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Paradas llenas, largas colas y dos terminales en una: Santa Clara se arriesga al coronavirus

(Foto de la autora)

VILLA CLARA, Cuba. – Seis días atrás la prensa oficialista confirmó el primer caso del nuevo coronavirus en un ciudadano cubano residente en el centro del país. Entonces, en los parques, en las paradas de ómnibus, los santaclareños especularon sobre un contagio inminente: “A lo mejor se sentó aquí” o “tomó café allá”, decían. Mientras, los hosteleros comenzaron a preocuparse por la debacle en sus reservas online.

Todos los domingos, en el mercado de Buen Viaje, más de diez mil personas transitan por los mismos 144 puestos de venta desde las seis de la mañana hasta entrado el mediodía. Se aglomeran, se aplastan entre sí, manosean los mismos productos que luego llevan a sus casas. En una guarapera aledaña se forma una fila de gente sedienta, y la dependienta acelera el enjuague de los vasos para que no perder clientela. En la otra, un carnicero discurre acerca del último parte sobre el pedazo de jamón que una mujer preparará con pan para la merienda de sus hijos.

“Santa Clara está maldita”, arguye un viejo de 73 años postrado en un banco cercano al lugar. “Hace tres días que hubo una huelga y ahora nos toca el coronavirus”, dice Emilio Molina que se sabe perteneciente al grupo decretado como más vulnerable. “No he visto que nada haya cambiado, la vida sigue igual. Nadie se quiere morir de hambre. Los domingos son los únicos días de feria, si no salimos hoy a comprar, no habrá otro para encontrar las cosas más baratas”.

A menos de 20 centímetros en la tienda Siboney de Santa Clara unos conversan encima de otros. No puede ser de otra manera, porque perderías el sitio en la cola para alcanzar los dos paquetes de muslos de pollo que dispone la administración para cada comprador. “Hoy entraron los tres mosqueteros”, explica una de las mujeres en la fila que se identifica con el nombre de Anay Silverio. “Ahora le dicen así, al pollo, al papel y al aceite. Pero tienes que hacer una cola para cada producto”.

Dentro del espacio de la tienda destinado a la venta de productos cárnicos, que no supera los 40 metros cuadrados, hay hacinados esa mañana más de 100 personas que se les suman a los 57 trabajadores de esta TRD, que no tiene refrigeración artificial ni fuente natural de entrada de aire. “Si entra el coronavirus de verdad, aquí lo vamos a coger todos. Estamos respirando lo mismo. No sé para qué quitaron eso de los espectáculos públicos, si una cola de estas es peor. Para colmo, aquí mismo vienen a comprar también mucha gente que vive afuera y que están de visita”.

En el parque Vidal, en el reparto hospitalario, en la universidad, una muchedumbre se amalgama para entrar en un ómnibus con capacidad para 45 personas en la que suelen embarcarse más de 50. Mientras, el gobierno da a conocer que los dos nuevos casos confirmados también provienen de Santa Clara. “El otro día había un chino con un asiento vacío al lado y nadie quiso sentarse ahí”, cuenta el chofer de una de las rutas a sus pasajeros. “Total, si el chino lo tiene y tose, lo pesca todo el mundo, hasta yo, que después se lo pego a mi mujer y así…”

A un kilómetro y medio del centro está enclavada la terminal intermunicipal, también conocida como “terminal vieja”. Hace una semana que el gobierno decidió cerrar por reparación la otra existente que se dedicaba al transporte de pasajeros hacia otras provincias, y aglutinar a todos los viajeros en la más cercana al centro citadino. “Por las mañanas esto se vuelve un infierno, es mucha gente tratando de viajar. Imagínate, los que van para las provincias y los que viajan a diario para sus municipios. Lo peor es que no nos dijeron cuándo terminaban de arreglar la otra”, revela un despachador de pasajes que dice sentir temor cuando se le acercan los extranjeros. “Puedo decirte que por aquí pasan por cada turno más de 600 personas, unas con pasajes comprados, otros para anotarse en la lista de espera, y varios extranjeros perdidos que vienen buscando taxis”.

Además de las colas para acceder al transporte público y privado, o para comprar los productos que salen fugaces a la venta en las tiendas recaudadoras de divisa, se le suman otras de ancianos en las farmacias de la ciudad o frente a los cajeros automáticos, como factor de riesgo inminente para el contagio y propagación de la enfermedad.

Si bien se suprimió la permisibilidad para realizar espectáculos y conciertos, los bares y restaurantes estatales de Santa Clara continúan abiertos al público, conformado, en su mayoría, por turistas que se encuentran de paso en los propios hostales o con reservas en la cayería norte de Villa Clara. Los trabajadores y artistas contratados en estos hoteles representan un grupo vulnerable para la trasmisión del virus. Paradójicamente, la única medida tomada hasta el momento por los administradores y gerentes es el lavado de manos con agua clorada antes de acceder a estos establecimientos del estado.

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