Inicio Cuba Salud Pública en Cuba: ¿El doctor Jekyll o míster Hyde?

Salud Pública en Cuba: ¿El doctor Jekyll o míster Hyde?

LA HABANA, Cuba. —  El sistema de salud público gratuito es el más importante gallardete de justicia social que muestra el régimen castrista al mundo. El humanismo del personal médico cubano se suma al catálogo de virtudes del modelo socialista de salud. La Operación Milagro, que ha devuelto la visión a millones de personas en Cuba y en el mundo, es el más elevado acto de altruismo del gobierno cubano fuera de sus fronteras. Pero Cuba adentro, la cosa es distinta.

Por falta de lentes plegables para el tratamiento quirúrgico de las cataratas o por el cierre de los salones de operación y otras insuficiencias clínicas, miles de cubanos, parcial o totalmente ciegos, esperan ser operados. Con 66 años, diabético, con una pierna amputada y con catarata avanzada, soy uno de los que esperan para ser operado. Pero está la circunstancia de que soy periodista independiente.

Según se afirma oficialmente, ni de la Operación Milagro ni del sistema de salud cubano es excluida ninguna persona por el color de su piel, procedencia social, credo religioso, preferencia sexual o ideología. A pesar de esa declarada inclusividad, muchos activistas de derechos humanos, opositores al régimen y periodistas independientes se quejan y denuncian desatenciones y malas prácticas médicas en diferentes centros hospitalarios del país.

De acuerdo a denuncias y rumores, a varios opositores les han inoculado sustancias que afectan su salud —el biólogo Ariel Ruiz Urquiola asegura que le inocularon el VIH—, o que le han causado la muerte, como a Laura Pollán, fundadora de las Damas de Blanco.

Son hechos que no puedo confirmar ni desmentir. En mi caso, de lo que puedo hablar es de los malos tratos y la posible exclusión a la que estoy siendo sometido en el Instituto Internacional de Oftalmología “Ramón Pando Ferrer”, la antigua Liga contra la Ceguera.

El pasado 29 de marzo, cuando asistí a la consulta de oftalmología, el galeno que me atendió, el doctor Leonel, fue un doctor Jekyll por su profesionalidad y preocupación por mi salud. Me explicó que por la falta de lentes plegables no se me podía operar en ese momento, pero que llamara cada diez o quince días para averiguar si ya existía la posibilidad de operarme, lo que me llenó de ilusión y esperanza.

Cinco meses después, ese doctor Jekyll que me atendió en marzo con tanta profesionalidad se convirtió en míster Hyde.

Al llegar a su consulta, el pasado 6 de septiembre, me informó que no están operando, que no sabe si abrirán los salones de operación en quince días, un mes o un año. Luego me dijo: “No venga más, si quiere puede buscar otro hospital para la operación”.

¿Estaría de mal humor el doctor Leonel? ¿Tendría el día malo? ¿O habría recibido órdenes de la policía política? No sé, de lo que sí estoy seguro es que volveré a la consulta a la que me pidió que no fuese más. Es mi derecho, pues aquel hospital no es de su propiedad, y, de acuerdo a la constitución cubana, tengo derecho como ciudadano a ser atendido. Eso, a no ser que sean ciertas las denuncias y rumores de que quienes no comulgan con el régimen son excluidos y tratados de forma diferente que los demás ciudadanos.

De ser así, si la próxima vez que vaya a la consulta soy tratado como el pasado día 6, haré la denuncia ante la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y cuanta institución internacional sea garante financiera de la Operación Milagro en el exterior, para que sepan de la discriminación que sufrimos los cubanos.

Apenas puedo ver ni caminar, pero les puedo asegurar que dentro y fuera de Cuba tengo cientos de ojos y piernas que miran y caminan por mí.

El próximo 20 de septiembre volveré al Hospital “Pando Ferrer”, aunque no sepa si en la consulta me espere el doctor Jekyll o míster Hyde, un redivivo y dúctil médico que olvidó el juramento hipocrático para ponerse al servicio de la Seguridad del Estado.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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