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Nkame desde el abismo

LA HABANA, Cuba. — En lenguaje ñáñigo, nkame significa “saludo”. Con ese nombre fue exhibida, hace algunos años, una monumental muestra antológica de las obras de Belkys Ayón Manso, una de las artistas más extraordinarias que ha dado el arte cubano, lo cual no es poco decir considerando la generación a la que perteneció, en la cual confluyeron creadores de la talla de Lázaro Saavedra, Esterio Segura, Armando Mariño, Ángel Delgado, Ezequiel Suárez, Ibrahim Miranda, y varios otros.

En ese grupo de artistas de los años noventa, que en medio de una crisis económica feroz definió los derroteros del arte cubano contemporáneo, la obra de Belkys Ayón descuella entre las más prolijas, intrigantes y de factura impecable. El tema central de su producción estética giró en torno a los mitos de la hermandad secreta abakuá, siendo el collage y la colografía sus técnicas más empleadas.

Alegre, laboriosa, curiosa, siempre interesada por lo novedoso en materia de arte, compartió su tiempo entre el taller y el Instituto Superior de Arte, donde impartió docencia. Su poética transmite una sensación de inalterabilidad, acentuada por colores sobrios -negro, gris, blanco- que empleaba en todas sus posibles gradaciones, y en una manera de representar rayana en la obsesión.

Mujer, mito, secreto, culpa, castigo, son ideas que gravitan alrededor del eje central, del misterio inextricable de Sikán, la de grandes ojos y esbelta figura, la no permitida, la condenada. Hay algo profundamente conmovedor en la obra de Belkys, algo que llama al silencio y la reverencia, incluso al miedo.

Quizás esa conjunción de miedos y obsesiones fueron minando la cordura de una mujer creadora que fue demasiado para sí misma. Probablemente no ha existido, en todo el amplio espectro de artistas que han abordado la temática religiosa afrocubana, alguno que equipare la fuerza filosófica presente en la obra de Belkys Ayón. El constante cuestionamiento de lo humano y lo espiritual marcaron su destino como mujer y como artista, al punto de convertirse en una pesada carga y hacerla vulnerable a su propia grandeza.

Belkys Ayón, nacida un 23 de enero de 1967, se quitó la vida de un disparo en su casa, en 1999. Tenía solo 32 años. Sobrevivieron a su muerte su producción artística, exhibida en los más prestigiosos museos y galerías del mundo, y la eterna pregunta sobre qué pudo haberla llevado al suicidio.

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