Inicio Cuba Regresa el Teatro Kairós con la obra Patriotismo 36-77

Regresa el Teatro Kairós con la obra Patriotismo 36-77

LA HABANA, Cuba.- Hay artistas que no se quedan callados, que denuncian la represión contra el arte independiente y que, además, actúan. Incluso, en el caso del teatro, hacen de la propia actuación un acto de libertad, un arte de la liberación activa.

Lynn Cruz, Juliana Rabelo y Luis Trápaga, con la obra en proceso Patriotismo 36-77, realizan un ejemplar ejercicio que demuestra cómo el arte genuino, en el contexto de un régimen autoritario, siempre termina siendo subversivo por su propia naturaleza de expresión emancipada. Tal es el caso de Teatro Kairós.

Fundado en 2012 por Lynn Cruz, el proyecto busca la supervivencia artística fuera de la institución, convirtiendo cualquier lugar en escenario “donde se recupere su sentido de tribuna, su poder de confrontación y su libertad no solo de forma, sino de contenido”. Una insurgente mezcla de valentía artística y de coraje ciudadano en un todo.

Los enemigos del pueblo, una obra montada anteriormente por Teatro Kairós, fue atacada en su humilde estreno por la policía y la Seguridad del Estado, que, aunque no conocían la pieza, la acusaban de contrarrevolucionaria. Ya Lynn Cruz y Miguel Coyula habían vivido un cerco represivo cuando intentaron la exhibición de Nadie, un documental dedicado al poeta Rafael Alcides.

Esa difícil experiencia, señala Cruz, sirvió de semilla para Patriotismo 36-77. En el tráiler publicado en YouTube, la actriz nos cuenta: “Lo que pasó fue que hicimos una película”. Además del operativo policial, ocurrió que muchos colegas hicieron silencio y que la mayoría se alejó. “No podía creer que todo aquello era a causa de una película”.

Juliana Rabelo, por su parte, nos dice frente a frente: “Estoy harta de que me digan cómo debo pensar”. Luis Trápaga, el pintor cuya casa fue allanada por la policía política, completa el trío actoral: “Yo no me quería comportar como un militar que siempre tiene que estar en estado de alerta, en una ciudad donde yo me empeñaba en tratar de sentirme libre”.

Ellos tres son los personajes Recluso I, Recluso II y Recluso III, que se desdoblan en sus fantasmas, sus sombras, Espectro I, Espectro II y Espectro III: Cruz simboliza la Basura “productiva”, Rabelo el Pantano “honrado” y Trápaga el Escombro “constructivo”: tres prisioneros de conciencia que se enfrentan a sus miedos.

Relacionada, con cierta ironía y no directamente, con el cuento “Patriotismo”, del escritor japonés Yukio Mishima, esta pieza fusiona performance, teatro, cine y nuevas tecnologías de una manera muy novedosa, muy viva, como puede apreciarse en su página de Verkami, una plataforma de crowdfunding creativo, donde los donantes se convierten en futura audiencia para el estreno y en una comunidad con la que los artistas interactúan.

Por supuesto, la estrechez financiera es una limitación para el proyecto, mas no será lo que determine su suerte. “Cuando perteneces a un grupo de teatro estatal, ganas poco dinero y sufres la censura y la autocensura”, confiesa Lynn Cruz, “y ahora, ya independiente, sigues ganando muy poco dinero, pero eres libre de hacer lo que te parezca mejor”.

Recientemente, el gobierno cubano ha emitido el decreto 349/2018, que establece lo que considera “contravenciones en materia de política cultural y sobre la prestación de servicios artísticos”, y que pretende controlar aún más la ya muy fiscalizada vida cultural en el país, pero sobre todo asfixiar a los artistas independientes.

Pero siempre están los que no se detienen ante la policía política, ni ante Abel Prieto, ni ante Alpidio Alonso, ni ante las hordas de comisarios, ni ante el miedo de los colegas, ni ante la falta de recursos ni lo inútil que parece resistirse. Esos pocos son los imprescindibles del Non serviam —No serviré—, que se niegan a colaborar con el esbirro que los quiere silenciar a cualquier precio.

Patriotismo 36-77 no se alza puntualmente contra un decreto feudal, sino que hace crecer su voz más allá, contra la censura, a pesar de la censura y, sobre todo, sin autocensura, como un auténtico arte ciudadano, sin ministerios ni ministros, sin miedo y sin dueño.