Inicio Cuba Pese a los peligros para mi integridad física, seguiré en Cuba

Pese a los peligros para mi integridad física, seguiré en Cuba

LA HABANA, Cuba. – El 2 de febrero del año en curso me sometí a una cirugía ocular en el Hospital Oftalmológico “Ramón Pando Ferrer”, de La Habana, conocido como “Liga contra la Ceguera”. Los preparativos previos tratamos de manejarlos con la mayor discreción ante el temor de que la Seguridad del Estado pudiera interceder para, por ejemplo, provocarme una ceguera permanente. 

No era paranoia, para nadie es un secreto que los oficiales de la policía política han provocado incluso la muerte a opositores políticos. Un caso emblemático es el de la líder de las Damas de Blanco, Laura Pollán, quien en 2011 ingresó al Hospital “Calixto García” por una supuesta infección viral y falleció poco después. Hasta la fecha, la causa del deceso sigue siendo turbia. 

Justo en el momento en el que me correspondía entrar al salón, tuve que posponer la cirugía, debido a la interrupción repentina del servicio eléctrico en todo el hospital. La planta de emergencia hacía que los equipos del salón continuaran funcionando, pero no a la perfección. A último minuto, y al no estar garantizadas las condiciones, la doctora decidió suspender mi operación. Un simple corte repentino de electricidad en medio de la intervención hubiese podido provocar algún daño irreversible. 

Aun así, y confiando en que pudo haber sido una casualidad, decidimos asistir a la semana siguiente para finalmente operarme. Esta vez no hubo complicaciones. Pero, sin saberlo, a la salida del salón se hallaba un oficial de la policía política que hizo las fotos que ahora comparto y que fueron publicadas en redes sociales por un usuario no identificado. Desconozco si intentaron alguna otra maniobra o si tuvieron que ver con el corte de electricidad de la semana anterior, pero esta publicación hecha desde una página de Facebook ―que desde hace un tiempo se ha estado dedicando a difamar a varios opositores y periodistas independientes― expone el peligro al que ―sin saberlo― estuve sometida. 

En las fotos me hallo saliendo del salón de operaciones, guiada por mi madre pues apenas podía abrir los ojos. Además de las fotos, se cuestionaba mi uso de los servicios médicos en Cuba, ya que he afirmado en varias ocasiones que Cuba es un Estado fallido, lo cual sostengo.

(Captura de pantalla)

Debido a esta situación es que hago pública la actual denuncia porque, de lo contrario, tanto mi cirugía como cuestiones relativas a mi vida personal serían intrascendentes. 

Si me operé en Cuba es porque, en primer lugar, los órganos represivos no me permiten viajar al exterior. Pero, fundamentalmente, porque la asistencia médica es un derecho reconocido por la Declaración Universal de Derechos Humanos e incluso por la Constitución cubana. Los servicios de salud no son una prerrogativa del poder o del gobierno de turno, menos un beneficio ideológico ni un logro de la mal llamada Revolución Cubana. 

Tanto los ―pésimos― servicios de la salud como la educación y otros de los llamados “logros de la Revolución” no son gratis; los han pagado bien caro varias generaciones de cubanos con su esclavitud, miseria y falta de libertades, mientras los Castro y la cúpula militar viven como millonarios. 

No obstante, tampoco hubiese intentado salir al exterior del país para operarme. En lo que va de año me han invitado a viajar a al menos dos países: Estados Unidos y Colombia, para presentar el libro que recientemente publicara con la editorial Primigenios. Pese a desconocer si actualmente persiste mi prohibición de salida del país, he declinado ambas invitaciones. No me interesa viajar, no me interesa salir de Cuba; para poder hacerlo, sé que primero tendría que pactar con la policía política, al menos desarrollar un acuerdo implícito de “portarme bien” para que me “premien”. Pero me niego a hacerlo, me niego a ceder. 

Tampoco quiero viajar porque, de hacerlo, sé que eso representaría una despedida definitiva de Cuba. La policía política en los últimos años ha implementado una especie de limpieza del país, desterrando a quienes le resultan incómodos; a algunos les quitan la “regulación” de salida para luego no dejarlos retornar, como ocurrió con Anamely Ramos y Omara Ruiz Urquiola. 

En los casi cuatro años que llevo trabajando como periodista independiente en Cuba he sido convertida en un blanco de ataques constantes por parte de los órganos represivos cubanos: difamaciones, arrestos, interrogatorios, desalojos de viviendas, amenazas tanto a mi como a mi familia, intromisiones en mi vida personal y familiar, falsas acusaciones de delitos comunes, así como la “regulación” de salida del país (el eufemismo acuñado por la Seguridad del Estado para referirse a la prohibición de salir de la Isla). 

Como parte de mi labor, no solo cuestiono la realidad social cubana sino a los responsables de la miseria, la represión y las violaciones de derechos humanos en Cuba: la dictadura comunista de los Castro y sus secuaces. Lo hago porque, además de ser la honestidad parte de mi profesión, corresponde a la prensa exponer y fiscalizar el poder político.

Este trabajo, y el correspondiente acoso de la policía política, hace distintivo el trabajo de los periodistas independientes cubanos: no somos simples reporteros sino también activistas por los derechos humanos. Nuestra labor y exposición a las acciones represivas, en el seno de la tiranía socialista más longeva de nuestro hemisferio, se convierte en un acto de resistencia y de rebeldía. 

Pero, pese a todos los atropellos, nunca antes había sentido tan expuesta mi integridad física como hasta ahora. Al ver las fotografías que me fueron tomadas al salir del hospital recordé alos casos de Laura Pollán y Xiomara Cruz Miranda, dama de blanco a quien igualmente se presume que le inocularon una bacteria estando en prisión, lo que casi la lleva a la muerte. También me vino a la cabeza el nombre de Harold Cepero, quien, de acuerdo con el exprisionero político y actual líder del Movimiento Cristiano Liberación (MCL) Regis Iglesias llegó vivo al hospital tras un supuesto accidente (que habría sido orquestado por la Seguridad del Estado, según diversas fuentes).

Con esas fotos, la Seguridad del Estado enviaba un mensaje y una amenaza: que todos los cubanos estamos en sus manos y que pueden hacer o acabar con nuestras vidas cuando lo deseen.

Aun así, aunque me digan loca o ingenua, aunque sigan con los chantajes, intimidaciones y descréditos, me aferro aún más a esta tierra y a mi profesión. Hacer periodismo y activismo en Cuba, enfrentando incluso la muerte, es lo más cercano a ser un corresponsal de guerra: el riesgo es elevado, pero lo compensa nuestra enorme responsabilidad con la verdad, la justicia y la libertad.

Por este medio, expongo cualquier amenaza o perjuicio a mi salud o mi vida. Pero no me rendiré. Solo Dios conoce y dispondrá el fin de mi existencia, nada temo ni me avergüenza mientras sea consecuente y fiel a mis principios. Que se preocupen ellos, los infames y perversos de la policía política cubana, porque la impunidad que hoy disfrutan, tarde o temprano se convertirá en justicia, y entonces pagarán por todo el daño que han hecho.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.