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Los amores de Marte y Venus. Un estreno de Danza Contemporánea de Cuba

LA HABANA, Cuba.- En la danza contemporánea cubana es poco usual la recurrencia a los clásicos. Sin embargo, en medio del clima de anticipación por el aniversario 500 de la fundación de la Villa de San Cristóbal de La Habana, y para festejar los veinte años de trabajo del British Council en materia de cultura, educación, ciencia y deportes, la compañía que dirige Miguel Iglesias se ha unido a la coreógrafa británica Lea Anderson para el estreno mundial de la obra Los amores de Marte y Venus, compuesta en 1717 por el inglés John Weaver.

Desde el 28 de septiembre y hasta el 14 de octubre, durante los días y en los horarios habituales, la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso” presenta la versión de Anderson sobre el clásico de Weaver, una pieza concebida sobre la idea de combinar literatura clásica, teatro inglés de principios del siglo XVIII y una fuerte influencia de la pantomima italiana.

Si bien Lea Anderson se ajustó en todo momento al libreto original, trescientos años después Los amores de Marte y Venus vuelven a escena con la libertad de movimientos propia de la danza contemporánea. La improvisación de los bailarines ha sido enriquecida por el singular método de trabajo de la coreógrafa, quien no solo se inspiró en el vasto universo visual de la cultura grecorromana; también aprovechó imágenes contemporáneas, peleas de esgrima, lucha libre, boxeo y lenguaje de señas.

Las peculiaridades de cada recurso ayudan a conformar una obra muy plástica, eficaz en el propósito de revivir para el espectador de nuestros días un tema mitológico ampliamente visitado por las artes, sin hacerlo lucir demasiado aburrido. Vestuario, maquillaje y música compensan, desde el punto de vista estético, la laxitud propia de los temas clásicos; un elemento que en el caso de Los amores de Marte y Venus se convirtió en handicap para mantener interesado al público seguidor de la danza contemporánea.

La coreografía es innecesariamente larga, con muchos movimientos reiterados; mientras que el diseño escénico pierde cierta coherencia gracias a una caja emplazada en el escenario, que representa la fragua de Vulcano. Excepto durante los pasajes en que el dios y sus titanes la convierten en centro de atención, la caja-fragua parece un accidente escenográfico que afecta la visualidad del conjunto.

A pesar de esta pequeña disonancia, volver a los clásicos es siempre una experiencia agradable, y ajustar una obra de más de tres siglos a los presupuestos estéticos contemporáneos, constituye un desafío. Los amores de Marte y Venus posee el valor de haber sido una pieza innovadora en su época. Hoy está considerada como el primer libreto formal publicado para una obra de danza, en contraposición a la costumbre de producir los entonces denominados “espectáculos dramáticos de danza”, que incluían explicaciones habladas o cantadas.

John Weaver utilizó solo gestos y movimientos, aunque más tarde, por motivos comerciales, se vio obligado a agregarle canciones y pasajes hablados. Esta estrecha relación de otros tiempos entre la danza y el arte dramático llega al público cubano por intermedio de Lea Anderson y ayuda a comprender mejor los orígenes y el desarrollo del ballet.

Cada programa incluye una coreografía de Danza Contemporánea de Cuba, que no por haber sido vista con anterioridad, ha merecido menos el interés y la ovación del respetable. La Consagración y Coil completaron cartelera durante las dos primeras semanas, con excelente acogida por parte del auditorio.

Los días 12, 13 y 14 de octubre Los amores de Marte y Venus concluirá su paso por La Habana, y Danza Contemporánea de Cuba repondrá su estreno más reciente, La segunda piel, para cerrar esta temporada con la cual inicia además las celebraciones por el 60 aniversario de la prestigiosa compañía, fundada en 1959 por el maestro Ramiro Guerra.