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Máximo Gómez, el hombre que tuvo dos patrias

LA HABANA, Cuba. – En estos tiempos aciagos para los cubanos, recordamos a los próceres de nuestra independencia que pelearon con bravura, compartieron hambrunas y enfermedades con sus parejas y sufrieron la muerte de sus pequeños hijos.

Máximo Gómez Báez, José Martí y Antonio Maceo, con el pensamiento y la acción aunaron a sus compatriotas para liberar a Cuba del colonialismo español en el siglo XIX y comenzar el tortuoso camino de la independencia y la democracia plenas desde el advenimiento de la República, el 20 de mayo de 1902. El prestigio de esos hombres se aprecia en los homenajes espontáneos del pueblo de su época y los relevantes monumentos a sus memorias, legados a las generaciones posteriores. 

Máximo Gómez nació en Baní, República Dominicana, el 8 de noviembre de 1836, y falleció en La Habana, el 17 de junio de 1905. A diferencia de Martí, que cayó en combate el de 19 mayo de 1895, y Antonio Maceo, que pereció en el campo de batalla el 7 de diciembre de 1896, el Generalísimo atravesó los avatares del final de la guerra de independencia, e izó la bandera de Cuba en el Palacio de Gobierno acompañado por Leonardo Wood, hasta entonces gobernador militar de Estados Unidos.  

Con solo 16 años, Gómez se unió al ejército dominicano en la lucha contra las invasiones haitianas de Faustine Soulouque y luchó con las tropas anexionistas en la Guerra de Restauración Dominicana. Al firmarse el acuerdo de El Carmelo, el 1 de mayo de 1865, las fuerzas españolas fueron evacuadas de la isla. Poco después, Gómez llegó a Cuba en compañía de su familia. Al año siguiente logró la baja del ejército y se estableció en el ingenio Guanarrubí, El Dátil, jurisdicción de Bayamo, donde se dedicó a tareas agrícolas y la venta de madera. 

En enero de 1867, se integró al grupo de conspiradores por la independencia de Cuba, y el 16 de octubre de 1868 se alzó con el grado de sargento, aunque Carlos Manuel de Céspedes, iniciador del levantamiento del 10 de octubre, lo ascendió a mayor general luego de los primeros combates y su exitosa carga al machete a caballo. 

La verdad sobre Máximo Gómez

A pesar de su respeto al orden jerárquico, el 8 de junio de 1872 fue destituido por Céspedes por haberse negado a cumplir una orden suya, y estuvo alejado de los combates. En julio de 1873, por sus avanzados conocimientos y sagacidad de mando fue designado para sustituir a Ignacio Agramante, caído en combate, y reorganizar las tropas de Camagüey y Las Villas. Una evidencia muy notable de sus cualidades fue la negativa de apoyar la destitución de Céspedes como presidente conminada por el mayor general Vicente García.

El regionalismo y las ambiciones personales de mando ocasionaron las divisiones que propiciaron el éxito del plan de pacificación del general Arsenio Martínez Campos, con la firma de la Paz del Zanjón en febrero de 1878. 

Gómez era ministro de la Guerra y jefe del Estado Mayor del presidente Tomás Estrada Palma. Al respecto, escribió en su diario de campaña: “Había gastado mi prestigio en querer evitarla pero en todas partes había encontrado oposición y ya era tarde para yo poder hacer nada en favor de la Revolución. Que cuanto podía hacer era salir cuanto antes del país, porque jamás viviría bajo el dominio de España”. 

Poco después, tuvo una larga conferencia con Martínez Campos, quien se empeñaba en que no abandonara Cuba y le hizo ofertas de dinero y destinos de importancia en la Isla. Todo lo rechazó y exigió su pronta salida. Desde el barco que los llevaba a Jamaica escribió: “Adiós Cuba, cuenta siempre conmigo mientras respire ―tú guardas las cenizas de mi madre y de mis hijos― y siempre te amaré y te serviré”.

Los años que median hasta el desembarco en Playitas de Cajobabo, el 11 de abril de 1895, con Martí, fueron de grandes penurias junto a su esposa Bernarda (Manana) y tres hijos. En una ocasión, un médico dijo: “Gómez se muere de hambre”. Ya fuera por las malas cosechas durante sus emprendimientos agrícolas, o las conmociones políticas y las presiones de España en los países donde era acogido, la miseria los acompañó. La pérdida más sufrida fue la de su hijo Francisco Gómez Toro, que cayó junto a Antonio Maceo. 

El Generalísimo fue un reconocido estratega, que con la rápida invasión de Oriente a Occidente junto a Antonio Maceo obligó a la retirada al general Arsenio Martínez Campos. Pero no tuvo participación en las actividades militares de los Estados Unidos frente a España porque el Consejo de Gobierno de la República en Armas lo impidió. Al concluir las hostilidades, junto a las tropas cubanas fue vitoreado en su recorrido hasta La Habana; rechazó las propuesta de aspirar a la Presidencia y otros altos cargos en medio de los recelos ambiciosos, y procuró trato justo para los mambises desmovilizados, aunque con escasos resultados.

Máximo Gómez amó a sus dos Patrias, pero a Cuba le entregó lo mejor de su vida.

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