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Martí en el preámbulo de la Constitución: Manipulación vs. Verdad (II y Final)

José Martí. Foto tomada de Internet

GUANTÁNAMO, Cuba.- En Cuba se menciona mucho a Martí pero se lee y conoce poco su obra, lo cual favorece la manipulación que el régimen hace de sus ideas.

Una de esas manipulaciones aparece en el duodécimo párrafo del Preámbulo de la Constitución, en el que se pretende emparentar a Martí con las ideas socialistas de Marx, Engels y Lenin.

En el preámbulo de la Constitución de 1976 se aseguraba que los cubanos estábamos guiados únicamente “por la doctrina victoriosa del marxismo leninismo”. Cuando se produjo la debacle del socialismo europeo y esa doctrina demostró su vulnerabilidad  ̶ de hecho, 28 años después de la desintegración de la URSS, ninguno de esos pueblos ha votado en elecciones democráticas por el restablecimiento de dicho sistema ̶ , la Constitución cubana fue modificada y en el Preámbulo se consignó que estábamos guiados “por el ideario de José Martí y las ideas político-sociales de Marx, Engels y Lenin”, una mezcolanza que recibió su último toque en el citado párrafo del Preámbulo de la nueva Carta Magna, que será sometida a referendo, y en la cual se incorporan al desaguisado las ideas de Fidel Castro.

A pesar de tales manipulaciones oficialistas, está demostrado que José Martí no simpatizó con la doctrina de Carlos Marx, que desaprobó los métodos violentos de lucha empleados por el movimiento obrero y, consecuentemente, la lucha de clases enarbolada por el marxismo. ¿Un hombre con esa diáfana posición debe ser colocado ideológicamente junto a Marx, Engels, Lenin y Fidel Castro, íconos insoslayables del odio y el despotismo? Hasta un intelectual de probada trayectoria comunista como Juan Marinello alertó sobre el peligro de tratar de descontextualizar las ideas del Apóstol y atemperarlas a conveniencias políticas.

A raíz de la muerte de Carlos Marx, con motivo de las honras fúnebres realizadas en Nueva York, Martí afirmó que como se puso del lado de los débiles merece honor. Esa es la única frase de ese texto a la que se refieren los castristas. Obvian que a continuación el Apóstol lo censuró por alentar la violencia: “Espanta la idea de echar a los hombres sobre los hombres”. Esa máxima es una crítica contra los métodos violentos del proletariado, que se guiaba por la doctrina marxista y el anarquismo, posición reiterada en las crónicas que escribió sobre el movimiento obrero norteño.

La segunda prueba de que Martí no comulgaba con las ideas socialistas es una carta que dirigió a su entrañable amigo Fermín Valdés Domínguez, en mayo de 1894, y que aparece en el tomo IV de su Epistolario, obra publicada por la Editorial Ciencias Sociales en 1983: “Dos peligros tiene la idea socialista  ̶ como tantas otras ̶ : el de las lecturas extranjerizas, confusas, e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”, un retrato fiel de quienes han encabezado movimientos “socialistas”.

Por último, en el análisis que hizo a un trabajo de Herbert Spencer, y que tradujo como La futura esclavitud, Martí advirtió que, de consumarse las ideas socialistas, el Estado ejercería un control excesivo sobre los individuos, convirtiéndolos en sus esclavos y corrompiéndolos, a la par que el aumento de la casta de funcionarios se convertiría en una pesada carga para esa institución.

Así vio el asunto:

Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanzas y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes. Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio. El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener que cuidar él de sí, tendría que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que plugiese al Estado asignarle, puesto que a éste, sobre quien caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las facultades necesarias para recabar los medios de cumplir aquéllos. De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo. Y como los funcionarios son seres humanos, y por tanto abusadores, soberbios y ambiciosos, y en esa organización tendrían gran poder, apoyados por todos los que aprovechasen o esperan aprovechar de los abusos, y por aquellas fuerzas viles que siempre compra entre los oprimidos el terror, prestigio o habilidad de los que mandan, este sistema de distribución oficial del trabajo común llegaría a sufrir en poco tiempo de los quebrantos, violencias, hurtos y tergiversaciones que el espíritu de individualidad, la autoridad y osadía del genio, y las astucias del vicio originan pronta y fatalmente en toda organización humana.

En un artículo muy esclarecedor, escrito por Carlos Ripoll, titulado Martí y el socialismo de Cuba, disponible en la red y el cual recomiendo encarecidamente, el autor asegura que en el Consejo de Estado de la República de Cuba está muy bien guardado un libro de John Rae, titulado Socialismo Contemporáneo, que fue consultado frecuentemente por Martí, existiendo notas del Apóstol que certifican su coincidencia con este autor, un crítico de las ideas socialistas. Y concluye Ripoll con acierto: “Ese silencio es otra de las pruebas del miedo que le tienen. No dejan ver al público ese ejemplar del libro y lo mantienen secuestrado en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, al que sólo tienen acceso incondicionales esbirros de la tiranía”.

Roberto Jesús Quiñones Haces