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Lobos y hermanos

Ómnibus cubano (Foto archivo)

LA HABANA, Cuba.- En la carta de un lector nombrado “José” colgada en el sitio web oficialista Cubadebate a fines del pasado septiembre, se denunció un acto de discriminación contra una joven minusválida, perpetrado por un chofer de ómnibus. Del texto de la nota se colige que los hechos acaecieron cerca de las ocho de la noche del día 29 de ese mes.

El sucedido tuvo lugar en un vehículo de la ruta A40 (antes 400): Montó a la guagua un grupo de jóvenes, quienes le pidieron al chofer que abriera la puerta trasera, para poder subir a una amiga en silla de ruedas. A las objeciones del trabajador (que este objeto no cabía en el bus), los muchachos expresaron su disposición a sentar a la impedida física en uno de los asientos que le están reservados y plegar la silla.

Ni esos razonables argumentos ni las exhortaciones de otros pasajeros surtieron efecto en el conductor, quien se retiró velozmente del lugar. A mucha insistencia, abrió la puerta sin detener la marcha, para que los acompañantes de la valetudinaria pudieran bajarse y no dejar a su compañera sola en la parada.

Por supuesto que, en principio, merece absoluta condena la actitud de quien “José” califica como un “chofer deshumano”. Sí me parece justo hacer una salvedad, y es que se determine si el ómnibus iba simplemente lleno o absolutamente repleto. Desde luego que si el vehículo se encontraba en estas últimas condiciones (que es lo habitual en Cuba), entonces puede resultar físicamente imposible no ya subir una silla de ruedas, sino hasta que monte un pasajero delgado más.

Cualquiera que fuere el caso, el incidente pone de manifiesto algunas de las características de los funcionarios y periodistas del castrismo. Tres días después del suceso, todavía los burócratas del Ministerio del Transporte (MITRANS) no habían reaccionado. Esto lo destacó un post colgado en Cubacomenta el 3 del corriente. Allí se planteaba, citando a “una fuente de entero crédito”, lo siguiente: “Cubadebate aún no ha obtenido una respuesta por parte del Ministerio de Transporte”.

El affaire dio pie a que surgieran contradicciones entre los informadores castristas: Según Cubacomenta, “una periodista de Granma consultada dijo que ‘como eso es asunto de Cubadebate, Cubadebate es el que debe darle seguimiento al asunto’, una respuesta que deja en muy mala situación al periodismo cubano de estos tiempos”. (Comento a mi vez: A confesión de parte…).

El pasado miércoles 17 (¡una quincena más tarde!), el tema fue abordado por otro colega en la Emisión Estelar del Noticiero Nacional de Televisión (NTV). A estas alturas se anunció que el MITRANS le había fijado al responsable una medida cautelar, y que en su momento se divulgaría la sanción que le fuera impuesta, en su caso.

Lo más original de todo esto es que el comentarista del NTV abordó el asunto como si se tratara de un hecho ocurrido la víspera. ¿Por qué la inusitada demora? ¿Será que los plumíferos y cotorrones de la Isla estaban esperando el visto bueno de los burócratas del lóbrego Departamento Ideológico del Comité Central, que son los que dicen qué se puede publicar, y cómo? Es probable.

¡Qué diferencia con la prensa de los países democráticos, que corre detrás de la noticia para cumplir con su deber de informar a la ciudadanía! Esto puede constatarlo el pueblo cubano al ver el culebrón brasileño de turno (“Fina Estampa”), que es un auténtico bodrio, pero que en esto refleja la realidad de los verdaderos informadores del mundo libre.

El asunto se presta para destacar otras diferencias entre los países que viven en el progreso y los que gimen bajo el atraso implantado por el socialismo autoritario. Es el caso que, antes de que agentes del régimen me informaran el pasado julio que yo “no estaba autorizado a viajar al extranjero”, pude visitar los Estados Unidos. Allí tuve la oportunidad de ver más de una vez cómo se desarrollan acontecimientos análogos.

Yo viajaba en un ómnibus local de Miami. En una parada, esperaba un minusválido en su silla de ruedas. El chofer detuvo el vehículo en firme y accionó un mecanismo que transforma la escalerilla de entrada en una rampa. Acto seguido abandonó su puesto de trabajo y subió el asiento transversal delantero del vehículo. Una vez que el impedido físico entró con toda comodidad por la rampa, se instaló en el espacio que ocupaba el asiento. Allí el conductor aseguró por delante y por detrás la silla de ruedas con sendas cadenas, para que no pudiera desplazarse. Sólo después subieron a la guagua los restantes pasajeros que aguardaban en la parada, y el ómnibus reanudó la marcha.

Confieso que esto, que supongo que sea un espectáculo habitual para los habitantes de países desarrollados (al menos, para la minoría de ellos que viaja en ómnibus), ocasionó el pasmo de un cubano de la Isla como yo, que durante decenios había estado impedido de salir al extranjero. Como puede apreciarse, en Miami no hubo necesidad de que varios amigos de una inválida estuviesen dispuestos a subir a pulso su silla de ruedas, o a cargar a la ocupante para instalarla en un asiento del vehículo…

Lo más irónico de esta situación es que ella ilustra, en un ejemplo práctico, las diferencias abismales entre un país que, según la propaganda comunista, es de “explotación despiadada” y en el que “el hombre es lobo del hombre”, y otro de “compañerismo fraternal” y en el cual “el hombre es hermano, camarada y amigo del hombre”.

¡Qué asco! ¡Cuánta manipulación! ¡Qué de mentiras!