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Más regulaciones, menos combustible, cero transportación

LA HABANA, Cuba.- La crisis en la transportación de pasajeros continuará agravándose hacia finales de este 2018 cuando el déficit de combustible, que ya se anuncia al interior de las empresas estatales, se una a la tardanza en la llegada a Cuba de las piezas de repuesto, necesarias para echar a andar los cientos de vehículos que esperan por reparaciones en las bases y terminales de toda la isla, así como la entrada en vigor de las nuevas restricciones a los transportistas privados.

Muchos boteros (taxistas independientes) no aceptarán, tal vez con toda razón, vincularse a la red de cooperativas creada por el Ministerio del Transporte y, a modo de protesta silenciosa, parquearán por tiempo indefinido sus autos, con lo cual se prevé un aumento del caos en el horario pico de la transportación, a no ser que el gobierno derogue o modifique la ley que obliga a los choferes particulares a brindar servicio en ruta, puesto que las otras dos modalidades parecieran más bien trampas para, entre otras cosas, asfixiar a los particulares.

“Una (la modalidad libre) se presta para que te caigan arriba todas las multas y la otra (servicios especiales) para que te mueras de hambre”, comenta uno de los choferes que piensa entregar la licencia de la ONAT (Oficina Nacional de Administración Tributaria) en los próximos días.

“¿Qué hago?”, es la pregunta desesperada de alguien que ha trabajado durante años como taxista y pronto tendrá que buscar otro modo de subsistir.

Según refiere este mismo chofer sobre lo establecido en la nueva regulación, si no se integra a una cooperativa entonces no podrá realizar servicio “en ruta”, así que estará en graves problemas: “Si un inspector me para en Diez de Octubre y me dice que estoy haciendo ruta, aunque no sea así, me pone una multa, y después vendrá otro en Guanabacoa o quién sabe dónde. No voy a poder circular, tampoco puedo recoger ni llevar pasaje al aeropuerto porque eso es con otra licencia, ni puedo parquearme en la entrada de un hotel”.

“Si no hay piezas para los carros de las cooperativas, ¿cómo va a haber para nosotros?”, se preguntan casi todos los choferes de los llamados “almendrones”, autos con más de medio siglo de explotación pero que aún se mantienen brindando servicio gracias al ingenio de sus dueños.

La “alternativa” que ha ideado el gobierno para hacerse con el control absoluto de la transportación privada, llega ahora disfrazada de una batalla contra el robo de combustible, habiendo culpado antes a los choferes particulares de propiciar el desfalco en las empresas estatales y exonerando de toda responsabilidad al sistema institucional estatal, reconocido por quienes conocen bien el funcionamiento del mercado negro en Cuba, como uno de los focos principales de la corrupción en la isla.

“No entiendo cómo nos vamos a beneficiar ni tampoco qué ventajas le ve el gobierno. En la calle vas a ver que el peso (del transporte) sigue cayendo en los particulares. Solo en La Habana hay guaguas (ómnibus). En las provincias la cosa es a base de camiones, riquimbilis y carricoches. Todo parece un pretexto para desaparecernos”, comenta otro chofer privado acerca de la cooperativización del transporte, una fórmula que, paulatinamente, se irá extendiendo incluso a otras empresas estatales actualmente subvencionadas como Ómnibus Metropolitanos y Transmetro, donde ya han comenzado los primeros ensayos, aun cuando el experimento de las cooperativas de transporte, conocidas como taxis y ómnibus “ruteros”, no ha arrojado los resultados esperados.

En apenas un quinquenio de implementada la fórmula de los ómnibus “ruteros” en toda la capital, buena parte del parque automotor exhibe un altísimo deterioro, palpable en el estado de muchos de los carros, algunos con problemas que van desde tapicerías estropeadas y aires acondicionados rotos hasta falta de piezas de repuesto, situación que atenta no solo contra el salario de los choferes sino que va en detrimento del flujo normal de la transportación masiva.

“No tenemos ni la mitad de los carros que había al principio. (…) (No obstante) a veces hemos tenido que apoyar a otras cooperativas que están mucho peor que nosotros”, dice un chofer de la cooperativa no. 2, de La Habana, con lo cual describe un escenario muy parecido al de las terminales de ómnibus convencionales, donde la falta de carros así como el deterioro de estos se han vuelto un quebradero de cabeza perpetuo.

“Hay carros que fueron remotorizados no hace ni un año y ya están de nuevo esperando por una reparación capital. En La Habana se necesita una inyección de no menos de 200 carros para que empiece a verse una mejoría pero, como van las cosas, quizás para diciembre ni siquiera contemos con los pocos que hay ahora. Ya me imagino cómo estarán las paradas. Esto va a terminar en que tendrán que volver los boteros a salvar la situación”, comenta un inspector estatal.

Cuando este octubre entren en vigor las nuevas regulaciones al transporte privado de pasajeros, quizás quedarán contestadas las preguntas que muchos nos hacemos en la calle sobre los beneficios o los daños que traerán a los ciudadanos o, por el contrario, se perpetuará una certeza: el transporte público en Cuba es un asunto sin solución.