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Salas de billar clandestinas, tan populares como perseguidas Cubanet

Soldados del Ejército Juvenil del Trabajo en una sala de billar clandestina. Los rostros han sido distorsionados a petición de los entrevistados (Foto: Ernesto Carralero Burgos)

LA HABANA, Cuba.- Los jóvenes cubanos encuentran en las salas de billar un escape al tedio cotidiano.

Ubicadas en casas particulares y pasando desapercibidas como salones de entrenamiento, las salas de billar luchan por mantener un espacio en la realidad cubana.

Aunque nunca han sido legalizadas, los propietarios entrevistados para este reportaje coinciden en que anteriormente sí permitían sus negocios.

Recientemente, y a raíz de la arremetida oficial contra el sector privado, han sido víctimas de acoso por parte de las autoridades.

Rodrigo, propietario de una mesa, comenta: “Lo que pasé fue del carajo. Los inspectores ‘se me tiraron’ un día y querían decomisarme la mesa. Gracias a que los vecinos me apoyaron pude mantenerla. Dijimos que solo se utilizaba para jugar entre los muchachos del barrio y algunos amigos míos”.

Una de las razones que utiliza el Estado para el cierre de los negocios es la realización de apuestas ilícitas. Aunque esto realmente ocurre, es una cuestión entre jugadores en la que no intervienen los propietarios.

Julio, dueño de una mesa en el Cerro, dice: “Mira, es verdad que la gente apuesta entre sí. Pero aquí, fuera del alquiler no se cobra nada. No es como que uno gestione las apuestas y eso es lo que dicen los inspectores. Dan a entender que tienes una casa de apuestas y que nos hacemos millonarios a costa de eso”.

En las salas de billar generalmente se cobra por hora. Las tarifas van desde los 30 a los 50 pesos (moneda nacional) dependiendo de las condiciones del local. En algunos sitios el precio depende también de si se deja prendido el aire acondicionado. Suelen estar llenas hasta en horas de la madrugada. Sobre todo en barrios periféricos como Alamar, donde son prácticamente los únicos lugares adonde se puede acudir después de las 11 de la noche.

La persecución por parte de las autoridades ha provocado el cierre temporal de algunas de estas casas en espera de “mejores tiempos”. El miedo a que se decomisen las mesas forzó esta decisión.

Julio explica que “una mesa puede costarte 1 500 CUC y hasta 20 CUC cada bola así, que es una inversión grandísima”. Por eso no quisiera que “un día estos tipos se queden con lo mío de gratis. La suerte es que como llevaba mucho tiempo en el giro no perdí demasiado dinero”.

En tanto, los jóvenes que acuden a las salas de billar se muestran descontentos con las medidas estatales.

Clientes de una sala de billar en medio de una partida. Los rostros han sido distorsionados a petición de los entrevistados (Foto: Ernesto Carralero Burgos)

El joven Mario dice que “en Alamar no existen prácticamente opciones recreativas para los jóvenes como no sea la Fábrica de Guayaberas y no siempre tienes el dinero para ir. No es lo mismo que entre cuatro o cinco amigos reúnas 100 pesos para jugar un par de horas a dos cuadras de tu casa y digamos que haces una ponina y compraste una botellita. Relajas el día y no te sale tan caro. Hay mesas de billar en los hoteles. Por ejemplo en la Villa Panamericana hay una y la gente igual apuesta, pero como le estás pagando el alquiler al Estado no les interesa lo que pase allí. La cosa es joder al pueblo”.

Luis Armando afirma por su parte: “Mírame a mí, por ejemplo, que estoy pasando el servicio militar en la EJT (Ejercito Juvenil del Trabajo). No tengo dinero para irme para una discoteca y duermo en mi casa pero al otro día tengo que levantarme para ir a fumigar. Por una cuestión de tiempo no puedo lanzarme hasta la Villa Panamericana y regresar a las 4 de la madrugada a mi casa”

Lo cierto es que a pesar de que las salas de billar son muy populares entre la juventud esto no las pone a salvo de la arremetida estatal. O tal vez sea el hecho de ser populares lo que las convierta en blancos.