Inicio Cuba «No tenemos baño, hacemos las necesidades en bolsas»

«No tenemos baño, hacemos las necesidades en bolsas»

Famlias residentes en el albergue Eide, en Villa Clara (foto del autor)

VILLA CLARA.- Hace siete años, justo al cumplir sus quince, por voluntad propia Yanetsy se convirtió en madre. No sabía entonces, y no sabe ahora, dónde acomodar a su familia. Ahora son cuatro las razones que la hacen día tras días seguir preguntándose lo mismo: Yelany, de cinco años; Inaley, de tres; Osmany, dos años y Osmal de apenas tres meses de nacido.

Cuando la suegra la dejó en la calle le hablaron del albergue y allá partió, junto a su esposo Osmany con la ilusión de que “la cosa” no pintara para largo.

“Llegamos y estaba vacío este cuartico. Faltaban algunas ventanas y la puerta no tenía mucha seguridad.”

En Cuba es importante tener seguridad en las viviendas, lo sabe todo el mundo. Pero de súbito otras preocupaciones fueron más fuertes.

“Nos dijeron que estábamos ilegales, que teníamos que irnos para casa de cualquier familiar. ¿Para dónde? Si de allí había salido con casi siete meses de embarazo.”

Fue la primera vez que acudió alguien del Estado a preocuparse por alguna situación concerniente a su familia. Hasta hoy, las 50 personas (incluidos trece niños) que ocupan el albergue conocido, en Sagua la Grande provincia Villa Clara, como la Eide, jamás han visto a ningún funcionario preocupándose con ellos, ni siquiera cuando era inminente el paso del huracán Irma por el territorio o cuando las aguas que trajo la tormenta subtropical Alberto les llegaban casi por las rodillas a los niños de Yanetsy.

Nancy Iglesias, certifica lo anterior. El próximo siete de septiembre cumple diez años viviendo en el albergue.

“Mi casa se cayó y vine para acá, como muchas familias. A algunos les dieron unas casuchas en mal estado. Yo estoy enferma, he ido ni se sabe las veces a Vivienda pero dicen que no pueden resolvernos porque estamos ilegales aquí. No tenemos ni un delegado de circunscripción, pero tenemos que pagar la factura eléctrica y también el agua como si nos llegara. Es como si estuviéramos y no estuviéramos.”

No reciben agua potable. Dependen de la buena voluntad de alguien con una pipa y entre tanto toman la que cae del cielo.

“No sé otras familias, nosotros sí buscamos la de los niños en casa de vecinos o en el pueblo.”

Para Yanetsy es inaceptable que el gobierno los tenga tan olvidados. Su corta edad, 22 años, le alcanzan para darse cuenta del abandono.

“Lo difícil no es ser madre de cuatro niños, lo difícil es vivir en un albergue. Aquí ni siquiera tenemos teléfono, cuando fui a parir al último mi esposo no estaba en la casa porque es operario de la campaña contra el mosquito Aedes Aegypti y la suerte fue que los vecinos llamaron desde sus celulares a la ambulancia, pero casi suelto al niño dentro de ella. Demoró una eternidad.”

Su esposo tiene que ausentarse al trabajo cuando alguno de los pequeños tiene consulta. Recibe una autorización pero por las ausencias “justificadas” no lo dejan fijo. Obtener un subsidio no es una opción para la familia de Yanetsy.

“¿Subsidio? Todo es mentira. Me dicen que como mi esposo tiene un trabajo no tengo derecho. Él gana 540 pesos, eso no alcanza para nosotros seis. Tan lejos como estamos del pueblo no puedo trabajar ¿a quién le voy a dejar los niños si el círculo queda lejísimo?”

Una vez vino una trabajadora social anotó sus nombres e hizo promesas. En un papel quedó descrita la situación de cada uno de los 28 núcleos familiares. En el papel quedó y hasta hoy no se vislumbra una solución.

“Ni baño tenemos, ni siquiera uno colectivo. Hacemos las necesidades en jabas, en latas. Nunca han venido a podar ni una mata, ni siquiera cuando el ciclón estaba cerca. Estamos vivos de puro milagro. Si el gobierno no nos apoya ni tengo idea de qué podamos hacer. Aburridos estamos de ir allá cuando atienden a la población, es como si no existiéramos. Enciendes el televisor y escuchas que Cuba manda ayuda a Dominica, a todos los lugares, pero ¿y a nosotros? ¿Quién nos ayuda?”

La interrogante queda en el aire, Yanetsy, Nancy, Carucha y el resto de los vecinos se saben olvidados y siguen con sus vidas, de la mejor manera en que puedan hacerlo.