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Más marxista que Marx Cubanet

Fernando Martínez Heredia (sinpermiso.info)

LA HABANA, Cuba.- De los intelectuales orgánicos del castrismo, Fernando Martínez Heredia fue uno de los más capaces; pero de tan marxista y guevarista que era, resultaba inoportuno, molestaba. Lo consideraban revisionista por ejercer lo que calificaba como “la crítica revolucionaria”, que para los mandamases viene a ser algo así como querer bailar en casa del trompo.

La muerte de Martínez Heredia, ocurrida el pasado año, posibilitó a los más inmovilistas del régimen quitarse de encima a un majadero que opinaba de más, y poder utilizar el nombre y las ideas del difunto, convenientemente manipuladas, para que una jauría de comisarios los emplearan para hostigar a los llamados “centristas” y prevenir otros eventuales e inconvenientes corrimientos ideológicos.

Martínez Heredia era ultraizquierdista, más marxista que Karl Marx. A pesar de eso, o precisamente por eso, tuvo no pocos problemas, y fue purgado durante el Decenio Gris.

En 1963 Martínez Heredia pasó a ser integrante del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. Entre 1966 y 1969 dirigió dicho Departamento. En febrero de 1967 creó la revista Pensamiento Crítico, que dirigiría hasta agosto de 1971, cuando fue cerrada intempestivamente por orden de Fidel Castro. Dos meses después, a inicios de noviembre, fue disuelto el Departamento de Filosofía.

En Pensamiento Crítico, intentaban reflejar todo el pensamiento de la izquierda mundial que bullía en los años 60, incluso los de los autores execrados por el oficialismo, desde Trostky hasta Marcuse.

El equipo de redacción de la revista y los miembros del Departamento de Filosofía estaban contrapuestos al doctrinarismo marxista que preconizaban los soviéticos, que era descrito por Martínez Heredia como “un cuerpo de dogmas en nombre del marxismo, una ideología de obedecer, legitimar y clasificar… incapaz de servir a las necesidades de Cuba en revolución”.

En 1966, Martínez Heredia afirmó que “el marxismo-leninismo debía colocarse a la altura de la Revolución Cubana”. Consideraba que el marxismo soviético, determinado por la razón de Estado y las contingencias de la geopolítica, no solo no se correspondía con las necesidades cubanas, sino que resultaba perjudicial.

En un primer momento, el poder no se escandalizó con aquellas tesis. Fidel Castro, que quería que su revolución fuera excepcional y en innovaciones estar a la par de Lenin, dándoselas de hereje, había advertido que el marxismo no era un catecismo, y se las arreglaba para adaptarlo a sus conveniencias. Pero al iniciarse la década de los 70, luego que el fracaso de la Zafra de los Diez Millones pusiera a la economía cubana en un estado lastimoso, al Máximo Líder no le quedó más remedio que disminuir su afiebrada originalidad y morder el cordobán con los camaradas del Kremlin.

Para no agraviar a los soviéticos, el régimen ordenó el cierre de Pensamiento Crítico, y relegaron, cual apestados, a Martínez Heredia y sus colegas del Departamento de Filosofía.

Después de ser rehabilitado, Martínez Heredia, que siempre mostró una fidelidad fidelista de perro apaleado, esquivaba hablar sobre el cierre de Pensamiento Crítico. Una de las raras ocasiones en que abundó sobre el tema fue en una entrevista que le concedió a Julio César Guanche en el año 2007 y que apareció recogida en el libro El poder y el proyecto, un debate sobre el presente y el futuro de la revolución en Cuba (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2009).

En aquella entrevista, Martínez Heredia explicó sobre la época en que decretaron el fin de Pensamiento Crítico y el Departamento de Filosofía: “Se proclamó que habíamos sido idealistas, que quisimos ser demasiado originales, en vez de aprender modestamente de las experiencias de los países hermanos que habían construido el socialismo con anterioridad. La economía y la ideología se sujetaron a la URSS… Se consideró antisovietismo y diversionismo ideológico todo lo que se diferenciara de esa sujeción… Las corrientes no marxistas fueron malditas y se trató de erradicarlas, se consideró incorrecto tratar de utilizarlas e incluso conocerlas…”

Martínez Heredia siempre se mostró orgulloso de la importancia que tuvo Pensamiento Crítico, que gustaba aclarar no fue la sustituta de la revista Cuba Socialista ni pretendió ser vocera oficial del Estado o de la Revolución.

“La revista era polémica, y más de una vez sumamente polémica, de no ser así no hubiera valido la pena”, dijo Martínez Heredia a Julio César Guanche.

A Fernando Martínez Heredia demorarían años en rehabilitarlo. Lo hicieron cuando empezó a crujir y desmoronarse el socialismo real en Europa Oriental. Entonces reapareció, hablando de la necesidad de recuperar el marxismo, y del regreso de la idea del socialismo.

Vino como anillo al dedo a Fidel Castro, que luego del derrumbe del bloque soviético proclamaba que, gracias a su revolución, Cuba era el único y más genuino bastión del socialismo en el planeta, un despropósito que todavía hoy se tragan ciertos zoquetes, como el periodista uruguayo Víctor Hugo Morales, que hace unos días, de visita en La Habana, aseguró en el programa Mesa Redonda que Cuba es “una bocanada de oxígeno”.

La “crítica revolucionaria” y “la recuperación profundamente crítica del marxismo” que proponía Martínez Heredia para cerrar el paso al dogmatismo, creaba cierta intranquilidad entre los inmovilistas, que no suelen tener mucha paciencia con los intelectuales.

Pueden imaginar ustedes lo nerviosos que se pondrían los retranqueros con las disquisiciones de Martínez Heredia, que para ellos, obtusos como son, más bien serían galimatías. Como por ejemplo, estas inquietudes que planteó en la referida entrevista con Guanche: “¿Cuál debe ser la constitución íntima del poder para que pueda cumplir sus objetivos? ¿En qué residiría su legitimidad y cómo ella se mantendría o no? ¿Qué reglas pueden elaborarse para ayudarlo a estar al servicio del proyecto sin dejar de cumplir sus demás funciones y cómo controlarlo para asegurar que lo haga?”

O más inquietante aún, cuando advertido de que, según Marx, “las ideas dominantes de una sociedad son las de clase dominante”, se preguntaba Martínez Heredia y hacía bingo: “¿El dominio sobre la reproducción de las ideas no puede convertirse en un instrumento eficaz de desposesión y desarme de las mayorías?”

Martínez Heredia advertía: “No me gusta el reclamo abstracto de libertades y tampoco me gusta que los políticos reclamen obediencia. Aunque ambos reclamos tengan razón aparente, con ninguno de los dos se llega a ninguna parte”.

Ante ambos reclamos, Martínez Heredia se quedó corto. Y no pudo llegar a donde se proponía. A los mandamases tanta teorización los agobia. Aprovechan la parte que les conviene, y la otra la desechan, o la prohíben. Así de fácil.

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