Inicio Cuba La tribuna de las perretas, reflejo de la Cuba posfidelista

La tribuna de las perretas, reflejo de la Cuba posfidelista

Obras de restauración en la Tribuna Antimperialista (Foto Cubadebate)

LA HABANA, Cuba. – El gobierno provincial de La Habana negó que vayan a demoler la Tribuna Antimperialista. Explicó que los trabajos que se allí se llevan a cabo son para restaurarla, y hacer algunas modificaciones, pero “sin hacerle perder su esencia”.

Es una pena que no se embullen y eliminen de una vez ese enorme adefesio de aspecto nazi-estalinista que afea el Malecón, estorba el tránsito y que es totalmente inservible para los habitantes de la capital.

Si alguna vez les ha servido la Tribuna a los habaneros para algo que valga la pena fue para los conciertos de Air Supply, Kool and The Gang, Audioslave y Rick Wakeman. Y eso a pesar de que debido al viento que sopla del mar, la acústica del lugar es pésima. Pero ya ni para conciertos servirá la Tribuna, porque lo primero que demolieron fue el escenario y los camerinos.

Y ni soñar con que los vecinos puedan seguirse robando lo que puedan de los escombros, como hicieron luego de los destrozos del huracán Irma, porque los segurosos, a pie o montados en las Suzukis, vigilan el lugar.

Como lo llaman el Protestódromo, se pudiera pensar que pudimos aprovechar la Tribuna para protestar, que sobrados motivos tenemos los cubanos para ello. Pero no. Quienes único se han atrevido a protestar allí ha sido la bloguera Yoani Sánchez, durante un concierto de Pablo Milanés, para reclamar que pusieran en libertad al rockero Gorky Águila, y enseguida se la llevó a rastras la policía; y en memorable ocasión, Roberto Carcasés, el pianista y director del grupo Interactivo, que con tremenda nota, dio la nota (valga la redundancia), cuando en un maratónico espectáculo engalanado de cintas amarillas, como las de aquella vieja canción de Tony Orlando, para demandar la liberación de los Cinco, se le ocurrió, en medio del tumbao, pedir “libertad para María”, sin necesidad de explicar, porque todo el mundo entendió, que la tal María no era una Dama de Blanco sino la marihuana.

A la Tribuna Antimperialista, para la que utilizaron otra vez más el nombre de José Martí, en vez de protestódromo debían llamarla perretódromo, porque para lo único que sirvió fue para que Fidel Castro, su creador, y manadas de servidores suyos, escenificara sus frecuentes y aburridas perretas antiyanquis.

El Máximo Líder ordenó construirla en enero del año 2000, cuando estaba en su apogeo la Batalla de Ideas y la estruendosa campaña porque regresaran de Miami a Elián González. La obra se terminó en menos de tres meses. No escatimaron recursos para su construcción. Lástima que tanto cemento, acero y arena, no se hubiera empleado, en vez de para complacer un capricho rencoroso, en construir casas para las miles de personas que no tenían o en reparar las que acabaron cayéndole encima a sus moradores.

Cuando se estaba construyendo aquello, como no se sabía qué sería, porque la obra fue concebida como una operación militar, en el mayor secreto (en Cuba todo es secreto de estado), algunos especulaban que sería un muro inmenso que cercaría la entonces Sección de intereses norteamericana y frente al que se erguiría una estatua de Oscar Niemeyer. Finalmente, resultó el adefesio de hormigón bajo arcos de acero que conocemos. Y el llamado Monte de las Banderas, que más espantoso no pudo ser, especialmente cuando en los 138 mástiles ondeaban al viento aquellas tétricas banderas negras con una estrella blanca en el centro.

Ya dijeron que no la demolerán, así que la Tribuna Antimperialista seguirá ahí, fea y contraproducente, pero desafiante, como guaposo de aguaje y qué volá, frente a la sede diplomática norteamericana. Si acaso, como anuncian, la modificarán un poco, pero sin que pierda su esencia —ustedes saben cuál—, como han hecho los sucesores con todo lo que quedó de la Era Fidelista.

[email protected]