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Los opositores cubanos debemos aprender de Ricardo Bofill

Ricardo Bofill (miamiherald.com)

LA HABANA, Cuba. – Pese a que mucho lo admiré, no pensaba escribir sobre Ricardo Bofill, que murió el pasado 11 de julio. Pensaba que le correspondía, que lo harían mucho mejor, los que lo conocieron y estuvieron junto a él en los duros años cuando se inició en Cuba la lucha por los derechos humanos. Pero siento que se quedan cosas por decir, y no quiero quedarme con ellas atragantadas.

Los opositores debemos aprender de Ricardo Bofill. En muchos aspectos debiéramos tenerlo como referente.

Con la creación del Comité en Defensa de los Derechos Humanos, en 1976, estando preso en el Combinado del Este, y luego del Partido Pro Derechos Humanos, en 1988, fue de los primeros en demostrar que era posible lo que hasta ese momento resultaba impensable: enfrentar al régimen castrista con métodos pacíficos. Aquello parecía impensable en esa época. Bofill y los que se atrevieron a seguirlo -Tania Díaz Castro, Reinaldo Bragado, Rolando Cartaya, Adolfo Rivero Caro y otros- que por temerarios fueron tildados de locos, demostraron que se podía. Si no hubiese sido por ellos, no existiera la actual oposición pro democracia ni el periodismo independiente.

Fue gracias a Bofill y sus compañeros que el mundo, que hasta entonces no escuchaba, se negaba a escuchar, reparó que en Cuba había una dictadura que violaba los mas elementales derechos humanos.

La dictadura, cuando se sintió retada por Bofill, intentó aplastarlo, pero no pudo, a pesar de que puso todo su más vil empeño en ello. No bastó la cárcel. No bastó que lo atacara personalmente Fidel Castro, quien lo acusó cual si fuera un terrible delito de escribir contra la Revolución, que lo amenazaran, lo difamaran, lo insultaran, que el periódico Granma lo bautizara como El Fullero, que en la TV repitieran hasta el cansancio aquel video editado por Seguridad del Estado, donde para desacreditarlo, cortaron y empataron, para sacar palabras y frases de contexto, hasta conseguir que el opositor apareciera diciendo, vivir de esto, chico, vivir de esto…

Fue contraproducente. El mundo entendió y ya nunca vio con los mismos ojos al régimen castrista.

Si Bofill no terminó sus días en las mazmorras del régimen fue gracias a la presión internacional, en particular del gobierno de Francia.

En 1988 Bofill consiguió viajar a Alemania. El régimen le forzó al exilio, al impedirle regresar a su país.

Cuentan que sus últimos años los pasó Bofill con la salud muy afectada, en la pobreza, en una humilde casa de un barrio de Miami de no muy buena fama. Por suerte, no le faltó el acompañamiento de Yolanda, su esposa, siempre fiel e inquebrantable.

Bofill, modesto, demasiado modesto, nunca reclamó honores ni protagonismos. Y tenía todas las razones para hacerlo. Debieran aprender de él, tomar ejemplo, esos opositores que se desviven por los reconocimientos y papeles protagónicos, aun a riesgo de echar a pique el mejor proyecto, los que se niegan a firmar un documento si su firma no es de las primeras o si discrepan en una coma, los que creen que la razón les pertenece únicamente a ellos y soberbios, consideran como enemigos a los que no coinciden totalmente con ellos.

Debemos agradecer a Bofill por la lucha que inició. Pero sobre todo, por el ejemplo de virtud y dignidad que nos lega. Ojalá aprendamos.
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