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Las mejores vistas de La Habana

LA HABANA, Cuba.- “Las mejores vistas de La Habana”, así se promociona un bus turístico que recorre el centro de la capital al precio de 10 dólares el asiento, una cantidad que representa poco más de un tercio del salario promedio mensual de un cubano. Aun así, parece adecuado como cualquier “servicio” que invite al visitante, extranjero o criollo solvente, a verificar que no está tan jodido como esos “pobres cubanos” que van quedando atrás, según avanza el paseo.

En la isla, los empresarios del ocio parecen obsesionados con eso de las “vistas”.

Desde las piscinas de bordes infinitos en los hoteles Manzana y Packard o el bar-terraza del Zaratoga es fácil observar cómo los cubanos cuelgan en racimo de las puerta de los autobúses, acarrean agua a cubos desde los carros pipas o cómo entran cabizbajos a la bodega desolada o pasan de largo ante la vidriera de una tienda.

También, mientras un camarero les lleva un mojito o un daiquirí al jacuzzi, pueden apreciar cómo los que tienen un poco menos de pobreza hacen fila por una botella de aceite o se gritan de balcón a balcón que sacaron picadillo en La Época o que van a quitar la electricidad a las 6 de la tarde, es decir, a la misma hora en que el agua caliente se vierte a chorros en los baños de una suite del Hotel Parque Central o que se encienden las luces del restaurante del Hotel Telégrafo porque comienza el servicio de cena, espectáculos que cualquier cubano es libre de observar, aunque desde la calle y a expensas de terminar encarcelado por acoso al turismo o tentativa de asalto.

En ese entusiasmo por ofrecer las “mejores vistas”, un nuevo Cinco Estrellas se construye a toda prisa detrás del Tribunal Provincial de La Habana.

En poco más de un año, quizás antes, quedará inaugurado ese desde cuyos ventanales el huésped podrá divertirse mientras observa, a pocos metros de distancia, la caldeada cotidianidad de una cuartería apuntalada donde una pequeña representación del pueblo de Cuba sufriría por los estragos del “bloqueo” pero no por la incompetencia, el desdén o la corrupción de las autoridades.

Tres elementos que el turista puede hallar en cualquier ángulo hacia el que apunte la mirada o la cámara fotográfica. También los cubanos de a pie, incluso dentro de sus propios hogares, pero estos solo valen como figurantes en el encuadre fotográfico del forastero, verdadero protagonista de la vida nacional.

A los cubanos nadie les consulta directamente en qué desean invertir el presupuesto estatal o los fondos para la restauración que donan algunos gobiernos como los de Arabia Saudita, China, España o Rusia, o ya bien las ganancias de la parte cubana por la administración de los hoteles “de altos estándares” emplazados en su entorno, o si están de acuerdo en restaurar el Capitolio para que se instale una Asamblea a la que no le preocupa si el edificio multifamiliar que tiene al frente está en peligro de colapsar.

Se habla incluso de que los abandonos son parte de ese ambicioso plan de inversiones que desea convertir la franja del Paseo del Prado y sus calles aledañas en un circuito de lujo, un modo de obligar a que los “pobres” se larguen por su propia voluntad, es decir, por el miedo a morir o a quedar atrapados bajo los escombros, cuando no a padecer por una alergia o afección respiratoria a causa del polvo que generan las construcciones vecinas.

Las quejas de los afectados y ofendidos andan rondando por algún que otro buró en quién sabe cuál oficina del gobierno, quizás han sido archivadas junto a otras de años atrás hasta conformar un gigantesco memorial de insalubridades, maltratos, desidias y desesperanzas.

En fin, es parte de lo que tendremos para celebrar los 500 años de una urbe. Guaguas y hoteles caros cual miradores de “altos estándares” a cuyos pies se extiende un paisaje tan raro como el mismo olor a orine rancio que desprende cualquier esquina del Paseo del Prado, ese mismo que sirvió de pasarela a Chanel, quizás como prueba irrebatible de que el dúo opulencia-miseria, en alto contraste, ya es parte de ese “valor agregado” del producto “Cuba”.