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Lis Cuesta Peraza: el show invisible de la Primera Dama

Liz Cuesta Peraza y Miguel Díaz-Canel en Villa Clara (Foto Reuters)

VILLA CLARA, Cuba.- Este 12 de noviembre, el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel regresó de su gira por países del continente euroasiático, periplo ampliamente seguido por los medios estatales de prensa y en el cual lo acompañó una delegación ministerial. Como parte de ese grupo también se encontraba su esposa, la flamante primera dama Lis Cuesta, a pesar de que los cubanos nunca hayan escuchado su nombre precedido de tal apelativo en el noticiero nacional.

Sería falso afirmar que Lis Cuesta Peraza, holguinera de 47 años y segunda esposa de Díaz-Canel, nunca ha tenido visibilidad pública cuando, en realidad, ya se le había visto acompañando a su marido en giras en el exterior mientras este era primer vicepresidente, así como durante las pasadas elecciones generales, momento en el cual su tatuaje causó revuelo en las redes sociales.

Ahora ella es la Primera Dama de Cuba, un título que, si bien no está recogido en la Constitución y nunca se usó durante los años de los Castro, alegando rezagos burgueses contrarios a la Revolución, puede cobrar fuerza en el vocabulario popular, cada vez más cercano a las tendencias internacionales.

“Yo no puedo decir qué funciones tendrá a partir de ahora o qué significa que la llamen así, pero el hecho de que la mencionen en los medios como primera dama es realmente algo sin precedentes”, refería a BBC Mundo el exdiplomático cubano Carlos Alzugaray, tras escuchar una pequeña alusión en el noticiero del mediodía durante la visita a Cuba de Nicolás Maduro y su esposa Cilia Flores. Luego, el título de Primera Dama fue eliminado de la voz en off para la emisión nocturna del mismo espacio.

Desde entonces, su figura es vista al lado de su esposo en importantes actividades políticas y de gobierno, pero sin mencionar su nombre y mucho menos su estatus. Cuando Díaz-Canel estuvo en la ONU, en New York, ella fue miembro de la delegación oficial que lo acompañó y llevó una agenda propia. Nadie supo en realidad a qué fue, ya que los medios nunca lo informaron, y aunque las redes sociales se inundaron con las imágenes de la pareja presidencial bailando salsa, el ciudadano desconectado nunca se enteró. De igual modo, el silencio la recubrió en esta última gira internacional por Rusia, Corea del Norte, China, Vietnam y Laos.

Contrario a lo que podría pensarse, el único medio de esas naciones que dedicó un espacio a la agenda de Lis Cuesta fue la Agencia Central de Noticias de Corea del Norte, cuando reportó los días 5 y 6 de noviembre sus visitas al Palacio de Escolares y Niños de Mangyongdae y a la Universidad de Música Kim Won Gyun, acompañada de su par norcoreana Ri Sol Ju. En ambos centros, Cuesta y su comitiva fueron atendidos por altos funcionarios del Partido del Trabajo de Corea, así como por profesores y estudiantes.

En el Palacio de Escolares y Niños de Mangyongdae “ella recorrió las salas de los círculos de danza coreana y kayagum (instrumento musical tradicional de Corea), la piscina y otros puntos escuchando explicaciones de cómo los alumnos coreanos desarrollan sus talentos y vocaciones en esa institución de educación extraescolar”; mientras, en la Universidad de Música, “Lis Cuesta Peraza estuvo en varios lugares, como el aula de la facultad de música vocal, escuchando las explicaciones sobre el historial de la universidad desarrollada como fidedigno centro de formación de los músicos competentes”; refirieron ambos reportes.

Numerosos y variopintos han sido los comentarios de los cubanos sobre este tema. A inicios de la presidencia de Díaz-Canel podían leerse en el sitio Cubadebate opiniones como las de Luis Enrique: “Desde que triunfó la Revolución, ese título nobiliario, por así decirlo, se borró de nuestra constitución y sigo abogando porque así sea”. Otro usuario nombrado Rigo se pronunciaba a favor de que mencionaran a Lis de la siguiente manera: “La que lo acompaña es su esposa…no una estatua o un búcaro…merece ser reconocida oficialmente”; mientras que otro identificado como Dr. expresaba: “Qué bueno que tenemos la oportunidad de que nuestro nuevo presidente salga en público con su esposa, que es lo más normal y da ánimo de familia, que es la célula básica de la sociedad”.

Ahora, el criterio popular ha tomado un rumbo más concreto. Tal es el caso de Ludmila Ramos, una cuentapropista que expresa que presentar a su esposa “humaniza más a una figura como Díaz-Canel”. El hecho de que un presidente se muestre con su pareja en público hace que la gente quizás lo aleje del endiosamiento” que existía con Fidel y Raúl. Por su parte, la socióloga Jazmín Zulueta identifica al fenómeno como “una práctica habitual en el mundo. Nos incorporamos a ella y lo estamos haciendo con tacto pues, aunque todos sabemos en qué consiste este tipo de títulos, todo tiene un primer y un segundo paso, teniendo en cuenta nuestras costumbres en el tema tras el triunfo revolucionario”.

Para el joven biólogo Lázaro Urrutia, tener una primera dama en su país es algo relevante “porque ella, en su condición, puede representar valores necesarios para el desarrollo familiar, así como impulsar proyectos culturales, sociales y representar al país en eventos internacionales de mujeres. Una mayor visibilidad suya en la prensa sería bien recibida por la gente porque como esposa del presidente también es la cara del país más alejada de la política cruda. Ella sería como el rostro suave y hermoso de la política”.

Con relación a este último tema, el profesor de idiomas Carlos García entiende que “si va a tener una agenda, esta debe hacerse pública. Si va a consumir el fondo público para viajar y acompañar al presidente o para representar a Cuba en encuentros de primeras damas, debe haber explicación de su agenda en temas específicos, aunque tenga su trabajo como lo que ella sea profesionalmente”.

En muchos países, se ve a la primera dama como un cargo político con presupuesto estatal, funciones y rutinas establecidas y amplias expectativas sobre quien lo ocupe. No obstante, algunas mujeres han decidido no asumir tal posición, como es el caso de Julie Gayet, compañera del expresidente francés François Hollande, quien decidió no formar parte de la vida política que arrastraba a su marido y mostrar un modelo específico de mujer que mantiene su trabajo a pesar del cargo de su esposo.

Tras lograr la independencia de España, la primera mujer en ser denominada Primera Dama en Cuba fue Mariana Seba, pareja del presidente Mario García Menocal (1917-1921); mientras que la última vez que se utilizó el título fue durante el corto gobierno de seis meses de Manuel Urrutia, quien asumió la presidencia con el triunfo de la Revolución.

Quizás, si la nueva constitución llega a implementarse, la clase política modifique algo su discurso y se reconozca legalmente la figura de Primera Dama dentro del sistema político. Por el momento, el cargo no existe oficialmente y no tiene oficina ni presupuesto propio como ocurría antes de 1959.