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Lo que le ha dejado a Cuba el 2018 Cubanet

Castro en el acto por el aniversario 50 de la muerte del Che Guevara (citizen.co.za)

LA HABANA, Cuba.- A menos de tres de meses de que Raúl Castro abandone el sillón presidencial, no el poder, las esperanzas de un alivio en los dominios de la pobreza en que sobreviven la mayoría de los cubanos, son nulas.

La revista especializada Cuba Standard le puso hace unos días números al desastre económico, después de una valoración despojada de los remiendos estadísticos con que un grupo de burócratas y comisarios logran el sobrecumplimiento de casi todos los planes productivos a nivel nacional y los compromisos de repetir el procedimiento, siempre que se lo dicten desde las oficinas del Buró Político.

Con un decrecimiento de entre -1,4 y -0,3 por ciento del PIB al cierre de 2017, según los pronósticos de este medio y sin que se vislumbren iniciativas aperturistas de mayor calado, la situación para el 2018 apunta a un avance notable en el deterioro del nivel de vida.

El general-presidente se ha encargado de velar que ningún cubano sobrepase el umbral de la pobreza, con decretos y prohibiciones de todo tipo, y ese legado se mantendrá en la agenda del heredero al trono.

La miseria ha sido una de las herramientas para mantener el poder absoluto junto al ejercicio de una represión científica.

Con esa combinación, el totalitarismo parece que va a llegar sin muchos problemas a sus 60 años de existencia.

Lo más triste de la tragedia que nos ha tocado vivir es que sus promotores siguen disfrutando de una legitimidad internacional fuera de cualquier duda.

Raúl Castro acaba de recibir un nuevo espaldarazo, esta vez de la Comunidad del Caribe, en el marco de la Sexta Cumbre Caricom-Cuba celebrada en Antigua y Barbuda.

A esto habría que agregar el escaño obtenido en el Consejo de Derechos Humanos para el período 2017-2019.

La dictadura ha sido electa como miembro de esta institución para cuatro períodos de tres años (2006-2008, 2009-2011, 2014-2016 y 2017-2019).

Resulta paradójica la aceptación de una dictadura que transgrede de manera flagrante y sistemática la mayoría de los artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Es increíble como el mundo se pone al lado de personas que han convertido el país en un almacén de ruinas y que mantienen un sistema carcelario, formado por más de 200 cárceles y campos de trabajo, y donde ahora mismo languidecen más de 100 presos por motivos políticos.

A Cuba se le identifica con el embargo que mantiene Estados Unidos desde la década del 60 y por las llamadas misiones internacionalistas en decenas de países, entre las que se destacan las brigadas de médicos enviados a zonas peligrosas como esclavos. Muchos de ellos, después de desertar, han denunciado la apropiación del 75% de sus honorarios por parte del Estado.

Las detenciones arbitrarias, los actos de repudio y el drama de los prisioneros son obviados o en el mejor de los casos interpretados como eventos de bajo perfil.

Relativamente son pocas las personalidades y los gobiernos que nos tienden la mano.

Una realidad que atrasa los objetivos de las agendas prodemocráticas y alarga la existencia de un régimen que se niega a compartir el poder.