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Maya Ombasic, una escritora que adora a las dictaduras

Maya Ombasic durante una de sus visitas a Cuba (Foto: Juventud Rebelde)

LA HABANA, Cuba. – Acabo de leer un libro bello, conmovedor, muy triste: Un día después de Babel, de la escritora bosnio-canadiense Maya Ombasic, publicada por la Editorial Gente Nueva y que fuese presentada por su autora en la Feria del Libro de La Habana en el año 2017.

En dicha novela, de carácter autobiográfico, Maya Ombasic ─que con su familia tuvo que huir de la guerra en Bosnia en los años 90─ cuenta su odisea por Europa hasta radicarse en Canadá y su lucha contra el desarraigo y la nostalgia, en busca de un modo de renacer sin sacrificar sus valores.

A la vez, Ombasic  hace  un alegato ─por momentos, ingenuo; por otros, cínico─ contra los odios generados por la intolerancia, los prejuicios, los nacionalismos y el fundamentalismo religioso.

Enrique Pérez Díaz, editor y corrector del texto, escribe en el prólogo: “…Un libro como este revela que en el mundo todavía existen personas sensibles, con el corazón a flor de piel, personas que son capaces de atrapar los recuerdos más dolorosos y compartirlos con otros en aras de que sus experiencias no nos inspiren lástima, sino sean una lección edificante, ecuménica y productiva para los demás”.

“Un día después de Babel” está dedicado a Nenad, el padre de la autora. Un hombre  que no se resignó a ser un expatriado y murió de nostalgia por su natal Mostar, una ciudad cruzada por el río Neretva, que fue bella y acogedora antes de la guerra.

Nenad es el verdadero protagonista. El libro es una conversación con él. Un tipo raro ─“intenso y trágico”, lo describe su hija─  que no pudo adaptarse a la lejanía, a no sentir su tierra bajo sus pies. Pintor, ateo, comunista, nostálgico de los tiempos de Tito, incorregiblemente anticapitalista, fascinado por Fidel Castro e inadaptado crónico en Occidente, intenta, a través del alcohol, e incluso intentando suicidarse, escapar de todo, incluso de los suyos y de sí, pero sobre todo de la historia, de lo inexorable y crudo de la realidad. Al final, el cáncer le da la posibilidad, después de muerto, de regresar a su tierra, para yacer bajo ella.

Maya Ombasic asegura que todo lo que es como ser humano y como mujer se lo debe a su padre. Y no hay duda de ello: la escritora tiene mucho del majadero y testarudo Nenad. De ahí, entre otras cosas, su idealización de Cuba y el castrismo.

Ombasic, que está casada con un cubano con el que tiene un hijo, viaja frecuentemente a Cuba y pasa temporadas aquí, pero, a pesar de lo mucho que le gusta la gente y el paisaje, siempre regresa a Canadá.

Ella está consciente que en Cuba se vive bajo una dictadura y hay dificultades. Pero ella,  como su padre, el viejo Nenad, cree que las dictaduras comunistas, a pesar de sus “inconvenientes”, pueden ser la solución a los problemas del ser humano. De ahí que, como mismo admira y justifica al castrismo, Ombasic eche de menos al régimen de Josip Broz Tito.

La dictadura de Tito, que Maya Ombasic añora, como si hubiese sido el sinónimo del país que ya no existe, no fue una panacea. Había cierta prosperidad, pero también asesinatos políticos, campos de reclusión y persecución religiosa. La invención de Yugoslavia, federación artificial   donde fueron forzados a convivir serbios, bosnios, croatas, kosovares y montenegrinos; católicos, ortodoxos y musulmanes, solo aplazó los problemas. La Yugoslavia de Tito, como antes el Imperio Otomano y el Imperio Austro-Húngaro, fueron cárceles de nacionalidades donde se gestaron los conflictos que desembocarían en la carnicería de los años 90. Porque los odios estaban latentes allí, no los creó la CIA ni la OTAN. La dictadura comunista, al ocultar los problemas, les insufló fuerza.

Pero los humanos necesitamos idealizar y creer que cualquier tiempo pasado fue mejor. Aun al extremo, como Maya Ombasic, de hallar en una dictadura la estabilidad y la belleza capaz de salvar al mundo.

Por cierto, ya que tan generoso y humanista  le parece el castrismo, ¿por qué no se decide a radicarse definitivamente en Cuba?

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Luis Cino

Luis Cino Álvarez (La Habana, 1956).
Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura.
Se inició en la prensa independiente en 1998. Entre 2002 y la primavera de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Fue subdirector de Primavera Digital. Colaborador habitual de CubaNet desde 2003. Reside en Arroyo Naranjo. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.