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¿Quiénes son ahora los intelectuales “honestos”?

Miguel Díaz-Canel, Miguel Barnet, director de la UNEAC (izquierda), y Abel Prieto (derecha). Foto internet

MIAMI, Estados Unidos.- En días pasados el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez se reunió con un grupo de escritores y aristas que participarán en el 9no. Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), a celebrarse del 28 al 30 de junio. Eso de un contacto previo a las sesiones del evento es algo que no debe de asombrar a nadie, pues se conoce que los gobernantes cubanos son alérgicos a la espontaneidad. Es decir, que el mandatario quiso explorar el terreno que pisaría durante su posible enfrentamiento con la totalidad de los delegados al evento.

Siguiendo la tónica que le imprime a sus discursos en las diferentes esferas de la vida nacional, en esta ocasión el señor Díaz-Canel insistió en la continuidad de la política cultural que se ha venido implementando en el país. En ese sentido reafirmó la vigencia de las Palabras a los Intelectuales pronunciadas por Fidel Castro en junio de 1961. Precisamente, la fecha de celebración del actual Congreso no parece casual ya que coincide con las jornadas del ya lejano encuentro del máximo líder con la vanguardia creadora, en el teatro de la Biblioteca Nacional.

Sin embargo, es posible apreciar cierta diferencia entre un contexto y otro, sobre todo en lo referido a la clasificación de los escritores y artistas por parte de la maquinaria del poder. Sabemos que Fidel Castro fue diáfano al advertir mediante su famosa frase “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”, que no se permitiría la realización de ninguna obra que subvirtiera los cánones ideológicos de su revolución. No obstante, quedó abierto un resquicio que ahora aparece totalmente cerrado.

En aquella ocasión Castro clasificó a los intelectuales en tres categorías: los revolucionarios, los honestos y los contrarrevolucionarios. Y aclaró que sus palabras iban dirigidas, en lo fundamental, a los que él calificó de honestos, pues se sabía de antemano qué actitud asumirían los que se encontraban en los extremos de la parábola.

Según Castro, los honestos eran aquellos que, sin mantener una posición de apoyo permanente a su revolución, tampoco se aliaban con los enemigos de su régimen. Se les permitía la existencia, siempre y cuando, por supuesto, la obra artística o literaria que crearan cumpliera con la máxima antes mencionada.

Cincuenta y ocho años después de pronunciadas las Palabras a los Intelectuales, el señor Díaz-Canel reflexiona de la siguiente manera: “Que los artistas y creadores cubanos, más que espectadores, sean actores de la Revolución, formadores de espiritualidad entre nuestra gente” (“Para que florezca la cultura”, periódico Juventud Rebelde, edición del domingo 23 de junio).

Es decir, que para el benjamín del Poder, la única manera de ser considerado ahora como un intelectual “honesto” sería mediante el compromiso  ̶ tanto en la creación artística como en la vida cotidiana ̶  de ese artista con el proyecto político que él ha heredado. Ya no hay medias tintas. Hay que ser un actor de la revolución.

De lo anterior se infiere que la libertad de creación, en vez de aumentar con la asunción al poder de una nueva generación, parece sumida en un retroceso. Y todo con el beneplácito de los amanuenses que hoy dirigen la UNEAC.