Inicio Cuba Rebelión en Cuba: los acomodados se asustaron con la chusma

Rebelión en Cuba: los acomodados se asustaron con la chusma

LA HABANA, Cuba. — Ante la magnitud de las protestas de los días 11 y 12 de julio, el escritor Norberto Fuentes, un exiliado diferente, que no logra vencer su nostalgia por sus tiempos en la corte castrista, está preocupado por la eventualidad de la toma del poder por “una contrarrevolución inculta y mal hablada”.

Y no es el único. Escucho a acomodados y nuevos ricos, los burgueses del socialismo post-fidelista, que no hacen colas, no montan guaguas y no se alejan mucho de Miramar, Siboney y Nuevo Vedado, horrorizados por “el mal aspecto, la indecencia y la chusmería” de muchos de los participantes en las protestas: descamisados, en chancleta, andrajosos, profiriendo insultos y palabrotas. No repararon que entre los manifestantes hubo también artistas, profesionales, personas decentes que protestaron pacíficamente y fueron la mayoría.

Ese horrorizado espanto, en el que hay mucho de elitismo y racismo, es reforzado por la narrativa oficial que, además de presentar las protestas como un golpe blando instigado por el gobierno norteamericano a través de las redes sociales, insiste en reducirlas a los saqueos de las detestadas tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC) y otros hechos vandálicos cometidos por quienes califica como “delincuentes y marginales”.

Al régimen, que pregonaba ser “la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes”, parece que se les olvidó cómo lucen, cómo hablan y cómo suelen ponerse los humildes cuando ignoran sus quejas, sus necesidades, y los engañan, los desprecian y encima les caen a toletazos.

En realidad, todos los cubanos que no gozamos de los privilegios de la elite y de las fortunas que han logrado amasar unos pocos por medios casi nunca limpios, sabemos que esos que tanto horror causan a los burgueses y acomodados del castrismo son personas desesperadas por el hambre, la miseria y el ninguneo y la opresión a que han sido sometidos. ¿Cómo no vamos a entender su indignación, su ira?

Esos que hoy se horrorizan por las protestas de los pobres, ¿dónde quedó la emoción que parecían sentir  cuando Silvio Rodríguez cantaba: “¡Viva el harapo, señor, y la mesa sin mantel!”

Ahora resulta que hay que esperar que los que nada tienen y nada pueden esperar sean tan cultos como Abel Prieto y Miguel Barnet, tengan modales exquisitos y se vistan correctamente… ¡Que no jodan! Si no son así es debido a la falta de valores, a las fallas de una educación ideologizada, la (de)formación que han tenido bajo este sistema inicuo, al daño antropológico infligido a varias generaciones de cubanos, obligados a fingir y a ocultar sus ideas y emociones.

Los escandalizados tan ocupados estaban en vivir sus lujosas existencias y en sus viajecitos por el mundo en pos de comprar pacotilla que ignoraron como se malvive en los derruidos solares de Centro Habana, El Cerro y Diez de Octubre, y en las villas miseria –no barrios marginales, basta de eufemismos- de Arroyo Naranjo y San Miguel del Padrón.

Tal vez haya sido conveniente el susto que se llevaron los privilegiados y los poquísimos afortunados de esta sociedad, para que no sean tan insensibles y egoístas. Ahora ya saben cómo se sienten los millares de compatriotas suyos que viven peor que las cucarachas, pasando hambre, sin agua ni medicinas y vigilando que el techo no les caiga encima.

Los mandamases no: lo saben, están informados. Pero poco les importa. Lo principal para ellos es mantenerse en el poder. A como dé lugar. Por ello, además de a la policía y las Tropas Especiales con caro equipamiento antimotines, recurren a las turbas de porristas de las brigadas de respuesta rápida, tan chusmas y de tan mala catadura o peor que muchos de los llamados “marginales y delincuentes” a quienes golpean a matar, con el odio reflejado en sus rostros lombrosianos. Y luego, muestran en el NTV las heridas con puntos en las cabezas de los porristas, jamás las heridas de los manifestantes.

Y siguen los mandamases con sus mentiras aterrorizantes para demonizar a los que protestan. Son ridículos y nadie se cree sus cuentos de los hospitales atacados ni de la mujer a quien en las redes sociales encomendaron, a cargo de una recarga telefónica, golpear a niños y retratarlos para culpar a la policía por los hematomas.

Si los mandamases y sus servidores de la prensa oficialista son capaces de inventar esas sandeces, ¿cómo no van a utilizar para su provecho, para espantar a los paniaguados, la marginalidad y el mal aspecto de muchos de los manifestantes, especialmente de las zonas más pobres?

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