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Rusia: ¿éxitos o turbiedades? Cubanet

Vladimir Putin (AP)

LA HABANA, Cuba.- Un trabajo periodístico de Rodolfo Bueno publicado el pasado lunes en el diario Granma, está consagrado a exaltar la figura del recién reelecto presidente de Rusia. El nombre de la sección en la que aparece es harto ilustrativo (“Desde la izquierda”), y su título es: “¿Por qué Vladimir Putin?”.

El informador oficialista explicita lo que, para los rojillos del mundo, constituye el parteaguas que separa a los gobiernos condenables de los que ellos mismos bautizan como “progresistas”: “Todo país que pretenda ser soberano debe enfrentarse al poderío de EEUU”. En el colmo del descoco, el plumífero asegura: “Rusia lo hizo porque fue la única salida que tuvo para sobrevivir, de no haberlo hecho, no existiría”. Y más adelante se atreve a afirmar: “Putin y su equipo evitaron que Rusia desapareciera en la vorágine creada”.

Siguiendo criterios como ésos, los agitadores castristas ponen, del “lado bueno”, a regímenes impresentables como la repudiable monarquía absoluta de Norcorea, la teocracia fundamentalista encabezada por los ayatolas en Irán o la catastrófica dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela. En el otro saco —el de los “malos”— meten a países respetables, como las democracias de Europa y América.

No importa si en los primeros se mata de hambre a los súbditos o se les imponen bárbaros castigos medioevales. El enfrentamiento de sus gobernantes al “Gran Satán” basta para absolverlos de todos los pecados y aun hacerlos merecedores del falso cartelito de “progresistas”, que algunos codician.

Esto último, a su vez, permite hacer caso omiso de las barbaridades que perpetran tan cuestionables amigos. En el caso de Rusia, por supuesto que no se ponen en tela de juicio las aventuras separatistas fomentadas por el Kremlin en la Ucrania Oriental ni la anexión de Crimea, que tanto recuerda las perpetradas en su momento por Hitler.

Sobre el proceso de reformas encabezado por Mijaíl Gorbachov, Bueno hace una afirmación simplista, arbitraria y subjetiva: “En el fondo, la perestroika consistió en entregar la soberanía de la Unión Soviética por la promesa de gozar del bienestar que disfrutan algunos países de Occidente”. Acto seguido califica ese supuesto trueque  como un “engañabobos que nunca se cumplió”.

Es así como se intenta ningunear ese proceso surgido en el seno de la misma sociedad soviética y del propio Partido Comunista. Sin importar que ello se haya hecho como un esfuerzo desesperado y final para enfrentar los innumerables problemas existentes en el inmenso país como resultado de las políticas inmovilistas, sobre los cuales jamás el articulista ni sus homólogos informaron a los lectores cubanos.

Don Rodolfo atribuye el éxito electoral de Putin al “desarrollo sostenido de Rusia, tanto en lo político como en lo económico y social”. Esto equivale a señalar, como factores del triunfo del continuismo, el restablecimiento de un régimen autoritario y la represión de los opositores, la obtención durante años de cuantiosos ingresos gracias al boom petrolero (exactamente igual que los emiratos del Cercano Oriente o la Venezuela de Chávez) y el florecimiento de la oligarquía. Para el autor, el hecho de que el electorado en Rusia rechace masivamente la opción comunista, ni siquiera amerita una mención.

También se le atribuye al reelecto el supuesto mérito de haber sido el “portaestandarte” de una entelequia que el escribidor denomina “ideología rusa”. Ésta, según él, “restaura los más altos valores nacionales, morales, religiosos, culturales, artísticos y filosóficos, que desde siempre constituyeron la civilización rusa”. ¿Y dónde se metieron el “materialismo histórico” y el “ateísmo científico”? ¡Vaya usted a saber!

Tras toda esta serie de tergiversaciones, el gacetillero concluye con una nota nostálgica: “Resulta que Rusia, heredera de la URSS, sí tenía cultura, ciencia y tecnología, que no eran inferiores a las de EEUU, sino, posiblemente, superiores”. Decididamente, no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Es de ese modo que los Buenos de la isla cautiva “informan” a sus lectores. También lo hacen así cuando, en el artículo analizado, ni siquiera se menciona lo que por estos días constituye —y de lejos— la mayor noticia relacionada con el país euroasiático: el gran escándalo diplomático internacional desatado por el atentado realizado en suelo británico, el 4 del corriente, contra el exespía Serguey Skripal y su hija.

Todo indica que ese crimen fue perpetrado por agentes de Moscú con venenos fabricados en Rusia. El ensordecedor silencio guardado sobre este turbio affaire por el escritor castrista vuelve a demostrar qué significado práctico le dan él mismo y sus homólogos al verbo “informar”.