WEST PALM BEACH, Estados Unidos. – La muy anunciada Mesa Redonda de este martes, 15 de octubre de 2019, donde se dieron a conocer las “nuevas medidas económicas” del gobierno cubano, ha acabado de desinflar cualquier expectativa que pudieran tener quienes esperaban alguna apertura en la economía interna de Cuba.
Esta vez el elenco estuvo encabezado por Salvador Valdés Mesa, el recién estrenado vicepresidente de la República, acompañado de los ministros de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández; de Finanzas y Precios, Meisi Bolaños Weiss; de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, y de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca Díaz; la ministra presidenta del Banco Central de Cuba, Irma Margarita Martínez Castrillón y la vicepresidenta primera de la Corporación CIMEX, Iset Maritza Vázquez Brizuela.
Teniendo en cuenta la profunda crisis estructural del sistema y la incertidumbre de la vida de los cubanos en pos de un prometido futuro de prosperidad, cada vez más lejano y esquivo, cabría esperar que semejante coro hubiese desplegado todo un paquete de reformas encaminadas a liberar y estimular en alguna medida la iniciativa del reprimido sector privado, a fin de aliviar el estado de asfixia permanente en que vive la mayoría de los cubanos. Lejos de ello y revalidando una vez más su proverbial insensatez, su falta de sentido de la realidad y su total indiferencia frente a las penurias que padecen los gobernados, las novedades divulgadas este jueves distan mucho de “favorecer al pueblo”, mucho menos se encaminan a mejorar el nivel de vida de la población, como declaran los comparsa del Palacio de la Revolución.
En realidad de lo que se trata, ni más ni menos, es de echar a andar una retorcida maquinaria financiera orientada fundamentalmente a recaudar divisas desde el extranjero eludiendo el apretado cerco que impone la férrea Ley Helms-Burton sobre la cúpula castrista.
El pretexto que esgrimen los gerifaltes castristas no podría ser más pueril: el aumento de la demanda interna de bienes de consumo ha dado lugar a un comercio informal donde se ofertan productos a altos precios, que dejan pingües ganancias a personas naturales, incluso después de pagar los aranceles aduanales correspondientes sobre las mercancías que importan. A propósito de esto el señor Valdés Mesa ha dicho: “Aunque los bienes entran al país en un marco de legalidad, después de recepcionarlos se comercializan de manera irregular”.
Además, recalcó que “la actual administración estadounidense también ha intensificado el cerco financiero para impedir las transacciones de Cuba en sus cobros y pagos en el exterior”, factores que “han hecho que el país no disponga de los financiamientos suficientes para importar las materias primas destinadas a la industria y para que nuestras cadenas abastezcan el mercado”.
Así las cosas, el mercado informal —confiesan los buitres oficiales— ha suplido el habitual desabastecimiento de la red minorista de comercio, suministrando aquellos bienes que el mercado oficial no ofrece o que sí oferta pero a precios más elevados. Por tanto, con la sagacidad que lo caracteriza, el gobierno ha estado “trabajando con una visión estratégica” para elaborar un plan que permita ampliar la oferta, establecer “precios competitivos” y “desarrollar nuestra industria”, facilitando a la vez la capacidad de compra de los cubanos.
Vale la pena detenernos en ciertos detalles interesantes: por primera vez el todopoderoso Estado reconoce como competidores a los comerciantes informales, y pretende que le creamos que un mecanismo tan precario como el del comercio subterráneo —de timbiriches, merolicos, traficantes, Revolico, etc.— y su primitivo sistema de importación a través de las llamadas mulas, haya superado la capacidad comercial de toda la maquinaria económico-financiera del castrismo (ese turbio monopolio conocido como GAESA) forzando al gobierno a crear un sistema de comercio paralelo a su propia red de comercio minorista recaudadora de divisas. Por otra parte, el subterfugio de que el Estado persigue diversificar la oferta y abaratar los precios en beneficio del pueblo no se sostiene porque si tal fuera el objetivo real podría alcanzarlo a través de la red de comercio minorista ya existente, abasteciendo los comercios y bajando los inflados precios de los productos.
De lo que se trata, entonces, no es de arrebatar al mercado informal su clientela sino de crear un sistema de ingreso de divisas directas al gobierno, burlando así las presiones del embargo estadounidense y en especial el efecto de las medidas dictadas por la administración Trump. Para lograrlo, las ganancias del Estado no deberán ser en CUC —esa bastarda ficha de central que solo funciona al interior del batey insular— y mucho menos en CUP, 25 veces menos valiosa, sino en moneda dura y contante.
En función de esto se decidió autorizar a personas naturales la venta en divisas convertibles y la importación de productos mediante empresas estatales, para lo cual los “tanques pensantes” del gobierno concibieron un nuevo modo de pago en divisas a través del sistema financiero del Banco Central de Cuba (Banco Metropolitano (BM), que opera solo en la capital; el Banco Financiero Internacional y el Banco Popular de Ahorro).
El cliente —persona natural— también podrá hacer compras a “precios favorables” en la nueva red de establecimientos comerciales minoristas que funcionarán en todo el país y que se irán “aperturizando” oportunamente hasta completar un total de 77. En esta primera etapa y a partir del próximo lunes 21 de octubre abrirán los primeros 13 locales (12 en La Habana y 1 en Santiago de Cuba), el resto se implementará “gradualmente”.
