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No hubo partido demócrata que sirviera para Fidel

Nikita Jruschov abraza a Fidel Castro en 1960 (The New York Times)

LA HABANA, Cuba.- En el capítulo cuarto del libro Cien Horas con Fidel, el periodista Ignacio Ramonet le preguntó: “¿sabe cómo se fundan los partidos políticos?”, a lo que este respondió que no. Seguramente quería conocer el periodista las ideas de un dictador sobre cada uno de los grupos en que se divide una sociedad, con oposición de ideas y tendencias entre ellos.

Y es que precisamente en 1960, numerosos demócratas de los partidos de la República se vieron forzados a marchar al exilio ante el triste panorama: la economía cubana se hundía en el mar a causa de la política agresiva y errónea de la Revolución castrista.

Sin embargo, cuando Fidel Castro le explicó a Ramonet cómo se fundaba un partido, quiso hacer ver que los que resultan fuertes como para durar mucho tiempo son aquellos que nacen en la clandestinidad, creados y dirigidos por pocas personas. Se refería, por supuesto, al Movimiento 26 de Julio, fundado, según él, por tres o cuatro personas.

Luego confesó que él jamás perteneció al Partido Ortodoxo, fundado por Eduardo Chibás, sino que fue un simpatizante más; ese que fue precisamente un partido que aglutinó un elevado número de personalidades y líderes de prestigio.

Pero Fidel le ocultó a Ramonet que Chibás no simpatizaba con él, una de las razones por la que no fue aprobada su petición para sustituirlo en el espacio radial ortodoxo después de la muerte del político.

Aun así, en 1952, a los 24 años, Fidel aspiró a diputado por su cuenta en la provincia de La Habana, según él, “por la lucha que había librado como estudiante”. Pero estas elecciones fueron frustradas por el golpe de estado de Batista el 10 de marzo de 1952.

En su extensa explicación sobre lo que opinaba de la creación de los partidos en la clandestinidad, Fidel Castro jamás mencionó al Partido Pro Derechos Humanos de Cuba (PPDHC), surgido en el corazón de La Habana el 20 de julio de 1988, e integrado por un pequeño grupo de profesionales que, de inmediato, solicitaron un plebiscito a la dictadura castrista en busca de una solución a la dramática situación que se avecinaba: el desplome del campo socialista ocurrió unos meses después.

¿Qué hizo este hombre, apoderado de Cuba como si se tratara de su feudo más preciado, dueño absoluto de todo e incapaz de proporcionarle seguridad económica a su país?

Con la ayuda de su hermano y su Ejército, y la utilización de artimañas maquiavélicas desaparecieron a los fundadores del PPDHC: unos fueron enviados a prisión por provocaciones callejeras, y el resto al exilio, quedando así el embrión de partido en manos de cientos de miembros, gente de pueblo, surgidos de forma espontánea y voluntaria, que no pudieron hacer otra cosa que salvar sus vidas.

El iluminado Comandante en Jefe murió treinta años después, con la espina de este partido cubano clavada en su garganta, y jamás se permitió olvidar: ¡cómo pudo un grupo de valientes cubanos, rodeados de un armamento bélico dispuesto a matar a todos los opositores pacíficos, fundar un partido político en los bajos de una casa situada en la calle Lealtad No. 365, entre Concordia y Virtudes?

¡Cómo pudo funcionar durante cuatro meses en las mismas narices del Comité Central del Partido Comunista, omnipotente, absoluto y todopoderoso?

Parecía un sueño, algo fuera de la realidad en una sociedad manipulada por una costosísima propaganda política a favor del gobierno en la prensa, la radio y la televisión castristas, donde no se han cansado, hasta hoy, de silenciar la democracia que existe en los países libres, como Estados Unidos —donde hasta existe un Partido Comunista—.

En cualquier país del mundo los partidos políticos representan a una asociación de personas unidas por ideales comunes, que persiguen como meta alcanzar el control del gobierno para lograr la práctica de esas ideas.

Fuente: Cien horas con Fidel, por Ignacio Ramonet, Editado por el Consejo de Estado, La Habana, 2006.

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