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Las penurias íntimas de las mujeres cubanas

Almohadillas sanitarias en un puesto de venta ambulante (Foto de la autora)

VILLA CLARA, Cuba. – A Yudelkys Sosa le duelen los ovarios, lo asegura sin pudor frente al mostrador de la farmacia. Tiene 28 años y siente que miles de agujas le perforan el vientre. Ha esperado de pie, sin embargo, durante dos largas horas hasta que le entreguen los dos paquetes de almohadillas sanitarias correspondientes mayo y abril, porque el mes pasado “estaban en falta”.

La dependienta, la única esa tarde, informa que todos los clientes deben hacer una sola fila: “La misma para las íntimas y para las pastillas. Por favor, organícense”, reclama ella, con actitud pusilánime, mientras saca cuentas sobre un papel amarillento para no errar en la devolución a los clientes.

Mucho antes de que Yudelkys llegara y pidiera el último, una multitud de ancianos ya esperaba para comprar los medicamentos “por tarjetón”. “Cuba es el país de las colas”, vuelve a protestar la doliente y se resigna a otro intervalo de espera.

En el segundo piso de la farmacia resaltan las pacas de almohadillas sanitarias marca “Mariposa”, producidas en Cuba por Mathisa, la Empresa de Materiales Higiénico-Sanitarios. Estas íntimas se entregan de forma normada a las mujeres cubanas desde que cumplen diez años hasta que alcanzan los 55. En el paquete de diez unidades un rótulo en naranja indica que contiene almohadillas “superfinas con alas”, “nuevas” y “con mayor absorción”.

“Total, si son malísimas”, contradice Yudelkys, que accede a ser entrevistada. “Yo misma he pasado tremendas penas en la calle. A una amiga mía, que es maestra, se le cayó una en el aula enfrente de todos los muchachos. A las íntimas no les echan ʻpegolínʼ, se corren para arriba y para abajo, y algunas que han venido no tienen alas para sujetarlas al blúmer. Eso, sin contar que el algodón que le ponen no aguanta ni un round. Es imposible soportar más de una hora con una de ellas porque te pelan los muslos”.

Además de la pésima factura de las almohadillas sanitarias, las mujeres cubanas se quejan del retraso constante del abasto en las farmacias. A principios de cada año están obligadas a censarse oficialmente como muestra de que aún necesitan el producto sanitario. Si no lo hacen en la fecha prevista, no se les otorga el derecho a la compra y, si acaso el período menstrual aparece en edades más tempranas o se extiende más allá de los 55 años, un especialista debe “certificar” que aún atraviesan un “período de fertilidad”.

Almohadillas sanitarias en un puesto de venta ambulante (Foto del autora)

“Hay que estar averiguando todo el tiempo si llegaron o no. Si no vienen ese mes tienes que ir a comprarlas por la calle por diez pesos cada paquete a gente que les sobran, o que se las roban. Yo, en cada menstruación, consumo dos o tres paquetes. ¿Cómo van a alcanzarle a una mujer diez íntimas nada más? Tendrías que usar una por día y andar sucia por ahí”, prosigue ella.

Por ejemplo, una trabajadora estatal tendría que emplear más del 30 por ciento de un salario básico para adquirir un fajo de íntimas o una caja de tampones en las tiendas recaudadoras de divisas.

El tema de las almohadillas sanitarias no suele formar parte de las agendas informativas de ningún medio de prensa en el resto del mundo. Lógicamente, tampoco debería normarse su empleo, como si el ciclo menstrual ocurriera de la misma manera en todas las mujeres. El periódico oficialista Granma ha hecho referencia, aunque vaga, a los criterios de la población respecto a la calidad de las “íntimas”, pero nunca ha ofrecido respuestas convincentes a los reclamos de las mujeres.

Algunos directivos entrevistados achacan la imperfección del producto a la falta de materias primas, al retraso de importaciones, a dificultades tecnológicas. A finales de 2018, el gobierno prometió la instalación de una fábrica vietnamita en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel dedicada a la producción de productos sanitarios. Semejante industria significaría mayor estabilidad en la mercancía pero, hasta hoy, los medios no han vuelto a referirse al tema.

Ante la crisis de artículos de primera necesidad en Cuba hay quien avizora un período especial más crudo que el anterior. “Mi mamá me hablaba de las patas de pantalón picadas, de los pedacitos de sábanas viejas que usaba como ʻíntimasʼ durante los años 90”, explica Yudelkys. “Si te pones a analizarlo esto [las penurias de las mujeres para conseguir almohadillas sanitarias] es hasta un poco discriminatorio”.