Inicio Cuba Policías y ladrones: el doctor Roger, un hombre con suerte

Policías y ladrones: el doctor Roger, un hombre con suerte

LAS TUNAS, Cuba. — En su campaña para tratar de hacer presentables las ya nada creíbles instituciones del Estado, la prensa oficialista, como brazo armado del régimen totalitario que es, del mismo modo que hace apologías de la agricultura, la industria o la cultura nacional, ahora hace encomios de una eficiencia policial que en Cuba es excepción y no regla.

“La policía devuelve bicicleta eléctrica robada a su dueño”, dice un titular del periódico Tribuna de La Habana fechado este 1 de junio. Resulta que, según esa historia de éxito policiaco contada por el medio oficialista —que nada dice de los delitos sin esclarecer—, en menos de cuatro horas de formular la denuncia, el doctor Roger, un médico cirujano del hospital clínico quirúrgico “Joaquín Albarrán”, recibió la buena noticia de que la bicicleta eléctrica robada de su domicilio había sido ocupada por la policía, la que fue devuelta a su dueño por las autoridades, fotografía mediante.

Según el doctor, que “sintió dolor y desesperación” —¡si lo sabré yo!— por haber perdido su medio de transporte, “su mayor felicidad es que hechos como este no queden impunes”. Pues, óiganme, el doctor Roger es un hombre con suerte. Todos los días en Cuba son robadas decenas de propiedades, personas que pierden bicicletas, vacas, caballos, teléfonos, artículos electrodomésticos, dineros, joyas y una extensa lista de bienes que no recuperan casi nunca, porque hoy la operatividad policíaca en el archipiélago cubano es bajísima. Y, esto, cuando la criminalidad va en aumento, no sólo como consecuencia de causas y condiciones de índole socioeconómica, sino también, debido al bajo índice de esclarecimiento de los delitos producidos, porque, como bien se sabe, la mejor profilaxis contra el crimen es el esclarecimiento de los delito producidos.

La impunidad está haciendo saltar el delito a cotas tragicómicas. Por ejemplo, el robo de un caballo de la corraleta en una cooperativa cañera, la semana pasada, caso en que, para sustraer el animal, los ladrones maniataron y derribaron el caballo, haciéndolo pasar acostado por entre las bardas del corral. Tal pareciera como si, mientras la competitividad policiaca desciende, el talento delincuencial aumenta.

Y digo que sé del “dolor y desesperación” que sintió este médico al que robaron su bicicleta, porque a mí el pasado domingo 21 de mayo me robaron la mía, que no era eléctrica, sino una modesta bicicleta común, aunque, eso sí, con ruedas y sillín nuevos. Y sobre ella también fueron robados un grupo de herramientas y objetos, valiosos por su utilidad, muy difíciles de adquirir en Cuba, porque, sencillamente, no se encuentran en los mercados.

Válido es decir que aunque establecí la denuncia en la estación de policía de Puerto Padre, y no sólo describí los objetos robados en la declaración adjunta, sino que también proporcioné a la investigadora del caso fotografías de los objetos robados, así como hipótesis de los presuntos autores del delito, aún no tengo la suerte del doctor Roger.

En Cuba, policías y ladrones prosiguen en un eterno pulso, y en mi caso y en el de miles de personas víctimas de robo como yo, el brazo de la policía está contra el suelo y el puño de los ladrones en alto.