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Protección animal en Cuba: una necesidad impostergable

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LA HABANA, Cuba.- Dentro de los planteamientos hechos por la población en los debates del Proyecto de Constitución de la República, hemos escuchado a más de uno de los participantes abogar por una ley para la protección de los animales, algo que, de lograrse, no sólo  serviría para imponer justo castigo a los que abusan de ellos, sino que también contribuiría a la toma de conciencia sobre la responsabilidad que adquieren las personas  al adoptar una mascota. Hace falta una ley efectiva, que proteja el bienestar y la vida de los animales y frene la violencia contra estos, violencia que para muchos ya se ha hecho cultura en medio de la generalizada pérdida de valores de nuestra sociedad.

Hace unos días presencié una escena lamentable y grotesca: un perro de pelea mataba al gatico de una vecina, y mientras ella le gritaba y suplicaba al dueño que se lo quitara, este contemplaba la escena imperturbable. Sólo cuando la mujer lo amenazó con acusarlo porque entrenaba al perro para matar, este le replicó groseramente: “Él está en su patio, fue el gato el que vino”.

Por esos días leí en el Granma la triste historia de Luna, una perrita callejera que los vecinos de una comunidad de La Habana Vieja cuidaban y alimentaban. Un día desapareció, y al cabo de dos semanas una vecina, Karla Llanes, la encontró tirada en una esquina, la recogió y la llevó a su casa para curarle las heridas. “No pude hacer casi nada por Luna, se me murió al día siguiente”, le contó a la periodista. Con cinta adhesiva le habían sellado el hocico para que no pudiera defenderse ni herir al atacante. Su pata delantera derecha estaba deshecha por los cortes que le habían hecho para que no pudiera huir, y que nunca le atendieron.

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Luna murió víctima del salvajismo y la codicia de los peleadores de perros, sádicas lacras de la sociedad que entrenan perros para matar (o morir), con el propósito de ganar dinero a costa del sufrimiento y la agonía de criaturas inocentes. Ya se impone la elaboración y puesta en práctica de leyes verdaderamente efectivas, pues aunque en Cuba existen débiles mecanismos legales para penalizar las peleas de perros, solo se aplican si los agarran in fraganti y si se puede probar que hay dinero de por medio (decreto 141/1988, artículo 1: “Contraviene el orden público y se le impondrá la multa y demás medidas al que tome parte de cualquier clase de juego de azar, sin tener la condición de banquero, colector o promotor, con el propósito de lucrar”). O lo que es lo mismo: en nuestro país, a día de hoy, usted puede disfrutar del abominable espectáculo de ver perros despedazándose, siempre y cuando lo haga por placer y no por dinero.

Según datos del Departamento de Higiene y Epidemiología, existen alrededor de 200 000 perros callejeros que fueron abandonados por sus dueños. Unos alegan no tener tiempo para atenderlos; otros los toman por embullo o capricho y después se aburren, y los hay que los echan cuando se enferman. Estos animalitos deambulan por las calles en busca de algún alimento y un lugar donde guarecerse del frío y la lluvia. Solo unos pocos dichosos encuentran refugio.

Para evitar la proliferación de este fenómeno, la Asociación Cubana para la Protección de Animales y Plantas (Aniplant) realiza esterilizaciones masivas. Sin embargo, esta medida es insuficiente. Además de una ley de protección, también es imprescindible la voluntad del gobierno de crear refugios donde las criaturas abandonadas reciban el trato adecuado y la atención y el cariño que merecen. Hasta ahora solo pueden esperar no ser atrapados por el cruel programa de Zoonosis, que consiste en capturar y matar de maneras bastante inhumanas.

Pero en Cuba la crueldad hacia los animales ni remotamente se limita a los perros. Animales de tiro, animales de laboratorio, peleas de gallos, zoológicos sin recursos, son solo algunas de las situaciones a corregir. De momento, si bien una legislación que penalice las agresiones y tipifique las sanciones no va a eliminar por sí sola el sadismo, la crueldad y la brutalidad arraigados en tantos cubanos, sí sería el indispensable comienzo. En aras de ser mejores personas, y de construir una sociedad mejor desde ya, recordemos todos –y adoptemos– aquella enseñanza martiana según la cual la calidad de una sociedad puede medirse por la manera en que esta trata a sus animales.