal socialista”.

Entonces, ¿cuál es el ambiente en que deben de desarrollarse las empresas estatales cubanas? ¿Acaso acostumbrarse a ser “buena gente” y cobrarle de menos al cliente con tal de no socavar las reglas de juego del socialismo?… ¡Le zumba!

En el fondo lo que más inquieta a los funcionarios del MFP es que esas ganancias por encima de lo planificado traen aparejada una retribución mayor a los trabajadores en aquellos casos en que las entidades tengan autorizado el pago por resultados. Esa conclusión se deriva también de la opinión que les merece a esos funcionarios la manera en que las empresas distribuyen las utilidades al final de cada año.

Como se conoce, las empresas pueden retener el 50% de las utilidades obtenidas en un año (el otro 50% debe aportarse al Presupuesto). Pues el MFP censura el hecho de que la mayoría de las entidades dediquen ese dinero a premiar directamente a sus trabajadores, y no lo asignen a otros fines, como las investigaciones y la capacitación del personal.

Después de analizar lo expuesto hasta aquí, una interrogante flota en el ambiente: ¿qué queda de la tan cacareada autonomía empresarial, que los mandamases de la economía cubana enarbolan como baluarte de la actualización del modelo económico?

Digan lo que digan, nos ronda el fantasma del Che Guevara, con su odio al mercado y su Sistema de Financiamiento Presupuestario que negaba la más mínima independencia a la empresa estatal.