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Los riesgos del parlamentarismo

La “unanimidad” es un rasgo distintivo del llamado parlamento cubano (Foto archivo)

LA HABANA, Cuba.- La nueva constitución, con el partido único y la irrevocabilidad del socialismo y todos los derechos condicionados a “los fines de la sociedad socialista”, busca la perpetuidad del castrismo posfidelista. Para ello, siembra con minas todos los caminos que pudieran, eventualmente, conducir a una transición a la democracia.

El extraño y caprichoso híbrido entre el sistema presidencialista y el parlamentario, vigente en Cuba desde 1976, lo sustituyen ahora los mandamases por un modelo más similar al parlamentarista.

Todo lo tienen pensado para si mañana el agua les llega al cuello, y se ven forzados a hacer cambios, no perder el poder. El parlamentarismo a su modo, bajo sus reglas, con sus condiciones, sería una forma de conseguirlo.

Me explico, y para ello haré algunas suposiciones en futuro.

Para evitar una rebelión y que el pueblo los eche a patadas ante un agravamiento de la crisis económica a extremos insostenibles, antes que desatar una represión sangrienta que provoque el repudio internacional y puede que hasta una intervención estadounidense, algunos elementos dentro del gobierno y el Partido Comunista emergidos luego de la muerte de los ancianos de la llamada “dirigencia histórica”, pudieran decidirse a iniciar reformas, no solo económicas, sino también políticas, pero a su ritmo.

Supongamos que para cubrir la forma hacen un remedo de democracia, legalizan algunos partidos políticos y varios de sus integrantes llegan a ser electos diputados de la Asamblea Nacional.

Se encontrarán con un parlamento copado por los comunistas, que tal vez para entonces ya no se llamen así porque le deben haber cambiado el nombre al PCC, serán la mayoría y los que controlen todo.

Los nuevos diputados pro-democracia arrastrarán al parlamento las rencillas y desacuerdos de cuando eran opositores, mientras que los comunistas, nada dados al pluralismo, formados en la más férrea obediencia, y por instinto de supervivencia, mantendrán la cohesión.

Pero vayamos más lejos aún en las suposiciones, e imaginemos que pasó el tiempo, se les va la situación de las manos y, enmienda constitucional mediante, tienen que permitir que en unas elecciones gane un gobierno no comunista o de coalición.

Ese gobierno tendría que vérselas con un parlamento mayoritariamente integrado por comunistas, que ya no sería el unánime y aplaudidor sanedrín de focas amaestradas que es ahora, sino una olla de grillos. Y muchos de los grillos, obstruccionistas y saboteadores a conciencia.

Con lo apasionados que somos los cubanos, y tan intolerantes como nos hemos vuelto que ya no podemos discutir en paz ni siquiera de pelota, no dudo que los diputados, llegado el caso de un gran desacuerdo, se insulten de lo lindo y se caigan a trompadas en el hemiciclo. Total, si ha pasado en algunos parlamentos europeos…

Los partidos políticos se supone sean más fuertes en los sistemas parlamentarios, pero a veces, para ser mayoría, tienen que recurrir a coaliciones con otros partidos, aunque sus programas no coincidan con los suyos. Pudiera ocurrir, por ejemplo, que los socialdemócratas y los centristas tuvieran que buscar la alianza con los comunistas en algún tipo de concertación.

Es de prever que luego de 60 años de dictadura comunista la gente rechace instintivamente todo lo que le huela a izquierda, incluso a la izquierda democrática. Pero entonces, producto de esa misma circunstancia, tropezarán con una extrema derecha que les resultará chocante por ser demasiado conservadora y tradicionalista en temas como los gastos sociales, la familia, las costumbres, la religión y las iglesias, los derechos de las mujeres y de los homosexuales, etc. Por consecuencia, en busca de políticas más liberales, muchos votarían por la izquierda democrática, aunque esté en coalición con los comunistas. Estos, para entonces habrán bajado el voltaje de su retórica y se habrán atemperado, buscando el olvido de sus pecados, a ver si logran engatusar. De ahí a la reconquista del poder va solo un paso. Y luego, ya sabemos lo que viene…

Por eso, para el buen funcionamiento de una democracia, especialmente si es parlamentaria, es importante evitar los excesos de ideología, de politiquería y los fundamentalismos moralistas, y que exista tanto una derecha coherente y pragmática como una izquierda democrática, sensata, responsable, que no se deje cooptar por los comunistas.

Sé que me adelanto demasiado en mis elucubraciones de futurología política, que pueden parecer disparatadas a algunos, pero es bueno que todos los que aspiramos a vivir en democracia vayamos pensando en todo esto desde ahora.

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