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Niños en Cuba: adoctrinados desde la cuna

LA HABANA, Cuba.- El juramento de los “Pioneros José Martí” que cada año se realiza en honor al aniversario por el natalicio de Ernesto “Che” Guevara, evidencia la extrema ideologización a que son sometidos los niños cubanos, un proceso obligatorio enmascarado tras la propaganda de la enseñanza gratuita. Bajo un sol calcinante, acosados por los gritos y amenazas de las maestras, alumnos de entre seis y once años repiten las frases en que se comprometen a ser “dignos relevos de la Unión de Jóvenes Comunistas”.

A pesar del obvio fracaso que ha sido el esquema socialista insular —durante y después del período sovietizante—, pervive una mentalidad enfocada hacia un pasado distópico, cuyas consecuencias resuenan hoy en cada aspecto de la vida social que los infantes no son capaces de comprender. Ellos nada saben del comunismo y sus implicaciones; por consiguiente, el juramento pioneril constituye una violación a su derecho de elegir libremente una afiliación política.

Los padres no pueden oponerse a este feroz adoctrinamiento que desde las aulas deforma la conciencia social y política de sus hijos. Apenas conocen el juramento y no se atreven a cuestionar su sesgo militante, porque el miedo es mayor que la preocupación por la calidad de la educación que están recibiendo los niños.

El trabajo ideológico sobre los educandos es más importante que la pedagogía, la ética y la cultura, rasgo que refrenda el esquema de perpetuidad diseñado por el gobierno para mantener un poder a todas luces fallido; pero contra el cual resulta muy difícil luchar debido a la progresiva anulación de la voluntad política ciudadana.

El anhelado cambio es muerto antes de nacer en la conciencia de esos niños que sudan de pie bajo el sol, tratados con un rigor propio del Servicio Militar. Su juramento es un discurso muerto que pronto será olvidado; porque esa perorata hueca no garantiza que se convertirán en jóvenes comunistas, ni siquiera en hombres y mujeres de provecho. Lo que sí asegura es que crezcan en el miedo, la confusión, la mentira y la hipocresía, llevando consigo la semilla de un inmovilismo crónico, razón primera por la cual Cuba continúa destruyéndose desde dentro.

La deliberada exclusión por parte del gobierno cubano de otras alternativas educacionales ha atentado contra la pluralidad de experiencias y criterios que eventualmente pudieran derivar hacia la creación de un modelo de sociedad basado en la democracia abierta y participativa. Por ello impulsar un cambio en la Isla es más complicado de lo que se cree.

Las secuelas del adoctrinamiento alcanzan tal magnitud que incluso quienes no están de acuerdo con el sistema llevan el germen del totalitarismo, víctimas de una inoculación sostenida que ha corrompido generaciones.

La captura del libre pensamiento inicia en edades tan tempranas que prácticamente obliga a considerar una “refundación” de la Patria; algo que solo podría lograrse con ciudadanos menores de cinco años, pues una vez que pisen las escuelas del régimen quedarán expuestos a la amenaza. Esos retoños incontaminados serían el último recurso para construir una sociedad inmune a la tara ideológica que ha sido la desaparecida y todavía mal llamada “revolución cubana”.