Inicio Cuba ¿Quién puso a nuestros hijos en un nuevo campo de batalla?

¿Quién puso a nuestros hijos en un nuevo campo de batalla?

LA HABANA, Cuba. – Yo supe de un viejo general que acostumbraba a juntar a sus hijos los domingos. La mesa del general viejo era grande porque también era grande la tropa de hijos, la de nietos. El viejo general solía conversar con su prole en esos mediodías de domingo y en la mesa del almuerzo. No tenía mucho tiempo, como casi siempre sucede a los generales.

Yo supe de uno de esos almuerzos que juntara al general con sus hijos, uno de los más particulares. Y es que ese almuerzo que refiero transcurrió unos días después de que terminara el juicio que hiciera Fidel Castro al general Ochoa. Dicen que alguno de los hijos del general, del Héroe de la República, hizo un chiste para denigrar a Ochoa. 

Y dicen que la humorada provocó una ira grande al general. Me contaron que el viejo, el padre, muy ofendido, pegó fuerte sobre la mesa y exigió recato, pero sobre todo respeto. Dicen que, para convencer a su prole, aseguró que ninguno de los que lo acompañaban en la mesa le llegaba a Ochoa a los calcañares, y ya sabemos los cubanos lo que significa esa expresión. 

Me contaron que después del golpe que removió la vajilla, abandonó el general la mesa, aun cuando no habían superado los entrantes. Y la descendencia del general no supo entonces qué hacer, pero todos entendieron que habían cometido un sacrilegio, aunque los comunistas no cometan sacrilegios, pero sí abominaciones. Y todos entendieron que no sabían la verdad.

Luego el general Ochoa fue puesto delante del pelotón de fusilamiento, pero ni siquiera así consiguieron que desapareciera todo aquel sarro con el que habían cubierto al general Ochoa. Y es que el sarro es una cosa muy difícil de vencer; el sarro es terco, es una cosa muy persistente, y es atroz. 

Eliminar el sarro lleva mucho trabajo. Eliminar el sarro del inodoro, al menos en Cuba, puede ser tan complicado como limpiar los establos de Augias. Lo que para algunos podría ser una bicoca, para nosotros es toda una odisea, sobre todo porque se hace muy difícil conseguir el salfumán que elimina el sarro del inodoro, porque el sarro es una de esas cosas que resulta ser muy persistentes.

El sarro es también muy resistente, como son todas las costras. El sarro persiste si no se usa el mejor desincrustante, ese que arranca, y sin dejar huellas, toda la mugre que la orina dejara. Y la mierda también es persistente y es sucia, y deja huellas que solo el salfumán destruye. Y al parecer pululan en Cuba ciertos eventos que pueden dejar muy sucio al inodoro, y lleno de sarro, y se precisará de mucho salfumán.

Un nuevo evento dejará muy sucio al inodoro imperial, y a ese poder que está lleno de sarro desde hace tiempo, y lo peor es que no hay indicios de que aparezca el salfumán más apropiado, y mucho menos la voluntad de explicar la verdad de tanta churre, de tanta mierda, diría Silvio Rodríguez. 

Con Ochoa vinieron algunas dudas y muchas certezas, pero ahora no sabemos muy bien lo que pasa, ni lo que pasará. Eso está ocurriendo ahora mismo en Cuba, donde las cosas se repiten con frecuencia. Y el nuevo suceso me hace volver a Ochoa y a su fusilamiento. ¿Habrá ejecuciones en los meses por llegar? Y al parecer no se pedirá cuentas a los rusos, al parecer se permitirá que los rusos usen a nuestros desesperados jóvenes como mercenarios.

¿Quién será el Ochoa de estos días? Supongo que ya tiene nombre y también sentencia. Lo más probable es que en días venideros tengamos el nombre, cuando se haga visible el juicio y se sucedan los disparos de fusil sobre el “responsable”. Otro pez gordo podría estar a punto de ser pasado por las armas, después de que un número nada despreciable de jóvenes cubanos consiguiera llegar a Rusia para ser parte de la guerra contra Ucrania

Aún no reconocimos al ejecutor en jefe, pero sabemos de dónde salen las más altas órdenes. No sé quién será el Ochoa de esta historia, no sé quién será puesto delante del pelotón de fusilamiento, que sin dudas no será el “autor en jefe” de esos desafueros que lleva a jóvenes cubanos a participar en la guerra rusa.

Y no creo que tales desempeños salgan del pobre cerebrillo de Miguel Díaz-Canel. Aquí la cosa tiene una pinta de política más real y sin atrezos. ¿Quién será entonces el nuevo Ochoa? ¿Quién es el verdadero cerebro? Imaginemos un nuevo juicio, también televisado. ¿Sobre quién irán las mirillas de fusiles? ¿Quién será puesto delante del pelotón de fusilamiento? Y lo del dinero es pan comido; quien llene sus bolsillos no será el que espera las descargas de fusiles para caer muerto sobre el suelo cubano. 

Otra vez el sarro que lo cubre todo. ¿Quién puso a nuestros hijos en un nuevo campo de batalla? ¿Quién pagará esta vez? ¿Acaso Cuba exigirá una declaración a Rusia? ¿La hará pública? ¿La veremos? Para mí, lo más triste es que los jóvenes cubanos se decidan a participar en una guerra porque les propiciará otro escenario lejos de casa, un escenario europeo, que no es lo mismo que, el muy habitual para nosotros, paisaje africano de batallas. 

Y es muy triste que los jóvenes isleños busquen la vida en una guerra, pero el miedo parte de las angustias, y las angustias mayores están acá, en una Cuba de miserias. Las angustias hacen olas entre los jóvenes y son más fuertes que los temores. La angustia sale de esa sensación de tener una existencia miserable, sin posibilidades. 

La angustia suele ser más fuerte, más persistente, que el temor. La angustia tiene que ver con la certeza de que hay un mundo de posibilidades por allá fuera y lejos de Cuba. Y los jóvenes están dispuestos a conseguir esas posibilidades en el lugar que estén, incluso allá, en un lejano campo de batalla, y quizá hasta en la muerte, esa muerte a la que se les convocara. ¿Hablará Rusia? ¿Hablará Cuba o todo será sarro?

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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