Igualmente las medidas permitirán servicios de importación a personas naturales a través de empresas importadoras designadas por el Ministerio del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, siempre que el pago de dicha importación esté respaldado con moneda libremente convertible, para lo cual se emplearán las ya existentes “zonas con régimen de depósito de la Aduana” además de otras que puedan crearse, para la venta de mercancías mediante empresas importadoras designadas por el propio Ministerio.
Por su parte la entidad estatal Servicios Automotores Sociedad Anónima (SASA), empresas de CIMEX (“y otras que sean necesarias”) prestarán servicios de comercialización de partes, piezas, accesorios y otros productos automotores multimarcas a personas naturales. Como beneficio adicional se concederán bonificaciones o exenciones arancelarias a la importación de materias primas e insumos así como a los productos de primera necesidad y mayor demanda.
Ninguna de estas medidas afectará las regulaciones aduanales vigentes, las cuales mantendrán las limitaciones y los aranceles a las importaciones ya establecidos.
Todas las compras y transacciones se efectuarán bajo la modalidad de comercio electrónico —con tiendas virtuales, ventas online y la utilización de las pasarelas de pagos nacionales e internacionales— por lo cual es absolutamente imprescindible que el comprador se cree una cuenta, solo en divisa extranjera, en cualquiera de las modalidades bancarias que funcionan en el país para obtener su tarjeta magnética, que utilizará para cada transacción previa presentación de su carné de identidad.
Los residentes permanentes en el país podrán abrir cuentas solo con la presentación de su carnet de identidad. Estas cuentas deberán estar asociadas a tarjetas magnéticas en las oficinas de los bancos Metropolitano S.A., de Crédito y Comercio y el Popular de Ahorro, y entre los atractivos que se les ofrece está que no tendrán saldo mínimo, no se les calcularán ni aplicarán intereses y se podrán definir los límites del número de operaciones y de montos que pueden operar en el día —lo cual constituye “un mecanismo de seguridad para el cliente en caso de pérdida o extravío de la tarjeta que puede ser cambiado en cualquier momento”—.
Y puesto que todo el engranaje está concebido en interés de captar el máximo posible de divisas, estas cuentas bancarias podrán recibir fondos a través de transferencias del exterior, incluyendo las remesas que hasta ahora se tramitaban contra cuentas bancarias, así como depósitos en efectivo en dólares estadounidenses, euros, libras esterlinas, dólares canadienses, francos suizos, pesos mexicanos, coronas danesas, coronas noruegas, coronas suecas y yenes japoneses. No se admitirán depósitos en las monedas nacionales CUC y CUP. El tipo de cambio que se aplique tendrá como valor referencial el dólar estadounidense, y en caso de realizarse depósitos en efectivo en esa moneda, se aplicará el gravamen del 10%, según lo establecido en la Resolución 80 de 23 de octubre de 2004.
El gobierno espera que la venta minorista en moneda libremente convertible permita trasladar los ingresos recaudados hacia el desarrollo de la industria nacional —sin especificar cuáles serán estas industrias— para garantizar la sostenibilidad de los surtidos, impulsar la economía, satisfacer la demanda interna y generar empleos.
Además, Valdés Mesa aseguró que las nuevas medidas permitirán mejorar tanto el servicio de postventa (garantía) de los electrodomésticos vendidos en el mercado nacional, como los servicios de reparación y mantenimiento, un beneficio que no ofrecen los equipos que las personas importan. “Los precios que se ofertarán serán competitivos con los existentes en el mercado minorista de los países de nuestra área geográfica. No serán precios fijos, pero tampoco serán recaudatorios”, añadió.
Sin embargo, un breve atisbo de los precios “favorables” de “productos de alta gama” a través de varios ejemplos que se ofrecieron en la Mesa Redonda permiten adelantar que siguen sin ajustarse a la realidad del bolsillo de un cubano común y que el bienestar de muchas familias seguirá dependiendo de las remesas. Así, un televisor LED de 43 pulgadas, marca Samsung, tiene un precio de 549 dólares; un de 13.6 pies cúbicos, marca Daytron, 519 dólares; un split marca Royal, de 1ton. 361 dólares, entre otros ejemplos que se expusieron.
A todas luces, esos números no se relacionan con los ingresos de la mayoría pobre de la Isla, de manera que es el propio gobierno el que amplía la brecha entre los cubanos con capacidad de acceso a bienes de consumo y la gran mayoría que se mantiene en un estado permanente de sobrevivencia.
Los funcionarios, en general, fueron profusos en detalles y en terminología financiera que no alcanza a comprender el común de los mortales en Cuba, e igualmente se extendieron en temas arancelarios, transacciones, tipos de tarjetas, prestaciones de las cuentas bancarias, etc. Bien podrían haberlo explicado en chino mandarín, puesto que el conocimiento del manejo de finanzas no es precisamente el fuerte de la mayor parte de los nativos de la Isla, por carecer generalmente de ellas.
Lo que sí quedó claro para todo el que tuvo la paciencia y la disciplina de ver esta Mesa Redonda desde el principio hasta el final es que siguen sin aparecer medidas efectivas para los millones de cubanos desfavorecidos, de bajos ingresos y sin acceso a las remesas. Atrás quedó, sepultada, aquella consigna que en años ya lejanos hizo célebre a una revolución que se decía era “de los humildes, con los humildes y para los humildes”. Ahora a los avaros castristas solo les resta sentarse a esperar a los incautos que muerdan el anzuelo y cometan la supina estupidez de colocar su capital y su confianza en el oscuro sistema bancario de Cuba. Más les valdría a esos ingenuos pensárselo dos veces.
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