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Ni diálogo, ni patria, ni libertad

Miguel Díaz-Canel y Raúl Torres. Foto Cubahora

LA HABANA, Cuba.- Después de días de silencio, el gobernante Miguel Díaz-Canel reapareció este domingo, primero con uno de esos tweets guaposos y patrioteros que le quedan tan mal, y luego en el tinglado “espontáneo” que se armó en el parque Trillo del municipio Centro Habana. El sirviente de Raúl Castro no podía faltar a la grotesca manifestación con la que se pretendía enterrar los sucesos de San Isidro y el plantón de cientos de artistas e intelectuales en el MINCULT, el 27 de noviembre pasado.

Fue el colofón a toda la podredumbre moral demostrada por el régimen en medio de la crisis que se ha vivido en los últimos días; una prueba más de que la estupidez y el voluntarismo siguen marcando la respuesta ante cualquier amago de ejercicio ciudadano que ponga nerviosa a la dictadura.

Desde el 26 de noviembre los acontecimientos se han precipitado y empeorado, con resonancia en varias provincias del país. El régimen tuvo que salirle al paso a la ola de rebeldía y lo hizo, como siempre, con fuerza excesiva, aprovechando su monopolio comunicacional, sus tropas especiales y sus paramilitares. Las calles se llenaron de camiones con soldados y patrullas que se internaron en los barrios humildes, donde la miseria podría generar un estallido de proporciones significativas, obligando al castrismo a replegarse y negociar en serio, o dar rienda suelta a su vocación de matón.

A juzgar por lo visto en estos días, el régimen preferiría matar antes que abrir un diálogo político. Han orquestado el aniquilamiento moral del Movimiento San Isidro y menospreciado a la comunidad que se reunió en el MINCULT. Protegida por el cerco del sistema informativo oficial, la dictadura ha diseminado historias falsas y manipuladas para reactivar el temor a esos “terroristas” que trafican con textos martianos, ponen coronas de flores en los bustos del Apóstol y se quedan mirando asustados cómo un maleante de poca monta les rompe a martillazos la puerta de su casa y les lanza botellas, sin ellos atinar siquiera a defenderse.

La abyección de los agentes castristas ha rebajado al pueblo cubano al nivel de imbéciles incurables. Solo así puede entenderse que califiquen de individuos peligrosos a un grupo de jóvenes que ni por asomo se han comportado como lo han hecho las hordas del repudio, repartiendo golpizas, escupiendo, profiriendo ofensas y groserías para que se sepa que esta es y ha sido siempre una revolución marginal, desde las calles tomadas por “el pueblo” hasta las Naciones Unidas.

Lo único espontáneo que hubo en el parque Trillo fue lo mismo que desde hace sesenta años irradia el poder castrista: ridículo, chusmería y necedad. Al diablo se fueron las precauciones en medio de la pandemia, porque lo más importante era reunir una turba de gente seleccionada entre las organizaciones de masas, que acudieron como mismo acuden a los trabajos voluntarios, las marchas y las inservibles reuniones que les drenan la paciencia.

Absurda y de mal gusto fue la Tángana en el Trillo, con los alabarderos musicales de siempre, porque ningún otro se prestaría a ese suicidio moral público. A ese punto solo llegan los que están empeñados hasta el cuello con el poder, y en la hora peor, la que está por venir, tendrán que quedarse de ese lado, el que les toca y merecen. Todo el artistaje de este domingo no pudo engalanarse con la belleza de la espontánea declamación del poema “Masa”, de César Vallejo, en boca de los jóvenes plantados en el MINCULT el día 27 de noviembre, fecha doblemente histórica; pero esta vez por la nobleza de sus acontecimientos.

La presencia de Díaz-Canel con aquella licra de bandera cubana ceñida a su barriga de zángano fue el colmo de la zoquetería y la falta de respeto; no ya su discurso aburrido, su expresión abotargada, su talante de perdedor. Es una vergüenza tras otra, mientras en la calle los dólares ganan la batalla, la gente conoce la verdad de los hechos y rehúye la farsa televisada.

Cuba está de pie ante el último tramo del camino. Un tramo que será duro y pronto se darán cuenta los jóvenes que han puesto su confianza en las “negociaciones” que supuestamente continuarán esta semana. Esa ingenuidad será retribuida con burdos intentos de división, intimidación selectiva y más promesas con sus traiciones que terminarán dinamitando el diálogo.

El castrismo es diabólico. Es un sistema hecho de palabras que se abren como trampas invisibles y se tragan a cualquiera que no esté pendiente de esas sutilezas. El propio Fernando Rojas se anotó un punto flamante cuando al iniciar el encuentro en el MINCULT dijo que aquella era “una conversación entre revolucionarios”. Alguien de la contraparte debió haberle rectificado que era una conversación entre ciudadanos, porque aceptar la condición de “revolucionario” para poder reclamar derechos, conducirá inevitablemente al axioma establecido en el discurso Palabras a los intelectuales: “dentro de la Revolución todo; contra la Revolución, ningún derecho” . Ese ha sido y continuará siendo el punto muerto con los dialogantes de la cultura. Cada intento de conversación razonable se convertirá en un callejón bloqueado por el dogma, y la resistencia será respondida con amenazas, tánganas en los parques y mítines de repudio; por no mencionar algo mucho peor.

La bulla en el parque Trillo fue una lamentable, pero clara demostración de la postura intransigente del régimen. La agenda a discutirse ha de ser política. Los recientes titulares en la prensa plana y los reportajes televisivos evidencian que para los cubanos que disienten no hay diálogo, patria ni libertad. No vale conquistar un derecho hoy, y otro cuando se pueda. Cuba quiere sus derechos ahora. Todos los derechos para todos los ciudadanos.

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Javier Prada

La Habana, 1979. Graduado de Lengua Inglesa por el Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, durante ocho años fue maestro en los niveles de enseñanza Medio y Superior, donde también debió impartir clases de Historia de Cuba debido al déficit de personal docente. Desde 2014 se desempeña como profesor particular de inglés. En su tiempo libre se dedica a la pesca y el dibujo. Actualmente incursiona en la prensa independiente.