Inicio Cuba ¿Por qué decrece el número de cooperativas en Cuba?

¿Por qué decrece el número de cooperativas en Cuba?

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LA HABANA, Cuba.- Uno de los tanques de pensamiento del gobierno cubano, la académica Camila Piñeiro Harnecker —hija del fallecido comandante Manuel Piñeiro (Barba Roja)—, en su libro Repensando el socialismo cubano, recomienda ampliar el movimiento cooperativo en Cuba como antídoto contra la proliferación del trabajo por cuenta propia. Según la autora, mientras que las cooperativas mantienen la propiedad de grupo, más afín al sistema socialista, el cuentapropismo constituye el germen de la sociedad capitalista al basarse en la propiedad privada.

En ese contexto, la actualización del modelo económico contempló la creación de las cooperativas no agropecuarias (CNA), así como la revitalización de las unidades básicas de producción cooperativa (UBPC). A ellas se unían las ya existentes cooperativas de producción agropecuaria (CPA) y las cooperativas de créditos y servicios (CCS).

Entonces podría resultar contradictorio el hecho de que el número de cooperativas haya disminuido. En efecto, de acuerdo con cifras proporcionadas por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), al cierre de 2018 había en el país 434 CNA, 1529 UBPC, 879 CPA, y 2468 CCS. Por su parte, el 2017 había cerrado con 439 CNA, 1563 UBPC, 882 CPA, y 2471 CCS.

Si tomamos como referencia el quinquenio 2014-2018 el decrecimiento se torna más pronunciado. En el año inicial de ese lapso había 1754 UBPC, 903 CPA, y 2504 CCS. Únicamente las CNA reportaron en 2018 una cifra superior con respecto a 2014.

Lo cierto es que las cooperativas han chocado contra el centralismo y la burocracia que corroen a la economía cubana. En el caso de las relacionadas con la producción agropecuaria (UBPC, CPA y CCS), el gobierno les exige que se vinculen a empresas agropecuarias estatales. Estas últimas compran los insumos productivos de las cooperativas y chequean sus planes de producción. Además, las cooperativas son tuteladas por los núcleos del Partido Comunista y la oficialista Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). Lo anterior implica que en no pocas ocasiones a las cooperativas se les indique qué sembrar, con quién comercializar, y a qué precios vender sus producciones.

A semejante falta de autonomía se agrega la desnaturalización que se aprecia en buena parte del proceso de creación de cooperativas en la isla. Específicamente en los casos de las CNA y las UBPC, esas cooperativas se formaron por directivas provenientes de “arriba”, y no por iniciativa de sus asociados, como debe corresponder a una auténtica cooperativa. Si los antiguos trabajadores estatales no aceptaban pasar a cooperativistas, quedaban desempleados. No es difícil imaginar el escaso sentido de pertenencia que exhiben esos cooperativistas.

En medio de ese panorama de trabas e ineficiencias, con incumplimientos productivos y deudas impagables, muchas cooperativas —sobre todo las UBPC— se han autodisuelto, y otras han sido disueltas por las autoridades. Aunque el gobierno no especifica el origen de las personas que solicitan tierras en usufructo, es muy probable que muchos de ellos sean ex cooperativistas decididos a encarar el futuro mediante el esfuerzo personal. Una modalidad, a propósito, tampoco exenta de ciertas trabas gubernamentales.

A no dudarlo, la merma en el número de cooperativas clasifica como un revés del proceso de actualización del modelo económico.