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Rubén, el ingeniero que paró en pintor y pescador Cubanet

Rubén Blanco (Foto: Luis Cino)

LA HABANA, Cuba.- A Rubén Blanco Costa, de 54 años, le llaman “el pintor pescador”. Graduado de ingeniero, fungió como profesor en un instituto tecnológico hasta 1993, cuando pidió la baja y se dedicó, para ganarse la vida, a lo que hasta entonces había sido su hobby: la pesca submarina.

“Estábamos en pleno Periodo Especial y lo que ganaba como profesor no me alcanzaba para mantener a mi familia ni una semana. A eso súmale las dificultades con el transporte, la odisea que significaba cada día coger varias guaguas, si aparecían, o pedalear en bicicleta, para trasladarme desde Lawton (donde vivía entonces, antes de mudarme para Marianao) hasta el tecnológico ‘Eduardo García Lavandero’, en Santiago de las Vegas, donde trabajaba”, explica.

Vendiendo pescado logró resistir las privaciones del Periodo Especial. Pero lo más importante fue que pudo disponer de tiempo para dedicarse de lleno a su otra gran pasión: la pintura.

Pintaba desde niño. Entre 1974 y 1979 pasó un curso de pintura en la Biblioteca Nacional José Martí. De aquel tiempo, cuando ganó premios nacionales y en Finlandia, Japón y Vietnam, recuerda con cariño a su profesor, Ulises Cruz, y a una de sus compañeras de estudio, quien llegaría a ser una de las más importantes pintoras cubanas de los años 80: Belkis Ayón.

Luego de casi 20 años sin pintar, en 1997, gracias a una hermana que regresó de Argentina y le trajo de allá los materiales que necesitaba, pudo volver a enfrentarse a un lienzo.

En 1987, Rubén había aprobado los exámenes para matricular pintura en San Alejandro, pero el director de su centro laboral no le concedió el permiso para estudiar. En 1998 volvió a intentar matricular, pero no pudo. Finalmente, tras arduos esfuerzos, lo consiguió en el año 2007. Se graduó en San Alejandro tres años después, en 2011.

Rubén define su pintura como “naturalista figurativa”. Dice que su principal influencia viene de los pintores renacentistas, especialmente Tiziano, y del cubano Guillermo Collazo (1850-1896).

Coincido con Rubén acerca del que considera su mejor y más entrañable cuadro: La anunciación de Inés. Fue su obra de tesis en 2011 y la dedicó a su fallecida madre, Inés Costa. Es una especie de relectura de la famosa pintura de Tiziano “La Anunciación de la Virgen”. En una misma escena, Rubén superpone varios planos (el cielo y la tierra, los vivos y los muertos) donde aparecen los rostros de familiares y amigos.

Rubén atribuye la fortaleza de sus trazos al hecho de que, mientras pinta, suele escuchar heavy metal (es fanático de Metallica y Deep Purple).

Afiliado al Registro del Creador desde hace seis años, ha participado en decenas de exposiciones personales y colectivas en Cuba y en Estados Unidos (Rhode Island, febrero de 2003) y Canadá (Quebec, diciembre de 2012 y octubre de 2014).

Rubén divide su tiempo entre el arte y la pesca submarina. Esta última le ha traído no pocos contratiempos.

En Cuba, la pesca submarina estuvo prohibida entre 1970 y 1996. Ese año se dictó el Decreto-Ley 164, que en su inciso 8 establece que la pesca submarina es solo permitida los sábados y domingos para los que tengan licencia. Al que viole esta disposición, le decomisan las presas, el equipamiento y le imponen severas multas. Los reclamos de los pescadores casi siempre son denegados, jamás les devuelven los equipos, solo en raros casos les rebajan un poco la multa.

“Nos tratan como a delincuentes, es como si odiaran a los pescadores submarinos”, comenta Rubén, quien ha tenido que soportar estos abusos. El 24 de junio de 2016, en Puerto Escondido, Mayabeque, lo atraparon pescando un viernes y le decomisaron todo su equipamiento, que le había regalado un amigo canadiense y estaba valorado en más de 400 dólares. Adicionalmente, le impusieron una multa de 2 000 pesos. Todos los reclamos y quejas de Rubén a las autoridades fueron en vano.

Explica Rubén: “Los inspectores plantean que es para proteger las especies marinas, pero a los que pescan en embarcaciones, si tienen licencia, se les permite hacerlo a diario, e incluso utilizar artes de pesca masivas, que afectan seriamente la ecología, tienen una asociación legal y les permiten vender sus capturas y realizar torneos y competencias, lo cual le es impedido a los pescadores submarinos”.

A pesar de todos esos obstáculos, Rubén seguirá pescando. Practica el buceo y la pesca submarina desde que era niño. Afirma que su pasión por el mar, como la que siente por el arte, nada podrá troncharla.

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