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Populismo huracanado en tiempos de Díaz-Canel

Miguel Díaz-Canel visita el poblado de Batabanó (Twitter)

LA HABANA, Cuba.- Mas allá de las inundaciones, los inmuebles destruidos y demás afectaciones, los huracanes en Cuba provocan otros efectos sin nada que ver con las desgracias.

Las ventoleras y los aguaceros torrenciales asociados a estos eventos meteorológicos son el acicate para que los principales referentes del poder absoluto monten un espectáculo en medio de la devastación, con el ánimo de reforzar mediáticamente su liderazgo.

Escuchar el rosario de lamentaciones, proponer ciertos resarcimientos, estrechar la mano de algunos afectados y repartir, al azar, palmadas en la espalda a manera de consuelo, es parte del ritual a ver en los reportes del noticiario estelar de la televisión, así como en las páginas de la prensa plana.

Antes fue Fidel Castro, que lo mismo aparecía en un descampado, con capa y guardaespaldas, junto a un grupo de damnificados, que irrumpía en el set ocupado por el meteorólogo José Rubiera a discursear sobre los temas que le vinieran a la mente, incluidos los relacionados con la temporada ciclónica.

Raúl Castro dio continuidad a esos recorridos de rancio tufo populista, desde que asumió la presidencia en el 2006 hasta su retiro por razones de edad, pero sin llegar al histrionismo de su hermano.

A los usufructuarios del infortunio ajeno, les sobra materia prima para montar sus embelecos. La amenaza de ser visitado por este tipo de disturbios atmosféricos se prolonga desde 1 de junio hasta el 30 de noviembre y es muy raro que durante este lapso no aparezca en el Atlántico, uno de estos fenómenos que suelen dejar su estela de calamidades en el Caribe insular.

El actual gobernante ha hecho su debut siguiendo las pautas de sus antecesores.

Para dejar su impronta de líderes preocupados por el pueblo, el presidente designado por Castro II, Miguel Díaz-Canel y el Primer Vicepresidente, Salvador Valdés Mesa, acompañados por varios miembros del Consejo de Ministros, se presentaron recientemente en el municipio de Batabanó de la provincia Mayabeque para, como de costumbre, hacer sus rondas de preguntas anodinas y tomar nota de los problemas causados por el huracán Michael, que pasó con categoría 2 cerca del extremo occidental de la Isla, sin que se sepa en realidad cómo y cuándo serán atendidas las demandas de todos los perjudicados.

Tomando como referencia similares circunstancias acaecidas en el pasado, la atención suele ser a aplicada a retazos y limitada a solventar un porciento irrelevante de las necesidades.

Entre los motivos, a menudo vetados en las redacciones de los periódicos, la radio y en los canales de la televisión por orden de arriba, aparecen los desvíos y el acaparamiento a la sombra de las corruptelas que se han institucionalizado a lo largo y ancho del país.

Si bochornoso resultan las apropiaciones indebidas que contribuyen a prolongar el sufrimiento de decenas de familias, peor es que parte de estas redes de contrabando estén capitaneadas por sujetos que militan en las filas del partido y la juventud comunista, es decir los mismos que encabezan las marchas de reafirmación revolucionaria, se ofrecen para liderar las jornadas de trabajo voluntario en conmemoración al legado del Che Guevara, cantan a viva voz la Internacional en la clausura de algún simposio y se ofrecen para partirle la cabeza a cualquier opositor en un acto de repudio, cumpliendo la orden que una vez dio el fallecido General de Cuerpo de Ejército, Sixto Batista Santana, durante su desempeño como máximo dirigente de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).

A tono con la costumbre generalizada de llevarse lo que no es suyo para su venta en el mercado negro, con su cadena de nefastas consecuencias económicas y sociales, una de las damnificadas aprovechó la presencia de Díaz-Canel para darle las quejas sobre el pillaje de los acaparadores y revendedores que le impiden adquirir los materiales para construir su casa.

La nota publicada en el Granma, no especifica si la autora del reproche tuvo que pasar el ciclón a la intemperie, en casa de un vecino, en una cueva cercana o en una choza.

Tampoco se sabe el tiempo que lleva a la espera de obtener los recursos para tener una vivienda mínimamente confortable que la proteja de las inclemencias del tiempo.

El mandatario se comprometió con darle una respuesta sin precisar detalles que hubiesen contribuido a levantar las esperanzas en medio de las tribulaciones.

Es muy probable que el día después del próximo huracán, siga en el banco de la paciencia esperando por los materiales y la contestación de Díaz-Canel.

Eso si no desaparece envuelta en una manga de viento o arrastrada por un río desbordado.

A estas alturas de la historia, ella debe saber que las promesas sin cumplir o atendidas a medias, han sido parte indivisible de la liturgia del poder revolucionario. Si aún no lo sabe, ya aprenderá.