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Rebelión en la granja de los Castro

Debates por proyecto de Constitución (radiocamaguey.wordpress.com)

LA HABANA, Cuba.- El reiterado eslogan patriotero “Conozca a Cuba primero y al extranjero después”, además de convertido en guaracha, como todo lo que toca la revolución, es pura palabrería, suena falso, es burlón, desafina y resulta humillante para los cubanos que sueñan hospedarse en un hotel, navegar en un catamarán, o bucear y conocer los fondos marinos del país. 

A diferencia de un cartel como el clavado en las arenas de una playa de Durban, en 1989, indicando el uso reservado de la misma para miembros de la raza blanca, la discriminación en Cuba por el origen nacional, se puede leer en los rostros, los gestos y el comportamiento de los trabajadores de una instalación “sólo para extranjeros”, hollada por una humilde familia de cubanos de a pie, víctima del Apartheid turístico que aún subsiste aquí en la isla.

Las frecuentes quejas por maltratos y limitantes formuladas por cubanos que logran hospedarse en un hotel donde se alojan extranjeros, así como la prohibición de acceder a servicios destinados sólo al visitante foráneo, aún no han recibido una respuesta legal o convincente de las autoridades, que sólo apelan al cantinfleo político ante esta situación.

El tema, que ha renovado fuerza en estos días por la intervención de una mujer en uno de los debates sobre el Proyecto de Constitución realizado en Sancti Spíritus, ha generado entre la población diversas opiniones que coinciden en reconocer la existencia de estos actos discriminatorios contra los cubanos, al contrario de lo que dice la propaganda oficial

Según esta mujer, que apeló al Artículo 40 de la Constitución vigente en Cuba (1976), “si todas las personas son iguales ante la Ley, y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de género, color de la piel, discapacidad, origen nacional o cualquier otras distinción lesiva a la dignidad humana ¿por qué si un cubano se aloja en un hotel, no recibe igual trato que un huésped extranjero?”

Además, continuó: “¿Qué razón existe para impedir a un cubano pasear en un catamarán, disfrutar de nuestro paisaje, o bucear en las profundidades del mar y visitar las barreras coralinas de su país? Si todas las personas somos iguales ante la Ley, como está recogido en la Constitución, ¿por qué la diferencia con el extranjero? ¿Todos no son personas?”

El revuelo formado por la espirituana con su intervención, alcanzó altos niveles de apoyo cuando el pasado lunes el tema fue abordado en el humorístico “Vivir del cuento”, programa más popular de la televisión nacional, en una puesta en pantalla que si bien resultó hilarante para muchos, también dejó un mal regusto entre otros, por la discriminación que sufren los personajes, obligados a fingir ser extranjeros para recibir un trato similar en el hotel.

De ahí que durante la semana, verduleros, mucamas, albañiles, médicos y personas de todas las profesiones y oficios, sin distinción de sexos, color de la piel, origen social, o creencia religiosa; sacadas del letargo ideológico inoculado por las autoridades con su trasnochado gatopardismo político de cambiarlo todo para que todo siga igual, expresaran su rechazo a todo tipo de discriminación, y en especial la más visible en Cuba: por el origen nacional.

De acuerdo con la opinión de un ex profesor de Literatura, en el único lugar que los cubanos de a pie tienen iguales derechos que los extranjeros o los hijos de “papá”, es en el poema Tengo, de Nicolás Guillén; en nuestra realidad, al igual que a los animales en la novela Rebelión en la granja, de George Orwell, el Séptimo Mandamiento les señala, y parodio: “Todos los cubanos son iguales, pero algunos cubanos son más iguales que otros”.

No importa que un huésped extranjero sea vendedor de alfombras en Teherán; otro, un ex agente de la KGB, enchumbado en alcoholes y rencor; la vieja dama galesa, una enviciada consumidora de hachís, o el vejete Gallego, un buscador de jóvenes “bailarinas” cubanas para su puticlub en Madrid; todos son recibidos y tratados a cuerpo de Rey; como a simples vasallos, la periodista, el bombero, la estudiante, el albañil o la médico de origen nacional.

Sólo se salvan de la discriminación los hijos de papá –que aún no han abandonado el país-, con altos cargos en el poder, o de funcionarios intermedios con ciertas prebendas a nivel nacional, y hasta no duden que puedan escapar y ser atendidos como reza la Ley o tratan a un extranjero, amigos y parientes -con recomendación-, de un secretario del partido en Bejucal, o un presidente de gobierno en Puréales de Caujerí: son más iguales que los otros.

Por ese y muchos otros actos de discriminación es que ante el llamado para que la ciudadanía siga el programa televisivo “Hacemos Cuba” (miércoles, 10 p.m. Cubavisión), no pocos cubanos se cuestionen, si no podemos disfrutar lo que construimos en el país, nos está prohibido invertir, acumular riquezas, y ni siquiera soñar: Hacemos Cuba, ¿para quién?

vdomínguezgarcí[email protected]