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Resultas del largo viaje de Díaz-Canel

Raúl Castro recibiendo a Díaz-Canel (foto; Escambray)

LA HABANA, Cuba. – Días atrás, el presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, puso fin al viaje que lo llevó a varios países eurasiáticos. Irlanda, Belarús, Azerbaiyán y Rusia fueron visitados en rápida sucesión por el flamante Jefe de Estado. El periplo —pues— cubrió no sólo Europa (como expresaron los despistados locutores de la Televisión Cubana), pues Azerbaiyán es un país asiático.

El recorrido sirvió para que la Delegación Oficial de la Mayor de las Antillas solicitara apoyos económicos en cada una de las capitales visitadas. Se trata de un ruego ineludible, si tomamos en cuenta el estado catastrófico en que se encuentra la producción de bienes y servicios en nuestro desdichado país.

En base a lo publicitado hasta el momento, no parece que, en ese orden de cosas, Don Miguel y su comitiva hayan alcanzado algún éxito notable. Si todo dependiera de lo obtenido durante el recién concluido octubre, entonces debemos esperar que las esmirriadas faltriqueras de Liborio Pérez, personificación del pueblo cubano, seguirán tan desinfladas como hasta ahora.

El patético Departamento Ideológico del único partido (digno émulo del Ministerio de Propaganda que encabezara el doctor Goebbels en la Alemania hitleriana) ha intentado suplir la ausencia de resultados contantes y sonantes con una campaña de agitación dirigida al pueblo cubano. A ella podemos darle un calificativo merecido: de desinformación.

Tanto es así que, por ejemplo, con respecto a la estancia del encumbrado visitante en la República de Irlanda, nuestros compatriotas de la Isla aún desconocen el intercambio sostenido entre el Jefe de Estado y una compatriota que reside allá. En especial, la insólita afirmación del Presidente: ¡Que en nuestro país no hay persecución por razones ideológicas!

“Cuba e Irlanda son dos islas que comparten un mismo mar de luchas, esperanzas y futuro”, expresó Díaz-Canel durante su visita a la universidad Trinity College. La afirmación es no sólo pretenciosa, sino algo mucho peor: falsa.

Pueden haber puntos de coincidencia entre la longitud y la virulencia de las luchas por la independencia libradas en ambos países insulares. Pero ahí terminan las similitudes. En lo tocante a “esperanzas y futuro” nada hay de común entre ambos. Irlanda ha apostado por la libre empresa, ha alcanzado un gran desarrollo, y su futuro es promisorio.

Cuba no. Hace seis decenios, el fundador de la dinastía castrista, en su despiste colosal, optó por el inoperante modelo socialista y desmontó todo el tejido empresarial de la Isla. A partir de entonces las cosas han ido de mal a peor. Pese a las constantes exhortaciones de los jefes a producir más y mejor y a ahorrar, el desabastecimiento y la carestía se enseñorean en medida cada vez mayor de nuestra economía.

De Dublín,Díaz-Canel pasó a Minsk. Allí contactó con el más autoritario de los presidentes europeos: el bielorruso (¿o debemos decir “belaruso”?) Lukashenko. Ese título no deja de resultar sorprendente si tomamos en cuenta que en otro país del Viejo Continente (al menos, allí radica su capital) dicta sus órdenes el excoronel de la fatídica KGB Vladímir Putin.

En tierras de Lukashenko tomó Don Miguel una de sus más importantes y atinadas decisiones: la de reemplazar el lamentable trajecito con el que desembarcó en Minsk por otro que, sin llegar a ser extraordinario, resulta más adecuado a su elevada investidura.

De Minsk pasó el viajero a otra antigua capital soviética: Bakú. Azerbaiyán —tierra que nada en el codiciado petróleo que tanto añoran los castristas— es, junto a Siria, Norcorea y la misma Cuba, uno de esos países que tiene títulos de república, pero en el cual el mando supremo se traspasa de unos parientes a otros más jóvenes (o menos viejos). Se trata —pues— de monarquías enmascaradas.

Díaz-Canel depositó una ofrenda floral ante el cenotafio de Heydar Alíyev. Éste tiene sobrenombre de “Padre de la Nación”, pero lo es también del actual mandamás Ilham. del mismo apellido. Este último retoño de su madre ha regenteado el Estado azerí con puño de hierro desde la muerte de su progenitor y hasta el día de hoy.

El ameno recorrido terminó en la vieja Rusia, donde el Presidente cubano y su comitiva visitaron la hermosa ciudad de San Petersburgo (que felizmente ha recuperado su nombre original, después de llevar por decenios el del genocida alias Lenin, quien ni siquiera nació allí). El periplo terminó en Moscú.

Llama la atención que Díaz-Canel, a quien no se conoce por ser visitante frecuente de las iglesias de su Patria, sí haya dedicado tiempo de su apretada agenda para acudir a las de los países recorridos (al menos, en los de tradición cristiana, que el Azerbaiyán mahometano es cosa diferente).

En Irlanda, el encumbrado visitante acudió a la Catedral de San Patricio, la mayor de esa nación europea. Allí formuló una declaración que sorprende en boca de un dirigente comunista y “ateísta científico”: “No se puede venir a Irlanda sin conocer a San Patricio”, dijo.

En Minsk fue escogida la Iglesia de San Simeón y Santa Elena, que suele ser llamada “Iglesia Roja” por el color de la piedra del edificio. No ha habido aquí —pues— un malentendido como el que subsiste con la plaza central de Moscú, que igualmente es llamada “Roja” por una mala traducción. (En ruso antiguo, “Krásnaya” quería decir también “bella”. ¡Y vaya que la plaza moscovita merece de sobra ese adjetivo, a pesar del adefesio del mausoleo al criminal Lenin, todavía instalado allí!).

En la capital rusa, el centro religioso escogido fue la Catedral de Cristo Salvador. La televisión cubana, al dar la noticia, aclaró que el imponente edificio fue erigido en el siglo XIX y reconstruido en los años noventa del pasado siglo. El “detalle” omitido es que la reconstrucción fue total, pues en 1931 el dictador comunista José Stalin, digno émulo de Atila y Genserico, mandó a dinamitar el edificio…

¿Hay algún resultado concreto del prolongado periplo de Díaz-Canel y su comitiva? Ése no parece ser el caso. No obstante, las fotos de los distintos eventos sí han servido para dejar constancia de la posición relevante que, dentro de la nomenklatura cubana, ostenta el señor Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, ex yerno de Raúl Castro y zar del pulpo militar GAESA.

En resumidas cuentas (y al igual que en la canción de Farah María), lo único que queda ahora, una vez que terminó, es “el recuerdo de aquel largo viaje”.

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