Inicio Cuba Merecido respaldo a Navalny

Merecido respaldo a Navalny

Alexei Navalny (Foto: AP)

LA HABANA, Cuba. – En las últimas semanas ha sido noticia de primera plana Alexei Navalny, líder opositor de Rusia. Como se recordará, el pasado 20 de agosto, el político (que se enfrenta con decisión al autoritarismo del nuevo zar Vladimir Putin) quedó inconsciente durante un vuelo interno que realizaba en el inmenso país.

Conducido a un hospital de la ciudad siberiana de Omsk, las autoridades afirmaron de inmediato que “no había sido envenenado”. En un principio, los médicos rusos indicaron que no podía moverse debido a su “delicado estado”. Después, a mucha insistencia de familiares y líderes extranjeros, y ante la presencia en el aeropuerto de la propia Omsk de un avión-hospital enviado de urgencia por la canciller Angela Merkel, accedieron a su traslado hacia Alemania.

En Berlín, las pruebas realizadas demostraron que el dirigente opositor había sido víctima de una ponzoña: Una sustancia concebida como arma de guerra biológica, y bautizada con el sorprendente nombre de “Novichok” (en castellano, “Novato”). Navalny se incorporó así a la lista de personas opuestas de un modo u otro a Putin que han terminado envenenadas.

En la larga relación figuran Anna Politkóvskaya, Alexander Litvinenko, Volodia Kara-Murza, Piotr Verzílov, y ahora Alexei Navalny. Y esto sólo por mencionar a opositores internos, pues en el extranjero también lo han sufrido el político ucraniano (después presidente de su país) Víktor Yúschenko y la familia desertora de los Skripal, que residía en Inglaterra.

Vladímir Putin se presenta así, ante la opinión pública, no como un dirigente contemporáneo, sino como uno de características más bien medievales. Porque el uso de un veneno para eliminar a quienes se oponen cuadra más a Catalina de Médicis o Lucrecia Borgia que a un presidente de hoy. Y esto sin importar que la sustancia empleada sea “novedosa” (como lo sugiere el nombre de “Novichok”).

Por fortuna, la solidaridad de la Europa Democrática con la nueva víctima de la maldad “putinesca” no se limitó al envío del avión-hospital, el diagnóstico de envenenamiento y la larga permanencia en un centro asistencial. También incluyó una visita al lecho del convaleciente por la canciller Merkel, un importante gesto de solidaridad, aunque se haya realizado a título personal.

Tras salir de su estado de coma, Navalny nos ha sorprendido gratamente con su sentido del humor. Cabe rememorar aquí la fina ironía que exhibió cuando por primera vez fue capaz de respirar por sí mismo, sin la ayuda de voluminosos aparatos médicos: “Me gustó muchísimo. Es un proceso notable que muchos subestiman. Lo recomiendo”.

O la respuesta, rebosante de sarcasmo, que dio a la desvergonzada sugerencia hecha por Putin al presidente francés Emmanuel Macron: ¡Que el opositor se habría envenenado a sí mismo! (¡Sí, el nuevo dueño del Kremlin, después de intentar tapar el sol con un dedo obligando a sus médicos a negar la existencia de un tósigo, insinuó que Navalny, en un intento suicida, lo ingirió de modo deliberado!).

En esa ocasión, Navalny, narrando el inicio de su calvario, ironizó: “Preparé Novichok en mi cocina” …Tras ingerirlo, prosigue: “Terminaría en una morgue de Omsk, donde se concluiría… que morí porque ya había vivido lo suficiente”. Y concluye: “Como resultado, yo, como un tonto, estuve en coma durante 18 días, pero no logré mi objetivo. ¡La provocación falló!”.

Tras comenzar su convalecencia, don Alexei denunció valientemente en público al autor del crimen: “Afirmo que Putin está detrás de este acto; no veo otra explicación”. También comentó sobre sus pasos ulteriores: “Hace ya tiempo que ellos se esfuerzan por sacarme del país. Un exiliado político más les vendría de perillas. De ese modo podrían decir después: ‘Desde Viena pretende enseñarnos a vivir; o desde Londres’”.

Navalny concluyó: “Por supuesto, debo recuperarme por completo, pero acto seguido regresaré”. Esta decisión del líder opositor merece aplauso. Bien lo dice el conocido excautivo político del país euroasiático Aleksander Podrabínek: “Para él, retornar a Rusia implica un riesgo inmenso”. Pero Navalny no se amilana por ello.

En esto se diferencia, por ejemplo, de Svetlana Tijanóvskaya, la candidata demócrata que triunfó en las recientes elecciones presidenciales de Belarús (no importa que el dictador Lukashenko y sus obedientes funcionarios electorales afirmen que el oficialismo fue respaldado por cuatro de cada cinco ciudadanos). Tras el “pucherazo”, la lideresa opositora se apresuró a exiliarse en la vecina Lituania.

Navalny —insisto— no; se apresta a retornar Rusia, donde un gobernante sin escrúpulos intentó eliminarlo mediante el veneno. Él comprende que, por las características del régimen que enfrenta, la oposición a este debe ser encabezada desde dentro del país. Y está dispuesto a arrostrar las consecuencias de su decisión.

Aquí viene al caso una breve reflexión: ¿Acaso Lech Walesa hubiese podido encabezar a los luchadores pro democracia desde Chicago? O Václav Havel, si en lugar de predicar con el ejemplo en la misma Praga o en las cárceles de la Checoslovaquia comunista, hubiese operado desde Viena, ¿habría tenido igual impacto y liderazgo?

Lo anterior es algo evidente para cualquiera que dedique tan sólo unos minutos a meditar de manera honrada y desinteresada en esa temática. Pero es conveniente explicitarlo. Porque en Nuestra América, por ejemplo, no falta alguno que piensa que la oposición venezolana puede ser dirigida desde Doral, o la cubana desde un refrigerado despacho de Miami.

Volviendo a Navalny y a Rusia, los demócratas de todo el mundo nos congratulamos de la decisión que acaba de adoptar la Unión Europea y que da pie a este trabajo periodístico. El bloque comunitario reconoce que el político opositor fue envenenado; también sancionó a seis importantes personeros y a una entidad del régimen “putinesco”.

Se trata del Jefe de la Dirección Política Interior de la Presidencia de Rusia, el Jefe Adjunto de la Oficina Ejecutiva, el Representante Plenipotenciario del Presidente en Siberia, el Director del Servicio Federal de Seguridad (heredero de la tenebrosa KGB), y dos viceministros de Defensa. También el Instituto Estatal de Investigación Científica en Química Orgánica y Tecnología, encargado de destruir los arsenales de armas biológicas heredadas de la URSS (lo que incluye —claro— el fatídico “Novichok”).

Aunque no siempre podemos observar posturas firmes en la Unión Europea, por esta vez sí podemos felicitar a ese bloque de países democráticos. No importa que (como por desgracia suele suceder en este pícaro mundo), las medidas no afecten de modo directo al dictador que autorizó la tentativa de asesinato o que —lo más probable— la ordenó.

Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.