Inicio Cuba La prensa oficial y el secuestro de dos médicos cubanos

La prensa oficial y el secuestro de dos médicos cubanos

Médicos cubanos secuestrados en Kenia (Foto Granma)

LA HABANA, Cuba. – París volvió a conmover al mundo, pero esta vez no emociona como en aquellos días en los que Hemingway contemplaba su luminosa apariencia, cuando la creyó una celebración perpetua. París no es una fiesta, no es una ciudad de luz. Vive en medio de la angustia y recuerda a la que antaño sufrió los rencores que despertara el arte gótico; cuando la catedral, esos enconos y toda la ciudad, consiguieron que Víctor Hugo escribiera “Nuestra señora de París”.

La desdicha de la Ciudad de la luz se junta a otras adversidades que empañaron la historia del mundo; aún se recuerda con la destrucción, también a causa del fuego, de la Biblioteca de Alejandría, ocurrida casi trescientos años antes del nacimiento de Cristo. Las brasas que acosaron a Notre Dame fueron tan enormes como las provocadas por Nerón cuando incendió Roma, o como las que destruyeron a Londres en el siglo XVII. Y en estos días se recuerdan esos fuegos destructores, grabados en la eternidad de la historia.

Siempre que se fijan los sucesos se hace historia. Gran responsabilidad de ello tiene la prensa, encargada de relatar hechos que podrían inscribirse en la gran tradición, fijándose en ella para siempre. En la vida moderna la prensa tiene la responsabilidad de visibilizar esos hechos y conseguir que perduren en la memoria, aunque a veces sucede lo contrario. No son pocos los sucesos trascendentes que son mirados con soslayo. Así suele suceder en Cuba, donde no todos los acontecimientos relevantes reciben las merecidas vigilancias.

Podría ser muy útil el cotejo de algunos sucesos ocurridos en la Isla con las atenciones dedicadas por la prensa. Probaré atendiendo a tres eventos y la a la manera en que fueron visibilizados. Ahora pienso en tres secuestros. El primero, el más añoso, ocurrió en La Habana de los meses previos al triunfo de los barbudos, en el Hotel Lincoln, ese que se levanta en la calle Virtudes y que ya no exhibe el glamour de los años en los que hospedara a tantas celebridades.

Fue en ese hotel donde se consiguió raptar a Fangio. Tres hombres armados lo obligaron a abandonar el hotel y a que abordara uno de los tres autos parqueados en la calle Virtudes. Todo sucedió el 24 de febrero de 1958, y los perpetradores del rapto eran miembros del “Movimiento 26 de julio”. Con la acción se pretendía hacer visible la fuerza de una organización clandestina que, desde la ciudad, apoyaba al Ejército Rebelde comandado por Fidel Castro.

Los captores y el secuestrado se convirtieron en un punto centralísimo del noticiario mundial. Esa acción que el discurso comunista cubano relata insistentemente, y con gran encomio, consiguió visibilizar la correlación de fuerzas en la Cuba previa al triunfo de 1959; y todavía hoy se exalta esa maniobra, y hasta se le considera como una hazaña, cuando en realidad fue un abuso brutal a pesar de los guiños de Fangio, el atropellado.

El segundo de los raptos que me interesa destacar fue el que hicieran al niño Elián González, y que tuvo a su madre, según la prensa de la isla, como la primera ejecutora; luego de la muerte de esta y del rescate del niño, la familia miamense de Elián reemplazó a la madre demonizada, convirtiéndose en los nuevos ladrones. El hecho consiguió gran trascendencia, el mundo entero hablaba de Elián, mientras  la “revolución”, a la que habían robado un vástago ganaba notoriedad. Fidel Castro se puso al frente y sacó a la calle a “todo un pueblo”, los conminó a bravuconear.

No sé cuánto se dejó de trabajar y producir en esos largos meses, muy pocos deben saberlo, quizá solo esos que organizaron las marchas, quienes en ellas hicieron discursos pomposos, y subían a sus autos cuando finalizaban las exaltadas peroratas. El niño Elián volvió y se hizo familia de Fidel Castro; “El padre, el hijo, y la revolución”.

El pequeño se convirtió en un fenómeno mediático, sirvió a Fidel y a la “Revolución”, quienes comprobaron los beneficios del “secuestro”. Fidel encontró justificaciones para hacer sus acostumbrados discursos de barricada. Elián fue la nueva excusa para demonizar al “enemigo”. El niño rescatado de las “crueles garras del enemigo” y recibido por Fidel, el gran redentor, el gran “héroe”.

Ahora no está Fidel, el de las grandes epopeyas discursivas. Ahora “el horno no está pa’ galleticas”, y quizá tenga que ver con esas circunstancias el cuidadoso seguimiento que se le ha dado al secuestro en Kenia de dos médicos internacionalistas cubanos. La filantropía de la “Revolución” y de sus profesionales de la salud es la bandera del discurso oficial, pero una madre no aceptará tranquilamente que secuestren a un hijo que viajó al África y desatendió a su familia porque quería conseguir un poco más de dinero.

Poco dicen los medios oficiales del asunto, poco se sabe del secuestro y de las condiciones que ponen los captores para devolver a los retenidos. Esta vez la prensa procede con cautela, decide abandonar la bravuconería. Sin dudas la decisión de “bajo perfil” viene de arriba; aunque comentarios parecidos a estos que ahora escribo podrían figurar en la conversación de los cubanos y de los familiares de los secuestrados

Ninguna madre se acostumbra a la ausencia del hijo, ningún hijo entiende el viaje del padre y mucho menos la posibilidad de que no regresen. Ningún niño tiene que sufrir el secuestro de su padre. Cada madre debe dormir tranquila, sin que la acose el sobresalto de un toque en la puerta de su casa. Ningún padre quiere mirar en el umbral de su puerta a un extraño que le cuente que unos islamistas secuestraron a su hijo.

El bajo perfil que dedican al asunto es oprobioso; este 18 de abril, en una breve nota publicada en el periódico Granma, se informaba de las conversaciones de Díaz Canel con los presidentes de Kenya y Somalia, y de cuánto estaba dispuesto a hacer el gobierno cubano para conseguir el regreso de Assel y Landy, aunque no se exponen las verdaderas causas del secuestro ni las estrategias que seguirán los gobiernos de Cuba y Kenya para salvar la vida de esos médicos.

La “colaboración” médica es una de las banderas del gobierno cubano a la hora de ensalzar las bondades del socialismo isleño, aunque los cubanos no se enteren jamás, al menos a través del discurso oficial, de cuánto de redituable tiene esta “generosidad isleña”. El silencio que rodea el asunto es irresponsable, es cómplice. ¿A qué temen? ¿Acaso suponen que hechos como estos traerán como consecuencia que den al traste con la disposición de los profesionales a cumplir esas misiones?

¿Cuánto tiene de negocio la solidaridad cubana que exaltan los comunistas? ¿Se preguntarán Assel y Landy porqué el médico Antonio Castro no correrá nunca esa mala suerte?

No sabemos lo que conoce el gobierno ni cómo procederá en lo adelante. ¿Será capaz de pagar un rescate? ¿Volverán como los cinco? ¿Estará dispuesta la prensa oficial a entrevistarlos sin sugerir antes las respuestas? No tenemos todos los detalles, pero el suceso está fijado, aunque la prensa oficial comentará con más detenimiento las exaltadas llamas que hicieron caer la aguja de Notre Dame que el secuestro de esos médicos cubanos. ¿Cuál será el final de esta historia?