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¿Por qué no se permite el trabajo por cuenta propia en la enseñanza?

Niños en Cuba. Foto CNN

LA HABANA, Cuba.- Entre las actividades prohibidas para ejercerse por cuenta propia en Cuba se encuentra la enseñanza. Es decir, que no habrá maestros ni profesores por cuenta propia en la isla, y tampoco veremos la posible asociación de varios de ellos en una especie de cooperativa que sea el germen de la educación privada en el país.

Es verdad que el anunciado Perfeccionamiento del Trabajo por Cuenta Propia permite la existencia de ciertas actividades relacionadas con la educación, como las de profesor de mecanografía, taquigrafía, idiomas, y los repasadores de las asignaturas impartidas en el sistema nacional de educación. Pero se trata de materias que no alteren el mensaje político-ideológico que la maquinaria del poder les inocula a los niños y jóvenes cubanos en las escuelas del país.

El castrismo no está dispuesto a tolerar que nuestros los niños asistan a una escuela donde no repitan como cotorras la cantaleta de “pioneros por el comunismo, seremos como el Che”; tampoco admitirá que se enseñe una historia en la que la interpretación del pasado deje de legitimar el triste presente de nuestra sociedad; o que la imagen y el legado de Fidel Castro desaparezcan de los planes de estudio.

Los gobernantes cubanos no van a aceptar que haya universidades en el país donde puedan estudiar jóvenes no identificados con la ideología oficial, y que rechacen ingresar en las Milicias de Tropas Territoriales (MTT) organizadas por el aparato militar del régimen. Aunque, claro, todos sabemos que muchos de los actuales estudiantes universitarios simulan esa adhesión al gobierno con tal de conservar sus matrículas. Las universidades cubanas son grandes fábricas de personas con doble moral.

Por supuesto que no abogamos por la privatización total de la enseñanza en el país. La escuela pública debe continuar, aun con sus imperfecciones docentes y materiales, y ese lastre ideológico que hoy la daña considerablemente. La instrucción a los estudiantes que no puedan pagar una escuela privada es una obligación que ningún estado puede soslayar.

Sin embargo, reclamamos el derecho que les asiste a las familias cubanas de optar por otra educación para sus hijos que se aleje del adoctrinamiento que el castrismo aplica en los actuales centros educacionales. Las escuelas privadas deberían coexistir con las escuelas públicas, tal y como sucede en la mayoría de las naciones.

Resulta risible escuchar la justificación que las autoridades han ofrecido para no aceptar el trabajo por cuenta propia en la Enseñanza. Por lo general aseveran que en la Constitución de la República queda establecido que esa es una función que únicamente le compete al Estado, según el inciso b del artículo 32 de ese cuerpo legal. Y es risible porque se trata de un argumento endosado en la Constitución por las propias autoridades, y no como consecuencia de un reclamo de la sociedad.

Además, es sabido que mucho antes de que se promulgara la actual Constitución, desde una fecha tan temprana como el año 1961, ya los gobernantes cubanos no admitían otra enseñanza que no fuera la dictada por ellos mismos. Resulta notoria la eliminación de los colegios católicos en el país, de tan significativa importancia en la formación de generaciones de cubanos, incluyendo al propio Fidel Castro en sus años mozos. Ni las repetidas peticiones de la jerarquía católica en pos de recuperar sus colegios, aun a raíz de la visita de tres Papas a la isla, han podido doblegar la tozudez del castrismo.

Queda muy claro que el objetivo que persiguen las autoridades al no permitir el trabajo por cuenta propia en la enseñanza va mucho más allá de cualquier afán filantrópico. Quieren mantener a toda costa su control totalitario sobre la sociedad.

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Orlando Freire Santana

Orlando Freire. Matanzas, 1959. Licenciado en Economía. Ha publicado el libro de ensayos La evidencia de nuestro tiempo, Premio Vitral 2005, y la novela La sangre de la libertad, Premio Novelas de Gaveta Franz Kafka, 2008. También ganó los premios de Ensayo y Cuento de la revista El Disidente Universal, y el Premio de Ensayo de la revista Palabra Nueva.