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¿Quién pinta a la Revolución?

Mural de Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara en La Habana (Foto de la autora)

LA HABANA, Cuba. – La Revolución cubana ha impuesto su estética, pero de arte no ha enseñado mucho. ¿Cuántos graduados de artes plásticas tiene Cuba? ¿Cuántos artistas autodidactas? ¿Cuál de ellos se dedica a pintar las miles de versiones que hay de la fotografía de Korda del Che, pintarrajeadas por las paredes revolucionarias? ¿A cuántos de ellos convocan para hacer los carteles de las pescaderías, las tiendas, las bodegas estatales y la propaganda revolucionaria?

“Por lo menos este suspendió dibujo”, dice un borracho ante la imagen de Che en una calle de Centro Habana, pero no se atreve a reírse porque no sabe quién es la persona que le pregunta por el artista.

Con la que acaba de concluir ya han pasado trece bienales de La Habana y las propuestas que queden se convertirán en escombros, pero los murales serán restaurados por otros pintores, los de brocha gorda, los que tratan de respetar los rasgos de la obra hasta deformarla de tanto pasarle por el borde con otro color para cubrir la suciedad.

“Yo nunca aprendí a dibujar”, dice Octavio, “pero pintar tiene su técnica, no te creas”. El hombre asegura que “todo el mundo no puede pintar una pared grande y que le quede pareja aunque para pintarla no haya que ir a la escuela, eso es técnica”.

“A veces te piden que pintes una pared y la gente se empeña en dejar los dibujitos y nosotros no llegamos allá, y tratamos de tocarlos lo menos posible”, aunque se note que le pasaron por el borde porque muchas veces el fondo anterior era de otro color”, agrega Octavio.

La misma técnica se la han aplicado a los Camilos, los Ches y la propaganda política. Así termina Camilo con un sombrero no tan alón, la cara más aplatanada o el Che con el cabello menos esparcido al viento, menos romántico y más caricaturesco.

Y aunque Octavio no lo diga, la sorna con que explica su trabajo parece venganza contra el artista que dejó su obra o contra la propaganda política que mientras más se adentra en la ciudad, más fea es.

A fin de cuentas, no se sabe si es una autoagresión del gobierno, porque pintan a sus héroes una sola vez y después los olvidan o son los administradores, los gerentes y los directores quienes usan estas imágenes como una especie de resguardo y para que vean cuán revolucionarios son, pagan y aportan la pintura para malgastarla, lo mismo con la figura que manteniéndola después.

Si hay algo que le queda claro a Silvia, una economista de 80 años es que “la obra más grande de la Revolución fue dejar a mi ciudad a oscuras porque las luces no solo eran la luminarias de las calles”. Silvia cuenta que de una ciudad llena de carteles y lumínicos pasamos a “la más absoluta oscuridad”.

“Las luces fueron sustituidas por carteles que a veces, por lo menos yo, tengo que acercarme bien para entender qué pintaron”, dice la mujer, que también aborda el mal estado en que han quedado las panaderías, dulcerías, bares, pescaderías y bodegas, todo lo que perdió su esplendor en 60 años.

Los “Che” con caras raras llevan otro análisis

“Qué expresión ni qué expresión del pueblo”, dice la vecina del agro que colinda con la iglesia de la Merced. “Nosotros no pusimos ni un quilo en ese Che ni en ese Chávez. Dime quién en el barrio puede poner dinero pa pintar esa cosa. Ellos llegaron y pintaron”, señala la mujer. Para ella, entre la devoción y la necesidad, pesa más la segunda.

Mural de Hugo Chávez y Ernesto Guevara en La Habana
Mural de Hugo Chávez y Ernesto Guevara en La Habana (Foto de la autora)

Tampoco en el barrio se atreven a pintar las paredes espontáneamente porque todo es propiedad social o del gobierno, aunque sea la fachada de tu propia casa.

Lo mismo sucede con los murales. Nadie se atreve a decir “coño, que feo”. Pareciera que los “héroes” que ha impuesto el régimen son “intocables (…) los ponen ahí para que nos vigilen”, dice la misma vecina de la Merced.

La mujer explica que muchas veces esperan a que los murales “estén muy sucio” para pasarles por encima con un brochazo de cal o vinil y a “rezar porque a ningún chivatón del barrio se le antoje volver a pintarlo”. El espíritu del barrio se resumen en una frase: hay gente que solo quiere ver las paredes limpias.