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Nuevas canalladas castristas en la ciudad de Guantánamo

Rigal y Expósito se niegan a llevar a sus hijos a la enseñanza pública gestionada en su totalidad por el Estado, pues consideran que está viciada por una intensa propaganda ideológica (Foto Facebook)

MIAMI, Estados Unidos. – Este lunes ha sido noticia en Cuba (¡aunque no en la prensa oficialista!) el juicio perpetrado en Guantánamo al pastor evangélico Ramón Rigual y su esposa Ayda Expósito por los supuestos delitos de “reunión ilícita” y “otros contrarios al normal desarrollo del menor”. En el mismo contexto fue mencionada también otra figura delictiva poco usual: “abuso de la libertad de cultos”.

Las actividades presuntamente ilícitas realizadas por el matrimonio habrían consistido en celebrar reuniones “no autorizadas” de correligionarios cristianos en su modesta vivienda guantanamera, así como negarse a enviar a sus menores hijos a las escuelas regenteadas por el régimen dictatorial imperante en Cuba.

Apenas un par de días han bastado para que los tribunales castristas hayan decretado el encarcelamiento de Ramón y Ayda por períodos de dos años y dieciocho meses, respectivamente. El acto de ¿justicia? habría estado signado, además, por un secretismo a ultranza.

El diario digital 14ymedio informó que “los familiares y amigos más cercanos, incluyendo la hija, no pudieron acceder al juicio”.

Por su parte, CubaNet comunicó que el abogado y periodista independiente Roberto de Jesús Quiñones Haces fue detenido cuando, por cuenta de ese diario digital, se disponía a asistir a ese acto para cubrir la información. Al hecho mismo del arresto se sumó en este caso un evidente abuso policial, pues el informador -pacífico hombre de pensamiento, derecho y poesía- fue objeto de una brutal golpiza que le ha deformado el rostro y le ocasionó la fractura de un dedo.

Los motivos esgrimidos por el matrimonio Rigual-Expósito para asumir esa actitud pueden ser enunciados de manera harto sencilla: el “adoctrinamiento ideológico y ateísta” que se inocula forzosamente en las escuelas cubanas a todos los menores que asisten a ellas. ¿Hay algo de falso en esa afirmación?

La ferocidad del régimen castrista -y de la corte que, en estricto cumplimiento de órdenes superiores, sancionó a la pareja- se pone de manifiesto no sólo en los castigos desmesurados que impuso ahora. También se evidencia en que no es la primera vez que marido y mujer son penados por esos hechos.

Hace apenas un año -en 2018-, y por el mismo delito de “otros actos contrarios al normal desarrollo del menor”, ambos fueron sancionados con el máximo rigor que permite el Código Penal (un año). No obstante, en aquella ocasión los reos recibieron penas alternativas (trabajo correccional con internamiento en el caso de Ramón, y limitación de libertad en el de Ayda).

Lo más curioso de esta situación es que la ley internacional (¡no la cubana, desde luego!) reconoce esa facultad de los progenitores. Así lo proclama el apartado tercero del artículo 26 de un documento firmado por Cuba como es la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”.

De tiempo en tiempo, los plumíferos y cotorrones castristas hacen no poca propaganda a la ratificación por Cuba de la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño. Pues bien: asimismo ese tratado, en el apartado primero de su numeral 18, reconoce que “incumbirá a los padres la responsabilidad primordial de la crianza y el desarrollo del niño”.

¡Claro está que detalles técnico-jurídicos como ésos no quitan el sueño a los represores que sirven al castrismo!

En lo tocante al derecho interno, la letra del artículo 315 del vigente Código Penal (referido al mencionado delito de “otros actos contrarios al normal desarrollo del menor”), tampoco brinda muchos asideros a las autoridades del régimen. El precepto castiga a quien “no atienda o descuide la educación de una persona menor de edad que tenga bajo su potestad”.

Los corchetes, fiscales y jueces del castrismo no se han molestado en tratar de determinar el grado del “descuido” (¡si es que hubo alguno!) en que incurrió el matrimonio Rigual-Expósito. Sin conocerlos a éstos ni a sus menores hijos, me atrevo a afirmar que la educación recibida por los últimos en el hogar es infinitamente superior a la que hubieran podido recibir en una escuela castrista.

Pero es natural que este aspecto de la cuestión no interese en absoluto a los represores del régimen.  A ellos lo único que les molesta es que haya alguien que intente librar a sus vástagos de la propaganda politiquera y del llamado “ateísmo científico” que los dóciles maestros del castrismo inoculan a los inocentes que caen en sus manos.

No se trata de que esa manipulación y ese adoctrinamiento sean particularmente exitosos: Ahí está, para demostrarlo, la unanimidad con que los adolescentes graduados de las escuelas castristas están dispuestos, sin pensarlo dos veces, a huir rumbo a cualquier país extranjero (¡así se trate de Haití o Nepal!) a la primera oportunidad que se les presente.

Pero lo que sí quiere evitar el régimen es el “mal ejemplo” dado por el matrimonio Rigual-Expósito. Lo que quieren castigar es la negativa expresa de ambos, integrantes de la valiente pareja, a permanecer de brazos cruzados mientras los obsecuentes servidores del régimen llenan de tergiversaciones, mentiras y mixtificaciones los tiernos cerebros de sus pequeños.

¿Qué sucederá ahora con los menores que han quedado al cuidado de su hermana mayor Ruth Rigual Expósito? ¿Los enviará ésta a uno de los centros de adoctrinamiento comunista? ¿O imitará el actuar de sus progenitores? En este último caso, debemos temer que se repitan con ella actos de protervia como los perpetrados por los castristas contra el matrimonio. Para esto les sobran obsecuencia y mala entraña. ¡Y lo peor sería que los niños pudieran ser entregados a alguno de los macabros orfelinatos de la Isla, como si no tuvieran parientes amorosos dispuestos a cuidar de ellos!

Creo que este caso brinda amplias posibilidades para la solidaridad mundial. Máxime que no se trata de un asunto político: el matrimonio Rigual-Expósito no declara su oposición al régimen castrista: Ellos sólo desean evitar que los tiernos cerebros de sus hijos sean contaminados por las mentiras del comunismo.