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La tardía rehabilitación de Ela O’Farrill

Ela O’Farril (Blog de Tania Quintero)

LA HABANA, Cuba. – No tiene comparación la cara dura e hipocresía de los comisarios que rigen la cultura oficial en Cuba: han dedicado a la compositora Ela O´Farrill el Festival Longina de la Trova Cubana, que se inició el 8 de enero en Santa Clara y culminó el 13.

Todo estaría muy bien con ese homenaje, más que merecido, en la ciudad donde nació la compositora en 1930. Solo que los organizadores del evento hicieron como si tal cosa y no tuvieron la decencia de explicar a los que no saben quién fue Ela O’Farrill, por qué durante décadas estuvo borrada de los anales de la música cubana, explicarles que en los años 60 fue censurada, vejada, calificada de “gusana”, sometida al ostracismo y forzada al exilio —sí, porque fue un exilio aunque en sus últimos años le permitieran venir varias veces a Cuba a visitar a sus familiares y amistades— por el único delito de componer una canción de amor que se llamó “Adiós felicidad”, que fue considerada contrarrevolucionaria por unos ridículos censores a los que ya no se les ocurría qué más prohibir.

¿Qué pretenden los comisarios que nunca se arrepienten por sus errores y horrores, sino que si acaso, los justifican? ¿Desagraviar a Ela O´Farrill, reivindicarla, o como prefieren decir en su jerga, rehabilitarla? Es poco y demasiado tarde. La compositora se fue de este mundo sin que los comisarios le pidieran perdón por aquella ridícula prohibición de “Adiós felicidad”.

Los comisarios consideraron perverso que en la Cuba de 1962 alguien se atreviera a cantar “adiós felicidad, casi no te conocí…”. Había que estar feliz con la revolución, con las promesas del Máximo Líder, con el futuro luminoso del socialismo. No importaba que La Habana se llenara de mugre y de uniformes militares, que los boleros y el son fueran sustituidos por marchas guerreras, que hubiera fusilamientos a tutiplén, que las cárceles estuvieran repletas, que los alimentos hubieran sido racionados, que las vidrieras de las tiendas estuvieran vacías, que cada vez más familias estuviesen desgajadas, que el estado lo controlara todo, absolutamente todo, hasta con quién te acostabas, que el país estuviese a punto de ser borrado de la faz de la tierra debido a la decisión del Comandante en Jefe de instalar misiles nucleares soviéticos en Cuba… Así y todo había que ser feliz, no podía haber espacio para la tristeza.

La primera cantante que en 1962 grabó “Adiós felicidad” fue Doris de la Torre. Le siguieron Elena Burke, Bola de Nieve, Ela Calvo, la Orquesta Aragón. Y después, prohibieron la canción.

Lo que azuzó la jauría fue un artículo de Gaspar Jorge García Galló, un bilioso plumífero estalinista que veía alusiones contrarrevolucionarias hasta en la sopa. Parece que, de tan atareado con las tareas comunistas y con la sensibilidad de una garrapata, nunca sufrió por penas de amor…

Una noche, a Ela O’Farril, que tenía 32 años y trabajaba como maestra, no la dejaron entrar al lobby del hotel Saint John, en El Vedado, donde cantaba con su guitarra, alternando con José Antonio Méndez, y se la llevaron arrestada. La interrogaron, le preguntaron acerca de la gente con quien se relacionaba, qué se proponía al hacer canciones pesimistas y derrotistas como “Adiós felicidad”. Antes de ponerla en libertad, le dijeron que sabían que era homosexual —probablemente dijeron “Invertida” o “tortillera”, que eran los términos que empleaban entonces y hasta no hace mucho— y le advirtieron de las consecuencias que acarreaba violar “la moral revolucionaria”.

Poco después, la cantautora, desolada, se topó a Fidel Castro, que comía en un restaurante en la esquina de 23 y O, en El Vedado, y logró acercarse y darle las quejas. El Comandante la escuchó, y afable, risueño, con aires de perdonavidas, le dijo que no pensaba que “Adiós felicidad” fuera contrarrevolucionaria, que “los desengaños amorosos podían ocurrir en cualquier circunstancia”.

Esa anécdota la contó la doctora Graciella Pogolotti en su libro “Polémicas culturales de los años 60 en Cuba”. Pero contradiciendo el final feliz del asunto que da la doctora Pogolotti, mi amiga y colega Tania Quintero, que reside en Suiza, exiliada, desde hace 15 años y que es la persona que con sus escritos en Penúltimos Días y en su blog, más ha hecho por rescatar del olvido a Ela O’Farrill —le hizo una excelente entrevista vía email en el año 2008— se pregunta si la compositora “encontró a Fidel antes o después de haber sido llevada a Villa Marista o si fue arrestada por la osadía de localizar y hablar con el Comandante”.

Lo cierto es que durante muchos años no se volvió a escuchar “Adiós felicidad” en la radio cubana, y a Ela O’Farrill la arrinconaron y ningunearon hasta que no encontró mejor opción que irse a vivir a México en 1969, donde murió en octubre de 2014.

Es bueno recordar estas historias de infamias, que de tan ridículas pueden parecer increíbles, para que los muertos que lo merecen puedan descansar en paz, para que los comisarios buitres no consigan saquear sus tumbas.

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